Sin pasado.
El Alfa y el Omega.
Desde un principio, hasta el fin de una Era.
Dewitt despertó sintiendo una tremenda pesadez.
Era el mismo desvaído que sentía todos los días de su vida cuando terminaba el sueño y empezaba la realidad; esta vez había soñado como lo mataban, había sentido en carne propia como le atravesaban el pecho con un taladro, y un gigantesco Big Daddy lo había levantado como si fuera un muñeco de maniquí; sintió como tiraban de él, hasta que lo partían a la mitad. Lo último que recordó fue como su consciencia se separaba de su cuerpo y se veía a si mismo partido por la mitad en un baño de sangre y carne. Al tiempo que una mujer y dos individuos una mujer y el otro hombre lo contemplaban impasibles, mientras que la otra figura femenina recogía algo de aquel cuerpo destrozado, y susurraban algo que el oído.
Y entonces justo en ese momento despertó de un salto, y el dolor se le impregno en el pecho como un recordatorio que no debía ser olvidado. Empezó a toser como si estuviera viejo, como si se hubiera atorado con un cigarrillo.
Entonces fue devuelto hacia la realidad.
Aquella realidad no era como en aquellos sueños. Aquella realidad era distinta; no tenía una estancia sombría y oscura, donde se aferraba a la soledad, donde se aferraba a aquel sentimiento de culpa que le era en cierta medida muy familiar, su estudio era más alegre, con la luz de los faros iluminando cada esquina, habían cuadros de familiares desde el padre, los hermanos y la madre; más allá como a 5 metros de distancia ya hacían guarnecidas las flores ordenadamente colgadas; lirios, y rosas, y entre otras flores diferentes unidas en una hermosa y magistral alquimia de uniones, más allá como a 8 metros de distancia se hallaba el correo, justo ahí se encontraba un paquete; una caja de color rojo, con una tarjeta que decía:
"PARA: Dewit.
DE: Miles
Post.
No lo habrás hasta el día 124".
Dewit recordó que en aquella ocasión le había hecho mucha gracia que alguien le enviara un paquete y que después le pidieran no abrirlo hasta un día determinado. Sin embargo, había decidido no hacerlo por una circunstancia específica; quería dejarse para sí mismo la sensación de la intriga, y había dejado el paquete donde tenía que estas; en un área desolada, en una esquina de su establecimiento, como si de una reliquia curiosa se tratara, el paquete se hallaba cerca de las flores donde nadie sintiera interés por tocarlo y mucho menos verlo. Justo ese día había caído un jueves del 1985 en Nueva york, ese día también coincidentemente llegaba el día 124, y justo a las 12 y 40 minutos del mediodía el reloj de una alarma procedente de aquel misterioso paquete timbro. Dewit dio un brinco del susto, estaba muy concentrado en otros asuntos de investigación que había olvidado que aquel día tenía que abrir su paquete.
--Vaya, pues va ser que estaba todo calculado.-- Se dijo para sí mismo, con una sonrisa de oreja a oreja, se levantó de su asiento, se desaflojó los nudillos, se remango la manga de su respectiva camisa levanto el misterioso paquete que se le había entregado, lo cargo y se dio cuenta de que era tremendamente pesado, era como si hubieran le puesto un montón de rocas.
Dewitt hizo acopio de toda su fuerza para levantar el enorme paquete, y lo llevo hasta su escritorio, lo puso encima de su mesa y el impacto hizo que unos lápices y plumas se desplomaran al suelo o brincaran dando repiqueteos y saltando de su sitio para otro. Dewitt se quitó del bolsillo de su camisa una pequeña navaja, y abrió con delicadeza el paquete, en el interior había 20 jeringas de Adam, un vigorizante conocido como el "Beso del Diablo" y una armadura cuyo nombre era Arc Arcanum; encima de aquel traje ya hacía un telegrama que decía:
"Póngase el traje, y espere a que yo le llame; sea cauteloso, ellos se acercan".
-- ¿Ellos? ¿De qué demonios va esto?-- Dewitt se fijó que en lo más profundo de aquel paquete había un equipo, una especie de aparato, parecido a un transmisor pequeño, mucho más pequeño que los transmisores que los gigantescos transmisores que el usaba.-- ¿Pero que...?
Dewit hecho un suspiro tratando de relajarse, dejo el aparato a un lado y reviso el interior de aquel paquete; apago el irritante timbrazo del reloj que no hacía nada más que causar un escándalo e irritárle los oídos; debajo de aquel reloj encontró la foto de tres personas, un hombre y una mujer, y en el medio de aquellas dos figuras una mujer con un vestido blanco, y una falda negra, era bellísima, hermosa, como una escultura traída a la vida. Dewitt le dio la vuelta a la foto y entonces vio que atrás de aquella foto decía:
“Un pequeño juego que se desvanece conforme avanza; encuentra el acertijo, pero si lo encuentras, te verás obligado a sacrificar tu existencia; ¿La pregunta es? ¿Cuántos como tu debieron sacrificarse para llegar a este punto?”.
D.W.
Aquellas palabras parecían una advertencia, más que una amenaza, y Dewitt tomo en cuenta aquella advertencia, la expresión de su semblante cambio y tuvo que fruncir el ceño con un cierto aire de sospecha; como si una parte intuitiva de su mente le avisara sobre un inminente peligro, se volvió a sacudir la cabeza dejando de lado aquellos pensamientos, habían visiones que iban y venían. Como recuerdos que no fueran suyos, y sin embargo, sentía aquellos recuerdos como suyos, giro la foto y la dejo junto a los demás indumentos de su estudio, entonces justo cuando se disponía a sacar aquel extraño traje, su teléfono timbro; aquella señal hizo que volteara de manera instintiva, agresiva. Al principio vacilo, pero aun así se movilizo con agilidad hacia el aparato, para contestar.