— Qué día tan agotador —comenté, viendo cómo mi novia terminaba de abrocharse el cinturón.
— Lo sé, cariño. Aunque no puedo negar que te veías tan sexy resolviendo ese caso —me coqueteó.
— Si sigues seduciéndome, no saldremos del estacionamiento —le avisé.
— Mejor arranca el auto, o jamás podré volver a ver a tus padres a la cara —se rió.
Había mucho tráfico; era extraño, pero al parecer, era por la lluvia. Coloqué algo de música para pasar el tiempo.
— Por cierto, ahora que recuerdo, aún no me enseñas a bailar —le reclamé.
— ¡Oh, vaya! Es cierto. ¿Qué tal si te enseño mañana? —me propuso.
— ¿Y por qué no hoy? —pregunté, algo decepcionada.
— Creí que estabas cansada, y lo mejor es que descanses —volvió a sugerir.
— Vaya, ya llevamos 20 minutos y no avanza la fila —dijo, cambiando de conversación.
— Tienes razón —confirmé.
— Iré a preguntar, tal vez el otro conductor sepa algo —avisó, desabrochándose el cinturón para salir del auto.
La vi correr hacia el auto de enfrente, pero no tardó mucho en salir de ahí y avanzar. Se demoró unos cinco minutos antes de volver a verla corriendo hacia nuestro auto. Se sacudió un poco, haciendo caer las gotas de lluvia sobre el asiento del conductor, y también un poco sobre mí.
— Al parecer hubo un accidente más adelante. Un tráiler que venía con troncos de madera se volcó, pero no hay heridos. Están recogiendo la madera que quedó esparcida por la carretera, pero la lluvia no deja que el trabajo avance rápido —me informó.
— Estás mojada, sácate eso —le dije, ayudándola a quitarse su saco. — Lo bueno es que nadie resultó herido —comenté, y ella asintió, terminando de quitarse el saco.
— ¿Ese es mi playlist? —preguntó emocionada.
— Sí, quería escuchar un poco de tu música —respondí.
— ¡Es buena música! —vociferó.
— Una que otra —me burlé.
— Claro que no, todas son buenas —se defendió.
— Bueno, algunas no les entiendo —me excusé, señalando la radio.
— Esa es un clásico, amor, es narcisista por excelencia —me contó.
— ¡Cantas muy rápido! —me quejé.
— Claro que no, mira cómo canto —comenzó a cantar.
Jamás me cansaba de ver cómo fluía con su idioma. Mi novia cantaba a todo pulmón y sonaba increíble.
— ¿Quieres que hagamos un karaoke? —me propuso, y yo asentí riéndome. — Es tu turno. ¿Cuál vas a elegir, cariño?
— "29" de Demi Lovato —respondí.
— ¿Acaso es una dedicatoria? —se burló.
— Puede que sí —me burlé.
Mi novia se unió a mí, y estábamos cantando a todo pulmón. No nos importaba si nos escuchaban, aunque con la lluvia que empezó a caer más fuerte, era casi imposible que las personas de los autos a nuestro alrededor nos escucharan.
Siempre me encantó que me dedicara canciones, y aunque ella pensaba que nunca buscaba el significado o las traducciones de lo que me dedicaba, debo confesar que sé lo que significan todas.
Incluso sé lo que significan varias canciones muy subidas de tono que me ha dedicado. Debe de creer que aún no sé qué dicen.
— Esta te va a encantar —me avisó, buscando la canción en su celular, y por supuesto que me iba a gustar: era "Love Story" de Taylor Swift.
Cantábamos aleatoriamente, pero en el coro nos sincronizamos. Cuando salió el "Marry me, Julie", sacó del bolsillo de su pantalón la misma cajita que ya había visto. La abrió, y vi el mismo anillo de compromiso. Aunque ya sabía que lo tenía y que me iba a proponer matrimonio, no pude evitar que mis lágrimas cayeran por mis mejillas.
— Sí, por supuesto que sí, amor —le dije mientras ella sacaba el anillo.
Me lo colocó, y pude notar que su mano temblaba. Me causó ternura; tal vez estaba muy nerviosa o pensaba que le iba a decir que no. Tomé su cara con mis manos, con el anillo ya puesto, y la besé. Fue un beso lleno de amor.
— Perdón por tardar —murmuró, disculpándose con sus labios.
— Creí que nunca me lo dirías —murmuré avergonzada.
— No sabía cómo hacerlo, tenía algunas ideas, pero... —se calló y me quedó mirando. — ¿Leíste lo que estaba en el papel con mis ideas? Así fue como tu madre se enteró —me dijo, llevando sus manos a su rostro.
— ¿Mi madre leyó el papel con tus ideas? —pregunté, asustada.
— ¿No se lo dijiste tú? —preguntó, viéndome a los ojos aterrada.
— Claro que no, ¿Cómo le voy a decir lo que me querías hacer? —me excusé.
— ¿Entonces cómo pasó? —preguntaba confundida.
— Bueno, yo no quería ver cómo me rechazabas, así que fui a nuestro departamento, metí toda mi ropa en la maleta, pero el saco que tienes atrás también lo metí. Me puse a llorar, y de repente, toqué algo duro. Ahí saqué la cajita con el papel y lo leí. Vi que me querías proponer matrimonio. Mi madre llegó, y después me fui al hospital, dejando la cajita allí, pero el papel no sé dónde lo dejé —hablé rápidamente.
— ¿Qué? —preguntaba, intentando procesar todo. — Entonces me estás diciendo que es más que seguro que mi suegra tomó el papel, lo leyó, y por eso sabe. No puede ser... A este paso, nunca más voy a poder verle la cara —dijo avergonzada.
— ¿Cómo es que sabe mi madre de la propuesta? —pregunté confundida.
— Le pedí una idea para pedirte matrimonio y, bueno, ahí salió lo del papel —suspiró derrotada. — Y yo que creía que era una sorpresa —suspiró triste.
— ¿Por qué piensas que no lo fue? —le dije, incrédula.
— Bueno, ya sabías lo de la propuesta, sabías lo de mis ideas y hasta ya has visto el anillo —dijo, colocando su cara sobre el volante.
— Oh, entiendo. Pero, amor, ¿primero me puedes mirar? —pedí, y ella, bajoneada, levantó la cabeza para mirarme.
— Sí, sabía todo, pero nunca me imaginé que me lo propusieras de esta manera. Al menos que tú hubieras provocado el accidente —me burlé.
— No me atreví a tanto —se burló.
— Así me lo hubieras propuesto de la misma forma en que estaba escrito en el papel, igual me hubiera sorprendido y emocionado. Porque yo solo quiero casarme contigo —le sonreí, calmándola.
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Editado: 11.03.2025