Capítulo 48: Juguetes Mágicos.

Solo quedamos siete clones, los dos anteriores clones murieron de una forma muy cruel por la fuerza brutal de ese mono.

Cinco de mis clones empezamos a correr alrededor del mono para realizar nuestro círculo, con esto impulsar al mono por los aires y cortarlo por todas partes.

El mono por instinto animal lanza puñetazos al alzar por alrededor del círculo para intentar escapar, pero se corta el puño porque los cinco los cuales estamos corriendo alrededor dejamos un reflejo el cual parecen que son miles de nosotros que están corriendo en forma circular y si alguien intenta pasar fuera del círculo solo termina herido por nuestras espadas.

La única forma de salir es desapareciéndose mágicamente, pero si lo hace los dos clones que quedan vivo lo están esperando fuera del círculo para atacarlo cuando esté indefenso por utilizar la técnica de desaparecerse mágicamente.

Pero no creo que este animal pueda desaparecerse ni que tuviera cerebro propio para saber usar magia.

Casi ya terminando el círculo, el mono se enoja chocando sus dos manos a su pecho, dando un grito de furia al no poder escapar.

Lo siguiente que realiza el mono es golpear muy fuerte el suelo, hasta crear un terremoto dentro del Coliseo y mis cinco clones quedan en desequilibrio en el último segundo y no pudiendo terminar el círculo.

El mono corre hacía unos de mis clones que se estaban casi cayendo por el terremoto, lo toma con sus dos manos intentando exprimirlo, pero mi clon hace fuerza para evitar morir así por ese mono salvaje.

Al terminar el terremoto mis demás clones, vuelven a retomar el círculo, que ya estaba casi terminado para lo cual no se desvanezca por completo, ya que solo le faltaban poco segundos para activarlo.

Pero es muy tarde mi clon murió porque ese maldito mono lo apretó con sus dos manos, hasta exprimirlo como una china de jugo, solo espero que su sacrificio valga la pena.

El mono sale volando por los aires al terminar de activar el círculo y mis seis clones, que quedamos vivos empezamos atacarlo.

Ahora el mono salvaje indefenso en el aire está siendo despedazado por mis clones, varias partes del cuerpo del mono han sido arrancadas por el filo de todas las espadas de mis clones tanto así que al caer al piso el mono cae en trocitos porque lo hicimos picadillo.

Se lo merecía el maldito mono acabo con tres de mis clones ahora solo quedamos seis clones, en estos momentos mis clones están mirando hacia arriba en el cielo donde está el chico subido en la paloma, pues debemos eliminarlo.

Procedemos a dispararnos volando en el aire lo seis donde está el chico, veo que la máquina voladora de un orificio sale una ametralladora para empezar a lanzar tiros por segundos a unos de mis clones y este se cubre con su espada, pero son demasiadas balas y trapazan todo su cuerpo, ya que no pudo esquivarlas todas las balas con su espada para así en vez de impactarle a él las balas le dieran a la espada, pero no le funcionó esa estrategia a mi clon, con eso muere en el aire, convirtiéndose en polvo negro ahora solo somos cinco los cuales ya quedamos vivos.

Al entrar al campo minado de las pequeñas bolas en forma de bomba que están flotando en el aire nos aseguramos de volar sin tocarlas, pero no importa a pesar de eso se empiezan a detonar una por una, solo de sentir nuestra presencia cerca de ellas.

Unos de mis clones no pudieron evadir la explosión que nos halló a todos por sorpresa, y se le abre el pecho por unas de las bombas cayendo inconsciente por el aire hasta caer al suelo donde muere desangrado convirtiéndose también como los demás en polvo negro.

Unos de mis clones llegan a donde la máquina voladora y la corta en pedazos, pero tenía una bomba interna y la explosión fue tan grande mucho más que las pequeñas bolas en forma de bomba que desapareció a mi clon por completo, ni siquiera este después de morir se convirtió en polvo negro no quedo nada de su cuerpo después de la explosión.

Esquivando bomba tras bomba como si estuviera jugando a un Twister explosivo, este mago se las arreglaba para ser más molesto que un mosquito en la oreja. Sus trucos no eran precisamente magia, sino más bien un manual de “Cómo hacer enojar al enemigo en 10 pasos”. Al fin llegamos: tres de mis clones y yo, los únicos sobrevivientes de esta odisea de chispas y malabares. Nos plantamos sobre una paloma gigante (sí, leíste bien, una paloma gigante), rodeando al niño que se encontraba en el centro del escenario como si fuera la estrella de un espectáculo de circo.

—Por favor… Por favor, no me corten con sus espadas. Ya no me queda magia ni para encender un fósforo. Me rindo —imploró el niño con cara de cachorrito triste.

Tuve que detener mi épica intención de atacarlo y, en lugar de eso, le extendí la mano. “Buen trabajo, chaval”, le dije, mientras lo felicitaba por haber cargado a seis de mis clones con sus juegos de feria. Uno menos, pensé.

Los cuatro —el niño, mis tres clones y yo— descendimos sobre la paloma gigante hasta el suelo, como si estuviéramos en un aterrizaje de película clase B. Al pisar el suelo, el niño me deseó suerte y luego, para sorpresa de todos, comenzó a desintegrarse. Sí, como un villano de película después de decir algo poético. La verdad, lo entendí. Si ya no le quedaban más trucos en la manga, rendirse era la mejor opción.

Mientras todo esto sucedía, un pensamiento aleatorio cruzó mi mente: Yolanda. ¿Dónde estaría esa mujer en este Coliseo lleno de locos? Si supiera cuánto la extraño, probablemente estaría aquí, besándome y diciéndome que todo saldrá bien. Pero claro, nunca se lo diré porque, bueno, soy un hombre, y el orgullo masculino pesa más que un yunque. Aunque, para ser honesto, extraño el néctar de su cuerpo más de lo que quisiera admitir. Pero bueno, sigamos, que esto no es una novela romántica.

De vuelta al presente, mi quinto y último oponente ya estaba en escena. ¡Por fin, la final del Nivel 2 de la Liga Plata! A ver qué sorpresas me trae este contrincante.