Capítulo 49: Al revés.

Hago que mis dos clones se vuelvan polvo negro mientras están parados, pues no lo necesitaré más.

Y me quedo yo solo, para hacer mi siguiente movimiento el cual consiste en pasar mi mano por toda la espada, realizando así mi segunda transformación.

Ahora mi espada no tiene su metal negro, sino que toma su color normal que tienen todas las espadas y con su empuñadora dorada ese color no cambia.

Mi segunda trasformación de mi espada consta de una única habilidad mágica la cual me lleva a dominar los combates que he tenido con anterioridad en el otro mundo donde estuve, cuando estaba en coma porque en este mundo es la primera vez que estoy utilizando mi segunda Joya.

La habilidad de mi espada se llama Mundo al revés, pone todo al revés en mis peleas y no es una ilusión, si no es una realidad como si surgiera otra dimensión cambiando el orden natural de las cosas poniéndolas al revés.

Mi oponente corre hacia mí a gran velocidad, pero a mitad del camino choca contra la pared del Coliseo rompiéndose la nariz y sangrando por esta misma.

Es la misma distancia que estaba desde el punto donde empezó a correr hasta la pared, porque en realidad no estaba corriendo hacia mí sino al revés donde está la pared.

Ahora soy yo que corre hacia donde él, para al levantarse y voltearse mi oponente, espera que yo esté lo suficientemente cerca y me lanza un puñetazo el cual choca con la pared haciendo un pequeño agujero con su puño.

Y le clavo mi espada en la espalda, luego la saco al causarle la herida y me retiro hacia atrás.

—¿Cómo lo haces? Estoy seguro de que te lancé mi golpe de frente, pero sale de lado contrario a ti —Está muy confundido mientras, yo observo su herida que le causé.

—Es un truco que no puedo decirte, si quiero eliminarte sin problemas.

Ahora camina lentamente hacia delante con el temor de chocar con la pared que está detrás de él, déjame terminar con esta pelea ya está muy herido.

Voy corriendo con mi espada para clavársela nuevamente, veo que usa sus dos manos sin avanzar para cubrirse tal parece que ya tiene miedo de moverse, pero al siguiente instante sé la clave de espalda a él, cerca del corazón.

Al sacar mi espada veo que da dos pasos hacia delante y cae muerto, desintegrándose de inmediato, así fue como terminé con mi último oponente de la Liga Plata.

Todo el público se pone de pie como si hubieran activado un recurso gigante bajo sus sillas. Los aplausos suenan como si alguien le hubiera prometido tacos gratis después del show. Nunca en mi vida me había sentido tan importante, ¡ni siquiera esa vez que gané el concurso de "Mejor Imitación de un Pingüino"! Es la primera vez que veo a tanta gente mirándome como si fuera una mezcla de rockstar y superhéroe. Supongo que es una sensación agradable, aunque ahora entiendo un poco la presión de los famosos: ¿y si me resbalo? ¿Y si me sacan memes?

Me desintegran a una de las cápsulas del Coliseo. ¡Sí, suena como algo sacado de "Star Trek"! Al salir, unas sanadoras me dan un chequeo rápido, más exprés que servicio de comida rápida. Una de ellas me pregunta si estoy bien, a lo que respondo: "¿Físicamente o emocionalmente?" Y sin esperar respuesta, me dejan ir.

Orlando, como siempre, está feliz. Tan feliz que parece un niño al que le dieron permiso para comer postre antes de la cena. Según él, todo va según lo planeado, y me explica que un porcentaje de las ganancias de la pelea —apuestas, taquillas, publicidad y demás— irá directo a mi cuenta bancaria. ¡Espera, qué! Resulta que ganar dinero golpeando gente no solo es legal aquí, sino bastante lucrativo. Aunque, sinceramente, no necesito más billetes… Pero bueno, nunca está de más tener algo para comprar snacks o, quién sabe, un jet privado. ¡Prioridades! y así me marcho del lugar.

Entro a mi dormitorio y, ¡sorpresa!, ahí está Evelyn, parada como si esperara el momento exacto para darme un susto de muerte. Antes de que pueda decir algo, se lanza sobre mí cual torpedo humano, abrazándome y plantándome besos. Luego empieza a forcejear con mi poloche como si fuera un envoltorio de regalo navideño.

—¡Eyyy, tranquila! ¿Qué rayos te pasa, Evelyn? —logro zafarme, alejándola como si estuviera conteniendo a un gato salvaje con ambas manos.

Ella me mira con unos ojos de culebra hipnotizadora y dice, muy seria:
—Es que estoy súper excitada después de verte pelear mágicamente. No sabía que eras tan fuerte, y este calor interno no se aguanta.

Ok, pausa dramática. Esto es tan raro que necesito un diccionario para descifrarlo. ¿Emocionada? ¿Calor interno? Esto suena más a comercial de sopa instantánea que una conversación normal.

—¡Estás loca! —le digo, señalándola con dedo acusador—. Eres mi hermana, no voy a hacer nada de eso contigo. Mira, sé que en el pasado he contribuido a que sigas alimentando tu nivel de locura, pero hasta aquí llegamos. Este tren ha parado, estación final.

Evelyn sonríe de una manera que no sé si es coqueta o simplemente perturbadora.
—Ah, claro, ahora te haces el difícil. Pero es mi culpa. He dejado de darte tu dosis por tus combates. Quiero que tengas el mejor desempeño en tus peleas mágicas. Aunque no te preocupes, voy a aumentar la dosis, y pronto estarás suplicándome que te deje comerme enterita.

Espera… ¿qué? ¿Dosis? ¿Qué está diciendo? ¿Es un comercial de suplementos?
—Necesitas ayuda, Evelyn. Pero ayuda seria, tipo psiquiatra con doctorado y un diván cómodo. Es más, vamos juntos, porque esto ya es un combo de locura compartido.

Y entonces lo veo. Ese spray que sostiene Evelyn… ¡Espera! Ese spray lo he visto en mis sueños. ¿Qué está tramando? Antes de que pueda reaccionar, pierdo el conocimiento.

Cuando despierto, me duele la cabeza como si me hubiera bebido tres botellas de tequila barato. Y lo peor no es eso… hay una voz en mi cabeza susurrando que debo tener sexo con Evelyn. ¿De dónde demonios salió esta voz? ¿Y por qué de pronto la idea no me parece tan terrible? ¡¿Qué está pasando aquí?!