Capítulo 28: Pelirroja Tentadora.

Al llegar a Herel, me vestí a toda prisa como si me estuvieran persiguiendo para cobrarme impuestos. Ya era casi hora de mi primera clase, y, obviamente, no quería ser el típico estudiante que entra tarde y se convierte en el meme de la generación.

Cuando llegué al aula, lo primero que noté fue que parecía más un teatro que un salón. Los asientos estaban escalonados como si fueran para un espectáculo de comedia, pero en lugar de risas, lo que se escuchaba eran bostezos colectivos. Decidí sentarme en las primeras filas, porque, para mi desgracia, no había ventanas, y mi capacidad de concentración en espacios cerrados es como la de un gato frente a una luz láser: inexistente.

El profesor entró con una energía que solo puede describirse como la mezcla perfecta entre un sabio y alguien que acaba de tomarse un litro de café. Con voz profunda y solemne, pero con un toque de drama de telenovela, nos dijo:

—Estudiantes de nuevo ingreso, esta clase será más nutritiva para sus mentes que un buffet libre para su estómago. Aquí aprenderán qué casa realmente se ajusta a sus poderes mágicos.

Lo miré con interés... bueno, más bien con el interés de quien intenta descifrar si lo que dice es importante o si puede permitirse seguir en modo zombie por falta de café.

—Los magos que canalizan su magia en un arma —continuó el profesor— son magos con... cómo decirlo de forma diplomática... habilidades limitadas. Necesitan un accesorio porque, sin él, su magia es como un WiFi sin contraseña: no existe.

Hubo una risa contenida en el salón. Yo me mordí el labio para no soltar una carcajada, porque vaya indirecta más directa.

—Por otro lado, los magos de tipo invocador y hechizo tienen un talento natural para la magia, pero no se confundan —dijo mientras nos apuntaba con el dedo como si nos estuviera acusando de un crimen—, eso no significa que la tengan fácil. De hecho, tienen que estudiar más, porque, como buenos cerebritos, todo lo complican.

A esas alturas ya estaba claro que el profesor no solo tenía conocimiento sobre magia, sino también un máster en sarcasmo. La clase prometía ser más interesante de lo que había imaginado, y yo ya estaba anotando en mi cabeza todas las formas de sobrevivir a ella sin que me asignaran el título de "el mago más torpe de la historia".

Al terminar las clases, mi celular suena con un toque tan inesperado como un mensaje de WhatsApp de mi abuelita con emojis mal puestos. Contesto y la voz al otro lado es tan sensual que por un segundo pienso que es Siri en modo coqueta.

—¿Sabes quién soy, bebé? —dice una chica con tono digno de comerciales de perfume caro.

Mi cerebro se congela. Vamos, ni mi hermana me llama así. Siendo honesto, mi celular nunca suena, excepto cuando el banco quiere venderme una tarjeta. Esto es raro.

—Mira, si no eres una actriz porno famosa, ni me interesa saber quién eres —respondo con la sutileza de un camión de helados tocando reguetón.

Ah, pero entonces me asalta una duda: ¿Y si de verdad es una actriz porno? Uno nunca sabe, el mundo está loco.

—Ni siquiera puedes adivinar quién soy. Y no, no soy una actriz —me dice.

Vaya decepción, pensé que por fin el universo estaba cumpliendo mis fantasías más descabelladas.

—Pues no sé, de niño soñaba con encontrar una lámpara mágica. Si por fin me encuentro con el genio, quiero gastar mi primer deseo en saber quién te dio mi número. ¡Esto es un misterio digno de Sherlock Holmes! —le digo, porque claramente la intriga me está matando y mi paciencia tiene la elasticidad de una goma usada.

—Soy yo, Devora. Le pedí tu número a mi hermano Dery —dice al fin, y de repente me acuerdo que no soy tan especial como para que las actrices porno anden buscándome.

¡Ay, Devora! ¡La pelirroja más peligrosa que conozco! ¿Qué hago ahora? ¿Admitir que veo más videos subidos de tono que trailers de películas?

—Lo siento, no sabía que eras tú. Pensé que era una broma de mis amigos, que ya sabes, les encanta gastarme bromas semanales. Aunque, honestamente, siempre he odiado el porno… ¡desde niño, eh! —le suelto, con el mismo nivel de credibilidad que un político prometiendo mejorar las cosas.

—No pasa nada, tampoco me identifiqué. Solo quería sorprenderte. Y no te preocupes, sé que eres un muchacho demasiado serio para perder tiempo con ese tipo de cosas. En realidad, te llamo para disculparme formalmente por lo de la otra noche —me dice con una dulzura que podría derretir un iglú.

¿Qué hago ahora? ¡Devora es mi talón de Aquiles! Cada vez que me habla, mi cerebro y mis pensamientos se desnudan solos.

—Mira, Devora, lo cierto es que fue a ti a quien golpearon esa noche. No quiero volverte a meter en problemas. Mejor dejemos las cosas como están, ¿vale? —respondo, intentando sonar más firme que un poste de luz.

—¿Me estás rechazando? ¿O solo esquivándome? Porque aún no he conocido a un chico con esa habilidad. —Ay, y ahí está. Su tono de voz podría convencer a un cactus de mudarse a la Antártida.

—¡Claro que no, Devora! Jamás faltaría al respeto a una dama como tú. ¿Dónde podríamos vernos? —le digo, porque claramente la lógica y mis principios se fueron de vacaciones.

Al llegar a la dirección que me dio, lo primero que pensé fue: "¡Vaya! Este lugar es más grande que mis problemas emocionales". Había un montón de banquillos dispuestos como si fueran el público en un juicio, y yo, claro, me sentía el acusado principal. Apenas la vi, noté su broche de rango Nivel 5. ¿Diamante? ¡Ja! Yo ni en Candy Crush llego tan alto.

—Parece que estás enojado conmigo —dijo ella, con la delicadeza de alguien que te quiere apuñalar, pero en cámara lenta—. O al menos, eso creo. ¿Estoy equivocada?

"¿Enojado contigo? Más bien confundido. Por un lado, eres provocativa como el último pedazo de pizza en una fiesta. Por el otro, mi vida amorosa ya es un circo sin añadir más malabaristas." Pero claro, no podía decir eso.