Black Ghost

Capítulo 41: El Misterio.

Ahí íbamos, camino al metro. Sí, al metro. Todavía me cuesta creer que puse un pie en ese transporte público, porque, vamos, yo suelo moverme exclusivamente en mi limusina (claro, qué es la vida sin un chofer y un minibar, ¿verdad?). Pero bueno, hay días en que la vida decide que necesitas un poco de contacto con los mortales, así que aquí estoy, en esta expedición urbana.

Llegamos a la parada de Herel, donde compramos varios tiques. Sí, varios, porque al parecer no basta con un solo papelito; uno nunca sabe cuándo la máquina del metro decide que es día de fiesta. Mientras esperamos el próximo tren, miro alrededor y confirmo que el metro es un verdadero zoológico: hay estudiantes, oficinistas, abuelitas con bolsas misteriosas, y un tipo que parecía estar hablando con un bocadillo imaginario. ¡Un espectáculo!

Subimos al tren, que, por cierto, tenía más gente que un concierto gratis de reguetón. Entre empujones y olores que no mencionaré, en cuestión de minutos llegamos a nuestra estación. Bajamos del tren (o más bien, nos expulsaron en masa), y subimos las escaleras hacia la superficie como si fuéramos topos saliendo al sol.

Lo primero que noto al salir es el caos: puestos de comida rápida (¿alguien quiere un churro?), luces de neón parpadeando como si anunciaran una invasión alienígena, y una multitud de gente que camina en todas direcciones como si estuvieran en una coreografía sin música.

Mientras intentaba no chocar con nadie, un chico aparece de la nada como un ninja. Me dice que un hombre, "aquel de allá”, quiere hablar conmigo y que le dio ese mensaje para entregármelo personalmente. Intrigado (y un poco asustado, no voy a mentir), lo busco con la mirada y lo veo: está sentado en un café con mesas al aire libre, en plan "soy misterioso pero accesible".

Ya estábamos cerca del karaoke, ese lugar donde las personas olvidan que tienen dignidad y se lanzan a cantar como si fueran estrellas de rock en un universo paralelo. Pude verlo desde donde estaba, tan cerca que casi podía oler la mezcla de micrófonos y entusiasmo desbordado. Le digo a mis amigos que se adelanten, asegurándoles que los alcanzaré más tarde.

Con la curiosidad picándome como un mosquito en verano, me acerco al hombre misterioso y tomo asiento frente a él. ¿Quién será? ¿Qué querrás? ¿Y por qué siento que esto parece el comienzo de una telenovela de bajo presupuesto?

Cuando llegué al lugar donde el desconocido me esperaba, con una actitud misteriosa que parecía sacada de una telenovela de bajo presupuesto, me senté frente a él. Se inclinó hacia mí con aires de importancia, como si fuera un espía internacional.

—¡Por fin! —dijo, como si llevase esperando siglos—. Por tres meses he estado intentando encontrarte, pero siempre sales en tu cochazo blindado. Hoy, por fin, te atrapé caminando como un mortal.

La cosa se ponía rara. Me miraba como si yo fuera el protagonista de una profecía.

—Bueno, veo que usted parece conocerme, pero yo a usted no lo ubico ni en los créditos de mi vida. ¿Qué tan urgente era este acos… digo, encuentro?

El hombre suspira profundamente, como si estuviera por soltar un drama de proporciones picas.

—Es sobre tus padres.

¡Bam! Me quedé petrificado. ¡¿Mis padres?!

—¿Qué sabe usted de mis padres? —le espeté, sintiéndome como en un episodio de una novela de detectives baratos—. Porque, hasta donde yo sé, están muertos.

El hombre se asoma solemnemente, como si fuera el portador de oscuros secretos.

—Yo trabajaba para ellos. Era ingeniero mágico en el edificio D de su empresa. Ganaba bien, tenía un futuro brillante… hasta que descubrí el casino.

Aquí va la moraleja de la historia: no combina magia y apuestas, amigos.

—Perdí todo. Dinero, trabajo, dignidad… hasta la membresía del club de golf. La empresa de tus padres me despidió cuando se enteraron de mis deudas. Fue un golpe bajo, pero me lo busqué.

Esto ya parecía un capítulo de Intervención Mágica Anónima. Estaba a punto de soltarle algo, pero él siguió como tren descarrilado:

—Pero ahora soy un hombre cambiado. Amo a mi esposa, a mis hijos, y aunque ahora trabajo como carga cajas, no me avergüenzo. Pero las deudas me persiguen como un ogro hambriento, y estoy a punto de perder mi casa.

El tipo parecía sincero, aunque más que arrepentido, parecía desesperado. Me compadecí un poco… pero solo un poco.

—Y ¿cómo puedo ayudarte? —pregunté, tratando de no sonar condescendiente, aunque ya me veía ofreciendo empleo o algo peor.

—Bueno, hay algo más… —dijo, preparando el terreno para soltar la bomba.

Lo que vino fue una historia tan surrealista que parecía salida de un libro de conspiraciones malas:

—En uno de mis viajes como camionero, un hombre se me acercó al ver el logo de la empresa de tus padres. Me dijo que sabía dónde estaban… ¡vivos! Pero me pidió una cantidad de dinero tan grande que podría comprar un medio país.

—Y tú le creíste? —dije, mirándolo como si acabara de declararse fan del horóscopo para tomar decisiones financieras—. ¡Sin pruebas ni nada! Esto suena más falso que los descuentos del Black Friday.

El hombre puso cara de mártir.

—No sé, algo dentro de mí dice que no miente. Solo necesito el dinero para ir a la dirección que me dio, comprar un carro y buscar a tus padres.

—Claro, porque eso tiene todo el sentido del mundo —respondí con sarcasmo—. ¿Y qué pasa si resulta ser un estafador? ¿Te van a dar un premio por ser el crédulo del año?

Él me miró con ojos suplicantes. Entre el drama, el absurdo y su cara de cachorrito perdido, decido no mandarlo al demonio… aún.

—Está bien, veré qué puedo hacer —dije, suspirando como quien acepta un reto que sabe que va a salir mal. Total, lo bueno de ser rico es que, si todo esto era un fraude, al menos tendría una anécdota para reírme luego.

El hombre me miraba con una mezcla de terquedad y fervor religioso.



#1864 en Fantasía
#339 en Magia
#285 en Ciencia ficción

En el texto hay: fatasia, cienciaficion, amordehermanos

Editado: 18.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.