BlackSwan
MichiBlack
CAPÍTULO TRES.
Llegar a casa fue más pesado de lo que me imaginaba.
La sala de estar estaba igual que cuando me fui.Su taza rosa se encontraba aún encima de la mesita y su mochila en el sofá.Suspiré,¿porque no acepté quedarme con Lila?.
Por un momento me sentí perdida y mi mente jugó conmigo.
La ví,ahí sentada en el suelo sonriendo,solo como ella lo hacía.
Aún no me acostumbro a tu partida,mi Anni.
Me es difícil asimilar que ella ya no está.No ha pasado ni una semana,y siento que fue ayer cuando la vi colgada.Tengo miedo de despertar porque se que cuando lo haga,seguiré pensando que mi hermana está aquí con vida.
Siendo que ya no lo está.
Di una última mirada por la sala antes de abrir la puerta y salir corriendo de ese lugar.
¿A dónde iba?,no tenía ni idea,solo quería irme lo más lejos posible.Alejarme de cualquier recuerdo que me llevaba a Anni,alejarme de los lugares donde paseábamos.Alejarme de todo.
Annie
Annie
Annie
Es lo unico que tenia en mi cabeza
Corrí sin rumbo, dejando que mis pies me guiaran. El aire frío de la noche me golpeaba el rostro, pero no me importaba. Quería sentir algo, cualquier cosa que me distrajera del vacío que me estaba consumiendo por dentro. Las luces de la ciudad pasaban como sombras a mi alrededor, desenfocadas por las lágrimas que no podía contener.
Llegué al parque donde solíamos ir juntas. Anni amaba este lugar. Las risas de los niños que jugaban en los columpios resonaban en mis oídos, pero en mi mente solo había silencio. Me dejé caer en una banca, jadeando, tratando de contener el dolor que apretaba mi pecho.
"¿Por qué te fuiste?" murmuré, esperando que, de alguna manera, ella pudiera escucharme. "¿Por qué no me dijiste lo que sentías? ¿Por qué me dejaste sola?"
Cerré los ojos y recordé la última conversación que tuvimos. Anni parecía tan tranquila, tan en paz. Nunca imaginé que detrás de esa sonrisa se ocultaba un océano de tormento. Y ahora me quedaba solo su ausencia, un eco constante en cada rincón de mi vida.
Me abrazaba a mí misma, temblando. Cada sonido, cada imagen, me llevaba de vuelta a ella. A sus bromas tontas, a su risa contagiosa, a sus abrazos cálidos. Todo estaba impregnado de su presencia, y al mismo tiempo, todo me recordaba su ausencia.
El cielo comenzó a llorar conmigo. La lluvia caía lentamente al principio, como si también dudara en empezar. Pero en poco tiempo se volvió intensa, empapando mi ropa y mi piel, fusionándose con las lágrimas que corrían por mis mejillas. No me importaba. Dejé que el agua me envolviera, como si con ella pudiera borrar el dolor, el sufrimiento, y sobre todo, la culpa.
—Lo siento tanto, Anni... —susurré, mi voz rota entre sollozos.
De pronto, sentí una presencia cerca. Abrí los ojos y vi una figura acercándose bajo la lluvia. Al principio no distinguía quién era, pero a medida que se acercaba, me di cuenta de que era Lila. Sabía que no debería haberme quedado sola.
—Te he estado buscando por todas partes —dijo con voz suave, sentándose a mi lado en la banca empapada—. No tienes que pasar por esto sola.
No dije nada. No podía. Solo me dejé caer en sus brazos, sintiendo cómo la barrera que había construido se desmoronaba.
Ella me abrazó con fuerza, como si sus brazos pudieran sostenerme entera cuando todo lo demás estaba roto.
—Estoy aquí —susurró Lila—. No voy a dejar que te hundas.
Y aunque nada de eso podía traer de vuelta a Anni, sentí un pequeño consuelo al saber que no estaba completamente sola.
Nos quedamos así por lo que parecieron horas, bajo la lluvia, en silencio. Lila no me pidió que hablara, no me presionó. Simplemente estuvo ahí, conmigo, dejando que la tormenta hiciera lo que tenía que hacer. Agradecía ese silencio, porque no sabía qué decir. No tenía las palabras adecuadas para describir el vacío que sentía, ni las preguntas sin respuesta que se arremolinaban en mi mente.
—No sé qué hacer, Lila —dije al fin, mi voz apenas un susurro—. No sé cómo seguir sin ella. Todo me recuerda a Anni... cada lugar, cada cosa...
Lila respiró hondo y me miró a los ojos, su expresión era una mezcla de comprensión y dolor. Quizás, en el fondo, ella también estaba rota. Anni no era solo mi hermana, era parte de todos nosotros.
—No tienes que saberlo ahora —me dijo, con esa tranquilidad que siempre tenía cuando todo lo demás parecía caótico—. Nadie espera que lo sepas. Solo... da un paso a la vez. Y cuando no puedas, yo estaré aquí para ayudarte.
Asentí, pero dentro de mí sentía que ni mil pasos serían suficientes para escapar de lo que había pasado. El peso de su ausencia seguía ahí, aplastándome. Y luego, estaba la culpa, esa maldita culpa que no me dejaba respirar. ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Cómo no vi las señales?
—¿Recuerdas cuando fuimos al lago con Anni el verano pasado? —dijo Lila de repente, sacándome de mis pensamientos.
Asentí lentamente, recordando ese día con claridad. Anni había saltado al agua sin pensarlo dos veces, su risa resonaba en el aire mientras nos mojaba con salpicaduras. Había estado tan llena de vida, tan despreocupada. Nunca imaginé que alguien que reía tan fuerte pudiera estar sufriendo tanto por dentro.
—Siempre hablaba de cómo quería volver a ese lugar —continuó Lila, su voz temblando un poco—. Dijo que ese día fue uno de los mejores de su vida.
Las palabras se ataron en mi garganta. Me dolía recordar, pero al mismo tiempo no quería olvidarla. No quería que los recuerdos de Anni se desvanecieran, por dolorosos que fueran. Sus risas, sus bromas, incluso sus silencios, eran lo único que me quedaba de ella.
—Yo también lo recuerdo —murmuré, intentando mantener la voz firme—. Estaba tan feliz ese día... como si todo fuera perfecto, como si no hubiera ningún peso sobre sus hombros.