Game Over

Mientras Zarinah conducía por las calles empapadas por la lluvia de Los Ángeles, no podía quitarse de encima la sensación de inquietud. Las gotas de lluvia en los espejos de su moto reflejaban los pensamientos de su mente, borrosas y distorsionadas. Había sido un Blade Runner durante años, pero la misión en la que se encontraba ahora era diferente. No solo estaba rastreando replicantes rebeldes, sino también a uno de su propia especie. Una luz roja parpadeó en su tablero, alertándolo de una transmisión entrante.

Al llegar a su departamento vio un aviso de una llamada de alerta, tocó el botón en la consola y el rostro de su superior, Tray apareció en la pantalla con su habitual expresión de gravedad, su voz era como un cuchillo afilado que cortaba a través del ruido de la lluvia. "Zarinah, hemos recibido un informe de un replicante sospechoso en el sector 4. El tipo es rápido, y tiene un registro de violencia en su historial". Zarinah asintiendo con la cabeza, su mente ya estaba funcionando a toda velocidad, analizando las posibles situaciones que podría encontrar en el sector. "¿Qué tipo de replicante es?", preguntó, su voz firme y profesional.

Tray se inclinó hacia adelante, su rostro se acercó a la cámara, y su voz se volvió más baja y seria. "Es un Nexus-7, Zarinah, Uno de los nuevos modelos. Ha demostrado una capacidad de aprendizaje y adaptación que supera con creces a los modelos anteriores". Zarinah sintió un mal presagio sobre esos tipos de replicantes. Los Nexus-7 eran legendarios por su capacidad de simular emociones humanas con una precisión alarmante.

—Y lo peor es que ha estado en la ciudad más tiempo de lo que pensamos —dijo Tray, su voz apenas un susurro. La luz tenue de la habitación, filtrada a través de las persianas de metal, creaba sombras inquietantes en sus rostros. Zarinah tragó saliva, sintiendo el peso de la responsabilidad desplomarse sobre sus hombros. Era más que una simple caza; el futuro de la humanidad dependía de su capacidad para enfrentar algo que podría ser tan humano.

Zarinah respiró hondo, el aire denso y cargado de la calle era como si le faltara el oxigeno. La realidad del encargo la asfixiaba; su mente danzaba entre el deber y la inquietante moralidad de lo que iba a hacer. Se obligó a desviar su mirada de Tray y enfocarse en la pantalla holográfica que zumbaba suavemente frente a ella.

Zarinah centró su atención en la pantalla, las proyecciones de datos y gráficos titilando con una vida que se sentía opresiva. La imagen del Nexus-7 apareció, un joven de cabello oscuro con ojos intensos que parecía atravesar la pantalla. Los registros de sus interacciones tan solo acentuaban la inquietud en su pecho. Cada encuentro, cada conversación había alimentado su inteligencia, su capacidad para entender y, lo que era más alarmante, su habilidad para manipular lo que significaba ser humano. "Necesitas encontrar antes de que él encuentre a otros", insistió Tray, rompiendo el silencio que había caído entre ellos.

—Entendido —respondió Zarinah, su voz resonando con determinación a pesar del nerviosismo que bullía en su interior. Sus dedos bailaron sobre la superficie de la pantalla, deslizando y ampliando las imágenes del Nexus-7. Cada pixel parecía estar, casi vivo, grabándole que estaba a punto de perseguir no solo un objetivo, sino una forma de vida que había sido diseñada para ser más humana que cualquier persona que conociera. Con un gesto rápido, intercambió los datos de ubicación.

Zarinah sintió cómo el sudor comenzaba a acumularse en su frente mientras los datos se acercaban a carga completa. Su mente procesaba rápidamente la información: él había sido visto por última vez en un distrito industrial, las sombras del olvido atacaban a cada rincón como si intentaran ocultarlo. Cada segundo contaba. —Debemos irnos —dijo Tray, rompiendo la concentración de Zarinah. Sus ojos eran un reflejo de la preocupación mientras observaba una serie de alertas parpadeantes en su propia pantalla. La tensión era palpable, como si el aire mismo se volviera más denso a medida que se acercaba a un punto sin retorno.

Zarinah ascendió, su mente aún zumbando con recuerdos de los informes de las últimas interacciones del Nexus-7. Cada palabra que había aprendido era un hacha afilada, cada gesto una herramienta para desarmar el miedo que la rodeaba. Se levantó abruptamente de su silla, y tomó el equipo que habían dispuesto: blásters de plasma, un pequeño dispositivo de rastreo y un collar que le permitiría comunicarse con Tray en cualquier momento.

Con las herramientas en sus manos, Zarinah sintió cómo la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas. Asomándose por la puerta de metal que llevaba al oscuro pasillo del edificio en el que se encontraban, el murmullo de la ciudad resonaba en el fondo, un eco de vida y desesperación que la rodeaba. Las luces de neón se desdibujaban en el aire denso de las calles, y sabía que cada segundo que perdía podría significar una vida más en peligro. —Actúa como si fueras un fantasma —le recordó Tray—. El Nexus-7 puede anticipar tus movimientos mejor que cualquier humano.

Zarinah avanzó, la recomendación de Tray retumbando en su mente como un tambor de guerra, mientras avanzaba por el pasillo oscuro. La luz parpadeante de las bombillas fluorescentes proyectaba sombras errantes que jugaban a su alrededor, como si la misma instalación estuviera viva y la observase. Su paso fue firme, pero una corriente de inseguridad atravesó su pecho. Había estado entrenada para momentos así, pero enfrentarse a un Nexus-7 era una prueba sin precedentes. El sonido de sus botas resonaba en el hormigón, un eco constante en el silencio que envolvía el edificio.

Zarinah se detuvo en la entrada del edificio, su mirada escaneando el paisaje urbano que se extendía ante ella. El cielo nocturno estaba tratado de un tono grisáceo, como si la propia ciudad estuviera enferma. Las luces de neón de los anuncios y los edificios parecían reflejos débiles que envolvía la ciudad. Tomó una profunda bocanada de aire, sintiendo el sabor amargo del humo y la contaminación en su lengua.