Black Ghost

Capítulo 72: Batalla II.

Los otros dos hombres mitad blanco, mitad negro llegan corriendo hacia el mono, que, al verlos venir, decide que es momento de sacar su mejor truco. Gritando como si estuviera en una película de artes marciales clásicas, carga todo su pelaje blanco con una electricidad tan intensa que parece un árbol de Navidad mágicamente electrificado.

El primer hombre, sin inmutarse, se acerca decidido, pero el mono no pierde tiempo: ¡zas!, le lanza un puñetazo eléctrico directo al pecho. El golpe es tan fuerte que el hombre sale arrastrándose hacia atrás, probablemente pensando, "¿Por qué no me quedé en mi guarida yin-yang?".

El segundo hombre, que claramente no aprendió del ejemplo de su compañero, intenta atacar. Pero el mono, ya en modo "yo soy la tormenta", le lanza otro puño cargado de electricidad. Esta vez, el hombre demuestra que tiene reflejos: se agacha justo a tiempo, esquivando el ataque, y aprovecha para darle un golpe directo en la cara al mono.

El mono, sorprendido por el derechazo, no tiene tiempo para recuperarse antes de que el mismo hombre le suelte otro golpe, esta vez al estómago. Si eso no fuera suficiente, desde el aire viene el primer hombre, que se ha rehecho de su viaje eléctrico y decide sumarse al combo: ¡patada aérea directa al mono! El impacto deja al pobre mono un poco aturdido, con los ojos medio en blanco como si estuviera viendo estrellas mágicas.

Justo cuando uno de los hombres yin-yang está a punto de darle el golpe final, ¡aparece Maicol! En el último segundo, Maicol agarra la mano del atacante como si estuviera en un concurso de pulsos mágicos. Con una fluidez impresionante, gira y conecta una patada espectacular que lanza al hombre yin-yang deslizando por el suelo como si estuviera en una pista de patinaje.

El mono, todavía algo mareado, mira a Maicol como diciendo: "¿Qué te costaba llegar un poco antes?". Y yo, desde las gradas, no puedo evitar pensar: "Si esto no es trabajo en equipo épico, no sé qué lo es".

El otro hombre yin-yang que seguía en pie no perdió el tiempo. Apenas vio a su compañero volar gracias a la patada de Maicol, se lanzó directo hacia él con nada de intenciones amistosas. Pero, antes de que pudiera siquiera alzar su puño, ¡paf!, una ráfaga eléctrica disparada por el mono lo golpea de lleno. El impacto es tan brutal que el hombre literalmente se hace pedazos. Sí, pedazos. Ahora hay uno menos de los cuatro, y yo, desde las gradas, solo puedo pensar: "Bueno, al menos no tendrán que girarse para atacar".

El hombre que había quedado en el piso, tras el "paseo" cortesía de Maicol, decide que ya es suficiente de descansar y se levanta con una actitud de "esto no ha terminado". Mientras tanto, los otros dos hombres, que antes estaban ocupados persiguiendo a Maicol, ahora cambian de objetivo. Los tres corren como si estuvieran en una carrera de relevos hacia Maicol y el mono, que están de pie juntos, probablemente pensando: "¿Otra vez estos tipos?".

Cuando los tres hombres se reúnen, levantan sus manos al unísono, como si estuvieran haciendo un hechizo grupal de alta gama, y ​​lanzan un rayo mágico de luz blanca que parece salido de un espectáculo láser de otra dimensión.

El mono, que no se deja intimidar fácilmente, reacciona al instante. Con un grito que parece una mezcla entre un rugido y una descarga eléctrica, levanta su escudo eléctrico. El escudo se expande, envolviendo tanto a él como a Maicol, y bloquea el ataque como si fuera un paraguas mágico contra una tormenta de rayos.

Mientras las explosiones de luz blanca siguen golpeando el escudo de forma continua, Maicol analiza la situación con calma, como si estuviera pensando: "Bueno, esto es molesto, pero al menos estoy a salvo". De repente, sin previo aviso, se desaparece mágicamente fuera del escudo, dejando al mono solo con los rayos mágicos golpeando la barrera.

El mono, claramente molesto, parece decir con su expresión: "¡¿En serio, Maicol?! ¿Vas a dejarme solo con estos locos?!" Pero Maicol, ahora fuera del escudo, seguramente tiene un plan (o eso espero, porque si no, esto va a ser complicado).

Y yo, desde las gradas, sigo sin saber si esto es una pelea mágica o un espectáculo teatral en vivo, pero estoy entretenido.

Maicol, con su estilo dramático de "aquí vengo a arreglar todo", aparece mágicamente justo al lado de uno de los hombres yin-yang. Sin perder tiempo, le da una patada en las manos con la precisión de un futbolista profesional. ¿El resultado? El rayo mágico que el hombre estaba lanzando al escudo eléctrico del mono se desvía y, en un giro de ironía mágica, termina golpeando a otro de los hombres yin-yang. ¡Auge! Ese rayo rompe al pobre en pedazos como si fuera un adorno de cristal mal pegado.

"¡Ahá!", pienso. "¡Entonces estos tipos están hechos de cristales! Eso explica por qué se rompe tan espectacularmente".

Pero Maicol no se detiene ahí. Aprovechando el momento, le suelta un puñetazo directo al estómago al hombre que acaba de desarmar. El impacto lo deja doblado como si hubiera comido demasiado en una cena mágica. Sin duda, Maicol sigue la ofensiva: ¡rodillazo en la cara! Y, para rematar con estilo, gira sobre sí mismo y le da una patada giratoria que lo manda volando directo hacia el mono.

Mientras tanto, el mono, que ya no tiene su escudo eléctrico porque dejaron de bombardearlo con rayos, está más que listo para vengarse. Con su puño cargado de electricidad, ¡zas!, parte en pedazos al tercer hombre yin-yang como si fuera una piñata que nadie quería en la fiesta.

Pero el espectáculo no termina ahí. Desde atrás del mono, el último hombre intenta sorprenderlo con una patada traicionera. El mono, al darse la vuelta, parece estar pensando: "¿En serio? ¿Después de todo esto, todavía lo intentas?". Pero antes de que el golpe llegue, ¡aparece Maicol mágicamente una vez más! Con un movimiento rápido, Maicol detiene la pierna del hombre con ambas manos como si estuviera manejando un ataque en cámara lenta.



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Editado: 18.07.2025

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