Bilogía Magia y Luz: Desnuda

CAPITULO DIECISEIS

Capítulo DIECISEIS

Los dos lados de la moneda

 

Lilit

Hace Eones…

  • Camina hacia mí, Hembra. – Su voz demandante le excitaba en ocasiones Pero a su pesar, ha llegado a un punto donde solo le provoca ira. Él estaba de pie, con su sexo apuntando hacia ella. No había pudor. Ellos desconocían esa palabra. No había vergüenza. No fueron creados con ese Botón.
  • ¿Qué vas a hacerme? Quiero  hacer algo diferente contigo, ¿Te gustaría?

Ella sintió como el macho la haló por el pelo y la estampó contra la maleza. No había nada que él no dominara. Desde el inicio todo fue así. Desde el animal más grande y feroz, hasta ella que era su compañera de vida.  

  • ¿Te mande a hablar? Cuando te digo que hagas algo, lo haces y punto. – La puso de espadas y se colocó encima de la mujer. –No es tan difícil cuando yo me encargo de todo. Deberías valorarme más.

 

Sin decir más… la penetró.

 

 

***

Sentada sobre su trono de serpientes y arañas se encontraba Lilit. Mirando lo que sus amados hijos estaban creando.

Se estaban preparando para la batalla.

 La sentía cerca.  

Miraba con desdén a los recién caídos al infierno. Tenía en su poder una fuente llamada por muchos humanos como fuente de los deseos. Para ella era un portal hacia los mundos. Podía observar el infierno a su antojo, desde el más recóndito lugar hasta el trono de Lucifer.

Los demonios estaban alterados y revelándose en contra de Lucy, andaban causar estragos en el mundo. En la tierra. Anhelaban salirse de la prisión y desatar el caos. SuiciDios. Tentar a los débiles. Abarcar todo el planeta con inmundicia y perversidades. Ya había algunos de ellos trabajando con eso. Ella los había visto, disfrazados de mandatarios y religiosos, siempre los mismos puntos. Por eso ella creía, más bien, ella sabía que,  si ella pudiera manejar el infierno a su antojo, ella la reina de demonios y creadora de monstruos, ella sería la perdición de la humanidad.

A ella le gustaba tanto el caos. Le hacía arder las entrañas.

Lo que ellos no sabían es que esa mujer de larga cabellera roja como la sangre y uñas negras como garras los observaba. Los vivía. Los apreciaba.

En las eternidades que tenía en la tierra, Lilit había aprendido a apreciar a cada uno de esos ángeles rezagados, olvidados aquí, castigados por el creador. Había aprendido que existían ángeles y arcángeles carnales. Deseosos de jactarse de estar con mujeres humanas. Golosos y Atrevidos. Lo bueno es que ella estaba más que dispuesta a cogérselos a todos.  

Se sonrió al pensar en esto. Sabía cómo tentar guerreros, todos débiles con su cuerpo. Lo tenía más que claro. La consecuencia de esto fue una noche con el arcángel Gabriel y una niña a la que llamo Jeniekel. La dejó con humanos normales con la esperanza de que Gabriel nunca la encontrará y ella pensara una manera de utilizarla a su favor. Solo al padre humano falso le informo de la naturaleza de la niña y la protección que debía tener con la misma. Mientras ella maquinaba su próxima jugada. Ella sentía una rabia y una sed de venganza que nadie nunca podría entender. La forma en la que fue traicionada por quien le dio la vida. Solo por ser machista y sumiso. Amoroso de su primer hombre. En esta espera ya habían pasado veinticuatro años humanos y su hija era toda una mujer. Un embrujo pesaba sobre ella para que Gabriel nunca la consiguiera. Ella sabía que no era necesario medidas drásticas pues el arcángel nunca admitiría que había sucumbido a los encantos de Lilit. No era su intención concebir más bien procrear un hijo con Gabriel. Solo quería sacar información. Tomo su mejor careta esa noche y se encargó de hacer llegar droga humana s la mano de uno de sus jóvenes guerreros. Pero a lo hecho pecho. Ya había una hija que le importaba poco pero ya que estaba debía ser por una razón.  Había colocado demonios por todas Partes. Istar principalmente se encargaba de esas cosas. Él era su segundo al mando. Su mano  derecha. No incluía que a veces se cogían uno al otro como animales en celo. Él tenía claro que ella nunca sería suya. Más que todo, que siempre estaría por debajo de Lilit.

Ella no era como los demonios del infierno ni como sus amados hijos, ella era hermosa, Hermosa a un nivel superior. Su cabello bajaba a la espalda, rizo como serpiente acuática en pleno movimiento, el sol provocaba destellos satinados, dando una tonalidad de hija del fuego.

Aunque, si de eso se trata, eso era ella. Una hija de las cenizas, hecha del polvo, hecha de los restos quemados por el sol, de todo lo natural y poderoso del paraíso. Su cuerpo era proporcional a las circunstancias, dependiendo lo que desee conseguir a través de él. Se deleitaba al ver la reacción que causaba en los hombres y mujeres que la miraban. Ella era la lujuria y Gula en persona.

Dominaba por sobre todo a sus hijos. Los nephilim. Gigantes procreados con dolor y sufrimiento. Todos eran de ella. Sus hijos. No de la forma terrenal, más bien de la forma del polvo viniste y al polvo regresaras.

Pero Lilit se sentía vacía. Sabía que algo le faltaba para estar completa. La fórmula divina de la creación. Había robado algunos ingredientes a través de los milenios, pero aun no podía perfeccionar la creación de humanos. Tardaba meses en hacerlo, cada detalle era relevante. Su paciencia estaba al borde del precipicio. Había observado al creador lo suficiente para saber que necesitaba. Lo había visto fallar una y otra vez. La ira y el desprecio la superaron por completo y la hicieron salir volando  al mar muerto. El que saber siempre estaría por debajo de Adán le fulminó el corazón. Prefería vivir entre demonios, fornicar con ellos, sobrevivir como pudiera, que soportar por más tiempo a ese abusivo. Fueron a buscarla tiempo después, dos ángeles. Instándola a dejar de acostarse con humanos, Le ofertaron regresar al paraíso, a ser quien era una vez más. Lo que no sabían ellos, es que ella se sentía mejor que nunca, podía conseguir lo que quisiera.  Ellos pensaban que concebía nephilim. Ellos creían que cada día procreaba cientos de demonios. Pero estaban absolutamente equivocados. Ella creaba…pero no con sexo. Es por tal motivo que los humanos creen que sus Nephilim son enviados del creador para cuidarlos. No sabiendo que viven, caminan y viven con el enemigo. El único problema de ella irse del paraíso antes de tiempo  es que  su desesperación impidió que viera el único ingrediente que faltaba y eso la molestaba, había actuado impulsivo, no sin saber que tendría años para crear un ejército de servidores. Que la paciencia la vendían en frascos de licor. Aquí en la tierra todo era diferente. No volvería nunca al paraíso para estar por debajo de nadie.




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