Black Ghost

Capítulo 39: El enemigo.

Resulta que la maga es bastante buena en lo suyo. Mientras yo estoy atrapado en esta burbuja de chicle maligno, intenta eliminarme con un gas negro que, dicho sea de paso, también dejó a mi esqueleto inmóvil. Sí, así como lo lees: mi pobre esqueleto, petrificado. Eso no se hace.

El tiempo pasa y, dentro de la burbuja, ya no se ve ni la punta de mi nariz porque todo está lleno de humo negro. La maga, muy confiada, cree que ya me tiene listo para el microondas mágico y celebra su “victoria”. Pero, oh sorpresa, me aparezco mágicamente detrás de ella.

—Hola. —Le digo con una sonrisa amigable, porque su cara de susto es digna de meme.

Ella se gira, con los ojos como platos.

— ¿Cómo lo hiciste? ¡Nadie escapa de mi cárcel de humo! —pregunta, porque claramente esto no estaba en su manual de instrucciones.

Como es de buena educación explicar los trucos cuando no tienes intención de matar a alguien, le aclaro:

—Mira, es más fácil de lo que parece. Cuando estaba atrapado en tu burbuja, noté que no solo era como una pared elástica, sino que además me bloqueaba cualquier otro tipo de magia. Resulta que tiene un campo oscuro que me cegaba para teletransportarme fuera. Así que, aprovechando que mi esqueleto seguía atrapado ahí dentro, lo usé como antena para guiarme a través del bloqueador mágico y... ¡pum! Aquí estoy.

Ella, al escucharme, parece genuinamente impresionada.

—¡Increíble! No cabe duda de que eres el hermano de Evelyn. —Siempre con Evelyn. ¿Por qué todo el mundo habla de mi hermana? Yo ni siquiera sé qué hace esa mujer, pero ya me tocará investigarlo.

Intento relajar el momento:

—Entonces, ¿qué tal un cafecito si gano esta pelea?

Ella, soltando una risa nerviosa, responde:

—No te preocupes, te invitaré a un café de todos modos. Pero mejor me rindo. Si saliste de mi burbuja como si nada, no tiene caso seguir. Además, aunque aquí no morimos, el dolor es real, y prefiero no comprobarlo más de cerca.

Y así, en un giro que nadie esperaba (o quizás sí), se rinde. Los evaluadores aparecen, la desintegran de manera bastante dramática, y con eso, ¡pum! Termino con mi cuarto oponente sin siquiera despeinarme.

Pero no todo son buenas noticias. Ahora me toca enfrentar al quinto contrincante: Raúl. Sí, el mismo Raúl que tuvo la brillante idea de golpearme en la cara. No hay ningún tipo de problema. Si de mí dependiera, ni lo tendría cerca, pero claro, aquí estamos.

Qué ganas de terminar esto rápido y seguir con mi café prometido.

De repente, como salido de un truco de mago de quinta, ¡pum! Aparece Maicol. ¡Maicol! El mismísimo Maicol. Ahora es mi oponente. Ni en mis sueños más raros me lo esperaba.

—¡Ey, Alberto, tranquilo! No pongas esa cara de estar lanzando hechizos en tu mente. No vine a pelear contigo. Si te diste cuenta (y si no, te lo explico despacito), no me desintegré porque, adivina, no tengo Quirio en mi sangre. Solo estaba ahí, entre el público, viendo el show, y decidí aparecer aquí porque, no sé, me encanta hacer entradas dramáticas. Raúl está calentando motores y quería charlar contigo mientras tanto.

Un momento… ¡Es cierto! Ahora que lo pienso, los que se desintegran lo hacen con estilo: un montón de partículas brillantes que se van uniendo como en un videoclip de música pop.

—¡Qué despiste el mío! Mil disculpas, Maicol. Pensé que te habías teletransportado de forma... creativa. Es que, ya sabes, al no sentir tu magia... Bueno, error mío. —Voy a inventar una excusa rápido, que no quiero quedar como el despistado del grupo.

—Ah, tranquilo, Alberto. Se nota que no me conoces. Esto es parte de mi flujo mágico. Pero bueno, eso no importa ahora. Vine a preguntarte algo más importante: ¿Es verdad que te pasaste tres años en coma o es pura telenovela? Porque, seamos sinceros, tu nivel de magia está tan alto que da para sospechar que eras tú el que estaba de parranda entrenando con Evelyn mientras en el hospital había un muñeco mágico en tu lugar. Aunque claro, según los papeles médicos, eras tú de verdad.

—Pues... —¡Ja! Ni de broma le digo la verdad. Seguro no me cree—. Sí, estuve tres años como una estatua en esa cama, sin moverme ni nada. Créeme, ahora estoy aquí tratando de recuperar el tiempo perdido.

Desde el principio no quería hacer amigos ni armar un club de fans en esta escuela de magia. Mi plan era pasar desapercibido, como una sombra cool, mientras subía niveles poco a poco.

—Pues ponle ganas, Alberto, porque desde hoy soy oficialmente tu fan número uno. Ah, y te estaré esperando en el Nivel 6 con mis compañeros. Por cierto, uno de ellos es Evelyn. Así que, tarde o temprano, tendrás que enfrentarte a ella.

¡Genial! Mi hermana en el camino. Como si no tuviera suficientes problemas.

—No está en mis aviones pelear contra mi hermana. —Claro, eso digo, pero todos sabemos que aquí los administradores te obligan hasta a pelear con tu sombra si hace falta.

—Piénsalo bien, Alberto. Si quieres llegar a la cima y ser el mejor, tendrás que enfrentarte a todos. Y si Evelyn es tu piedra en el camino, más vale que lleves un buen martillo.

—Tienes un punto, pero espero que no se dé esa pelea. —Aunque, con mi suerte, ya me veo protagonizando la batalla mágica del año contra mi hermana.

—¿Sabes qué? Esto me recuerda a Berek. El tipo podría derrotar a su propio hijo Orlando con una mano atada a la espalda si quisiera, especialmente en las elecciones de Herel. Con toda esa fama de Legendario, sería un director perfecto, pero no, prefiere no encerrarse en una oficina con un traje ajustado firmando papeles todo el día. Aunque, la verdad, creo que es porque, detrás de esa fachada de ogro, es un buen padre. —dijo, mientras Maicol asentía con cara de "claro, claro".

Mira, Maicol hasta parece un libro abierto con datos interesantes.

—El deber de un padre es más que un título porque si lo que dices es cierto, ese ogro solo tiene consideración por su familia. —Maicol levantó una ceja, divertido.



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Editado: 18.07.2025

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