¿Quién se cree ese David para hablar de Yolanda como si fuera su propiedad? Por tener una pelea estelar en el Coliseo no tiene derecho a pavonearse y mencionarla frente a todos como si fuera el premio de una feria. Espero que ella vea su arrogancia y le cause el mismo desagrado que me causa a mí. Que ni se le ocurrirá caer en sus hechizos de galán de medio tiempo.
Vuelvo a la pelea justo a tiempo, para ver a Raúl prepararse para el ataque… aunque, decir que “corre hacia David” es un poco generoso. Lo que hace es un trote tan lento que creo haber visto a una tortuga hacer esprints más rápidos. Aun así, David retrocede un paso, como si de verdad respetara la “amenaza” que se le aproxima. Pero, justo cuando parece que David está acorralado, ¡pum! Planta la mano en el suelo y BOOM: un Golem de roca, envuelto en llamas, emerge a su lado.
El Golem es un espectáculo en sí mismo. Imagínate un enorme muñeco de piedra enojado, con líneas de lava ardiendo que recorren todo su cuerpo, como si llevara puesto el traje más caliente (literalmente) del planeta. Raúl, valiente como pocos, decide lanzarse por encima del Golem directo hacia David, con el puño listo para estamparse en su cara. Pero sorpresa: ¡su puño atraviesa a David como si fuera humo! Era un clon de fuego. El verdadero David está varios metros atrás, probablemente riéndose y dándole una palmadita a su propio ego.
Mientras tanto, el Golem tampoco pierde el tiempo. Lanza un derechazo incandescente que Raúl apenas esquiva al agacharse. La roca envuelta en fuego pasa tan cerca de su cabeza que le chamusca el pelo. Bienvenido al corte “a la llama”. Raúl se echa para atrás con cara de “creo que subestimé esta cosa” y decide que, si quiere llegar hasta David, primero tiene que deshacerse del Golem.
Raúl da un salto, gira en el aire y se detiene en el aire sobre una plataforma invisible (¡sí, invisible!), usando lo que parece ser una técnica secreta de control de aire. Aprovecha el impulso y se lanza directo a la cabeza del Golem, conectando una patada tan fuerte que la cabeza del Golem explota en una lluvia de chispas y pedazos incandescentes. El gigante se desploma y se convierte en una pila de rocas derretidas.
David, que hasta ahora ha mantenido la compostura, sonríe y comienza a concentrar magia en sus manos, una energía roja brillante que le envuelve los brazos. Hace unos cuantos sellos mágicos, hunde las manos en el suelo y... ¡ZAS! Aparece una gigantesca serpiente negra con manchas rojas, siseando y mirándolo a Raúl como si acabara de encontrar su almuerzo.
Raúl, claramente impresionado, decide que a veces la valentía está sobrevalorada y sale corriendo en dirección opuesta. La serpiente va tras él, deslizándose como una sombra y abriendo su boca lo suficiente como para tragarse un piano entero. Cuando Raúl llega al muro del Coliseo, hace lo que nadie esperaba: corre por la pared como si fuera la cosa más natural del mundo. La serpiente, en su impulso, se estrella contra el muro y, de un mordisco, destroza una buena parte de la pared, pero sigue persiguiéndolo.
Raúl no se rinde. Al ver las manchas rojas en la serpiente empezar a brillar, adivina que va a pasar algo peligroso. Y efectivamente, la serpiente lanza un chorro de lava en su dirección. Raúl crea un escudo de aire para protegerse, pero algo de la lava lo alcanza, dejándole el brazo y el costado un poco más tostados que de costumbre. Nada que un poco de pomada mágica no pueda arreglar… si logra salir vivo.
En lugar de rendirse, Raúl utiliza su magia para “ver” el interior de la serpiente y localizar su fuente de energía: un talismán brillante, incrustado en el interior del monstruo, que claramente es el responsable de toda esta locura. Sin pensarlo dos veces, Raúl hace lo impensable: se lanza directamente hacia la boca de la serpiente.
El coliseo se enmudece. La cámara mágica muestra a Raúl dentro de la serpiente, esquivando chorros de ácido aquí y allá. No es la escena más agradable del mundo, pero Raúl sigue avanzando con determinación. Llega hasta el talismán y logra agarrarlo justo cuando David ordena a la serpiente lanzar otro chorro de lava.
La serpiente lanza su ataque, y el suelo del Coliseo se cubre de un vapor oscuro y espeso. Por un momento parece que Raúl ha desaparecido. El público contiene el aliento, esperando lo peor. De repente, ¡BOOM! Una explosión sacude a la serpiente desde adentro, y el reptil se desintegra en una nube de polvo y cenizas.
Y ahí, en medio de todo el caos, aparece Raúl, hecho un desastre, pero con el talismán en la mano. Con un último gesto triunfal, lanza el talismán al suelo y lo destroza.
El público se vuelve loco, estallando en vítores. Raúl, quemado, agotado y cubierto de polvo, se endereza con una sonrisa de satisfacción, mientras David se queda mirando, atónito, con la cara de quien acaba de ver cómo se le escapa el premio.