Un mundo post-apocalíptico, el mundo árido. Todos los seres humanos que quedan sueñan con un mundo llamado SubAqua, un lugar donde a diferencia de el infierno que viven diariamente, no se necesita casi sacrificar sus vidas para sobrevivir. Obviamente esto, se queda como un sueño o por lo menos eso se cree...
—RICHARD VA A LA DELANTERA! DETRÁS DE ÉL ESTA GIWOK!— Grita el anunciador.
—No me voy a permitir que me ganes!—Dijo el viejo Giwok chocando el vehículo de Richard.
—Bastardo...—Dijo Richard entre dientes.
—AHÍ VAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! Y GIWOK GANA!—Gritaba el anunciador.
Richard procede a bajarse y dirigirse a un hueco en la tierra que llamaba hogar. Detrás de él se acercaba un chico del pueblo seco A.
—Señor Richard! Oh! Por fin lo conozco. Emmmm. Ah si! Señor, necesito su ayuda por favor—Decía el chico.
—No tengo tiempo para tus cosas chico.
—Pero señor! Es enserio muy importante. Tiene que ver con SubAqua.
—SubAqua es solo un mito, no existe un lugar donde haya agua gratis y comida de sobra. Después del cuarto impacto ya nada volvió a ser lo mismo, ¿Entiendes? Mira, el sol está cayendo así que te voy a dejar quedarte. Eso sí, vas a dormir sobre una cobija y mañana al segundo punto del sol te vas a tu casa.
—Si señor. Pero por favor, escuché lo que tengo para decirle.
—En la hora de la comida te escucho, tamos?
—Si señor—Dijo asintiendo con la cabeza.
Los dos bajaron a la casa. Para sorpresa del muchacho, la casa esta bien cuidada. Tenía ladrillos como paredes, una columna de sostén, cocina y hasta una cama de madera en buenas condiciones. Una vez que Richard puso los panes en la reluciente mesa de madera oscura se sentaron a comer. Richard casi no tocó su comida así que empezó a hablar.
—Mira chico, no sé ni cuantos años tenes pero voy a escuchar lo que me digas. Solo lo voy a escuchar.
—Gracias señor, por donde comienzo... Emmmm, Si. ¿Me creería si le digo que se donde está el pasadizo que te lleva a SubAqua?
—No, no te creería ni borracho. Seguí—Dijo entre risas.
—Bueno, pues se donde está. Se encuentra cerca del Océano de Plata, lo que antes conocían como el Pacífico.
—Si, uno de los tres océanos que no se convirtieron en ese extraño liquido rojo. O lo que queda por lo menos.
—Exacto, ahí. Esta en la costa, si usted decide ir conmigo, lo puedo guiar.
—Y dime chico, si en verdad encontraste la supuesta puerta a ésta maravilla, ¿Por que no buscaste a tu familia y te largaste de la superficie? Solo un estúpido no aprovecharía la oportunidad.
—No tengo familia señor. Murieron en manos de Big Erno por intentar defender los derechos del pueblo seco A.
—Entiendo... Lo lamento-Dijo Richard mirando hacia el suelo.
—No pasa nada.
—Bueno chico... Hay que dormir si mañana queremos ir hasta la costa del Océano de Plata.
—Eh?! Al final si me va a acompañar?!
—Si, pero calla.
—Si señor!—Decía con los ojos brillantes por la alegría.
Una vez que se acostaron y Richard ya se estaba durmiendo, algo interrumpió la pregunta.
—Señor, ¿Y su familia? Si es que lo quiere decir—Dijo el chico dándose la vuelta mirando hacia la cama.
—Si, no pasa nada niño. Mis abuelos murieron años después del cuarto impacto por una enfermedad que les dejo como recordatorio a toda mi familia de ese duro día para la humanidad en el que la misma, supo que no podía ganarle a seres divinos.
—¿Y sus padres?
—Mi padre me abandonó cuando me veía como tú y mi madre fue asesinada por bandidos de las arenas.
—Entonces nos parecemos en algo, ¿No? Jajaja
—Si. Jajaja—Reía Richard falsamente mientras cerraba los ojos para que el sueño lo domine.
Al otro día, una vez que los dos prepararon sus cosas, agarraron el auto oxidado y descapotable con pinches a los costados y siguieron las indicaciones del chico. Tardaron un día y medio en llegar a la costa, y una vez allí, fueron a tomar algo a un bar.
—Señor—Decía el humilde barman.
—Una botella de whisky y un vaso de agua.
—Okey...—Dijo buscando las bebidas—Serían... dos fichas rojas o nueve raciones, cinco siete por el agua y dos por el whisky. Les estoy descontando un poco el agua por ser de los únicos que vienen aquí.
—Okey, okey, okey—Decía Richard mientras le daba las dos fichas rojas.
—Disfruta ese vaso niño, sale caro comprar agua hoy en día.
—Gracias señor.
Los dos tomaron los vasos sin mucha charla, como padre e hijo separados por largo tiempo.
—Bueno niño, creo que deberíamos ir yendo a la cápsula esa. ¿Donde queda?—Decía mientras pasaba su brazo por su boca mojada.
—Está a unos metros de acá—Dijo el chico levantándose.
—Por cierto, ¿Cómo te llamas?—Preguntó Richard dirigiéndose a la puerta.