<No hay nada malo en creer en ti mismo, e intentar alcanzar tus sueños.>
Miro al cielo en medio de esta evanescente oscuridad, una noche sin luna, pero tapizada de estrellas deslumbrantes a mitad de este bosque gélido cual invierno, con un manto blanco bajo mis pies, y la refrescante brisa del mar a mi espalada, todo tan insignificante y seco al compararlo con ella frente a mí, su tés clara y delicada, viendo como los copos de nieve se derriten al tocarla, su cabello claro acastañado y suave, tan largo que se balancea al compás del viento con delicadeza, todo mientras sus ojos cristalinos de color zafiro y diamante me miran con ternura, la inocencia de una niña en esos ojos, sin culpa u odio, ni siquiera un solo resentimiento. Deseo abrasarla y no dejarla jamás, pero mi cuerpo no responde, no logro mover mis brazos ni mis piernas, el batir del viento no me deja si quiera estar cerca de ella, tan solo puedo mirarla sonreír, con esos labios finos y suaves, parecen temblar de frio, pero sonríen, susurrando ante mí; no logro escuchar lo que es; por favor, tan solo quiero, tan solo deseo… acercarme a ti y así cuídate por el resto de mi vida, mi princesa, mi tesoro.
Pero al final, lo único que me queda…
su sangre tiñendo la nieve en color carmesí. Lo único que me queda es tan solo esto, entre mis manos la sostengo con fuerza, aun tibia por la sangre… “plata”.
“Venganza”