Blackswan

Capítulo 04

BlackSwan

MichiBlack

CAPÍTULO CUATRO

La melodía seguía resonando en mis oídos, atrayéndome hacia lo desconocido. La lluvia había menguado, pero el viento frío me envolvía mientras me adentraba más en el parque, siguiendo esa canción que no dejaba de sonar, como si tuviera vida propia.

La canción de Anni.

Cada paso que daba me hacía sentir más lejos de la realidad y más cerca de algo... indefinible. Algo que no entendía pero que, de alguna manera, me resultaba familiar. El sonido de la guitarra flotaba entre los árboles, como un susurro que me llamaba, pero ahora había algo más.

Un ritmo.

Cuando levanté la vista, mis ojos se encontraron con una figura que no había estado ahí antes.

A pocos metros de distancia, bajo la tenue luz de una farola, había un hombre. Estaba de pie, inmóvil, con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, como si estuviera escuchando la misma música que yo. Iba vestido con un traje impecable, una extraña combinación de blanco y negro que parecía contrastar con la oscuridad que lo rodeaba.

Algo en su porte me parecía inusual, como si perteneciera a otro tiempo, a otro mundo.

Antes de que pudiera procesar su presencia, el hombre comenzó a moverse. No caminaba; bailaba. Sus pies se deslizaban con una gracia casi sobrenatural, como si fuera parte de la melodía misma. El ritmo de su baile estaba perfectamente sincronizado con la música que yo escuchaba, aquella canción que Anni solía tocar. Parecía estar danzando al son de una melodía invisible para el resto del mundo, pero tan clara para mí.

Mis pies se detuvieron, y me quedé ahí, observándolo. El hombre giraba suavemente, sus movimientos eran hipnóticos, como si estuviera en una especie de trance. Su baile no era alegre, pero tampoco triste.

Era algo intermedio, algo melancólico, como si estuviera atrapado en una especie de recuerdo. No podía apartar la vista de él. Cada paso que daba parecía encerrar un mensaje, una historia que yo no alcanzaba a comprender.

—¿Quién eres? —quise gritar, pero las palabras no salieron de mi boca. El miedo y la fascinación me tenían atrapada.

El hombre no respondió, no me miró.

Solo seguía bailando, completamente entregado a la música. Era como si estuviera danzando para alguien más.
Y entonces, en un giro suave, finalmente levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos. Mi corazón dio un vuelco. Sus ojos eran oscuros, profundos, llenos de algo indescriptible... tristeza, tal vez.

O quizá conocimiento. Me miraba como si ya supiera quién era yo, como si supiera todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

El viento sopló más fuerte, y la melodía pareció cobrar más intensidad. Podía sentirla vibrando en mi piel, en mis huesos, como si fuera parte de mí. El hombre siguió bailando, acercándose poco a poco con cada giro, cada paso calculado. No parecía amenazante, pero había algo en él que me ponía nerviosa. Algo... etéreo.

Finalmente, cuando estuvo a solo unos metros de distancia, se detuvo. El aire pareció volverse más denso, y la música, aunque aún presente, disminuyó en intensidad. El hombre inclinó levemente la cabeza, como si me estuviera invitando a hacer algo.

—¿Por qué...? —comencé a decir, pero mi voz sonaba débil, apenas un susurro.

No sabía qué preguntar, ni siquiera sabía si quería una respuesta.

Él sonrió, una sonrisa suave pero cargada de significado, y entonces, como si hubiera escuchado mis pensamientos, extendió una mano hacia mí. Sus dedos largos y pálidos parecían invitación y advertencia a la vez.

La melodía volvió a intensificarse.
Mi corazón latía con fuerza. No sabía si debía dar un paso hacia adelante o salir corriendo. Algo en mi interior me decía que si aceptaba su mano, si me unía a esa danza, no habría vuelta atrás. Pero al mismo tiempo, la melodía me envolvía, susurrándome que todo estaría bien, que Anni estaba de alguna manera conectada a todo esto.

—Anni... —susurré, casi sin darme cuenta de que había dicho su nombre en voz alta.

El hombre ladeó la cabeza de nuevo, como si hubiera entendido. Y entonces, sin decir una palabra, volvió a mover sus pies, girando suavemente, alejándose de mí, desapareciendo entre la niebla que comenzaba a formarse a su alrededor. Pero la música seguía. La misma canción de mi hermana. La canción de Anni.

Me quedé ahí, inmóvil, con la sensación de que acababa de presenciar algo que no pertenecía a este mundo. Algo que de alguna manera estaba ligado a mi hermana, y a su partida.

La figura del hombre se desvaneció por completo, pero la melodía permanecía, resonando en el aire.

Me pregunté si, tal vez, la canción no era solo un eco de mi pasado, sino una puerta hacia algo más. Algo que aún no comprendía, pero que estaba a punto de descubrir.

El silencio volvió a envolver el parque una vez que la figura del hombre desapareció, como si su presencia hubiera sido solo un espejismo. Me quedé de pie, temblando, sin saber si era el frío, la lluvia o algo más lo que recorría mi cuerpo.

La melodía de Anni aún flotaba en mi mente, pero ahora era tenue, un susurro lejano que comenzaba a desvanecerse.
Miré a mi alrededor, esperando ver algún rastro de aquel hombre, pero no había nada. Solo el viento meciendo las ramas de los árboles y el crujido suave de las hojas mojadas bajo mis pies.

Intenté calmar mi respiración, aunque el pánico seguía acechando en el fondo de mi mente. ¿Qué acababa de suceder? ¿Quién era él?

Las preguntas me taladraban el cerebro, pero ninguna respuesta aparecía. Me sentía atrapada entre la realidad y lo que acababa de presenciar. Todo parecía irreal, como si hubiera cruzado a otro plano por un breve momento.

—¿Estás bien? —La voz de Lila me devolvió al presente. Me giré para encontrarla corriendo hacia mí, su rostro lleno de preocupación.




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