—Dra. Scott, tiene una cirugía a las 10 a. m. —me avisó una enfermera.
—Gracias, iré a prepararme —respondí con tranquilidad.
Minutos después, ya estaba en el quirófano, concentrada en mi labor. No podía estar más feliz: estoy comprometida con el amor de mi vida, amo mi trabajo y, además, pronto agrandaremos la familia.
—Dra. Scott, ¿tuvo un buen fin de semana? —preguntó una de las enfermeras.
—Sí, ¿Cómo lo sabes?
—Pues hasta con la mascarilla puesta podemos ver su sonrisa —respondió con un tono divertido.
—No puedo evitarlo —dije, algo avergonzada—. Este fin de semana conocí a la familia de mi prometida, y nos llevamos muy bien. Son muy amables y gentiles. —No podía ocultar la emoción en mi voz.
—¡Eso es genial! —felicitó Lucía, una residente.
—Qué envidia. A mí me tocaron unos suegros gruñones que todo lo critican —comentó otra enfermera, que al parecer era nueva.
—Y a mí unos que se ponen a hablar mal de nosotros a nuestras espaldas —se quejó Belén, otra enfermera.
—Pero su suegra debe ser un amor, porque la Srta. Shanti es muy gentil y amorosa —intervino Sara, otra residente.
—Lastimosamente no pude conocer a mi suegra —comenté con un deje de tristeza—. Falleció cuando Shanti era una niña.
—Lo lamento, doctora. No lo sabía —se disculpó.
—Está bien —respondí con empatía.
—¿Entonces su suegro cómo la vio? —preguntó, cambiando de tema.
—Pues... con él no habla mi novia —respondí con sinceridad.
—Entonces, no conoces a tus suegros —intervino Mady, entrando en la sala.
—Mady, ¿Qué te trae por aquí? —pregunté con sarcasmo.
—Vine para ir a comer, pero veo que estás muy ocupada. Ya me iba a ir, pero su conversación es demasiado interesante —se rió.
—¿Entonces me vas a ayudar? —bromeé.
—Si me sigues contando de tu familia política fantasma que, según tú, conociste este fin de semana, te ofrezco mi compañía mientras terminas de operar —me ofreció con una sonrisa burlona—. Entonces, dime, si no conociste a tu suegro ni a tu suegra... ¿A quién conociste? ¿A sus amigos?
—Conocí a su hermana, su esposo y sus sobrinos —respondí, aún enfocada en la cirugía.
—Oh, entiendo... ¿Y qué tal? ¿Su hermana tiene los mismos abdominales que tu novia? —preguntó con falsa curiosidad.
—¿Cómo voy a saber eso? —dije, incómoda.
—Yo le habría preguntado —se burló.
—Entonces, eso viene de familia, porque la Srta. Shanti tiene muy bien definidos...
De repente, me detuve un instante y giré la cabeza para mirar fijamente a Sara. Las demás me imitaron, observándola con atención.
—¿Qué? —dijo, angustiada.
—¿Cómo sabes que mi prometida tiene los abdominales tan definidos? —pregunté, volviendo a operar.
—Es un secreto a voces, Paulina —intervino Maddison con un tono cansado.
—Si me permite decir algo, Dra. Scott... —Belén habló con cautela.
—Dime, Belén —le pedí amablemente.
—No sé si era consciente de que, antes de que supiéramos que la Srta. Shanti era su novia, prácticamente todas las enfermeras y enfermeros querían atenderla —dijo nerviosa.
—Por eso tuve que decirle a todo el hospital que era mi novia —comenté con obviedad.
—Belén, aquí la Dra. Scott tuvo que marcar su territorio —intervino Maddison, provocando risas entre todas.
—Lo bueno es que eres mi amiga —me quejé.
—Siempre, amiga —se burló Maddison—. Entonces, dime, ¿Cómo es tu cuñada?
—Bueno... ella no es muy atlética —dije pensativa—. Aunque, debo admitir que me sentí un poco nerviosa cuando me miró de pies a cabeza después de que Shanti le dijera que era su prometida.
—Es normal. Siempre te van a ver con cara de fastidio porque quieren lo mejor para su hermana —comentó Mady—. De hecho, me sorprende que sigas aquí de pie después de haberle contado que atropellaste a su hermana.
El quirófano se quedó en completo silencio.
—Vaya, pareces saber mucho del tema —dije, alzando una ceja, cambiando de tema.
—Así es. Conocí a los padres de Mary y fue una tortura. Me preguntaban de todo. Su madre me odia porque no supe el nombre del décimo sexto presidente —relató con frustración.
—¿Y eso qué tiene que ver? —pregunté confundida.
—Nada, absolutamente nada. Solo que, según mi suegra, eso es cultura general. Es maestra de historia —respondió con cansancio.
—Qué terrible —coincidimos todos.
—Sí... —suspiró—. Pero ya tengo un as bajo la manga. Así que hoy voy a cenar con tu prometida —me avisó.
—¿Por qué quieres ir a cenar con Shanti? —pregunté, interesada.
—Porque todas aquí concordamos en que tiene cara de bebé —dijo, y todas asintieron—. Pero también descubrí que tiene una gran habilidad para hacer que las personas mayores la quieran.
—¿Qué? —pregunté, confundida.
—Se ganó a tu mamá y ahora la quiere como una hija —me recordó.
—¿Y eso qué tiene que ver con que vayas a cenar con ella?
—Quiero que me dé tips —respondió con total seriedad.
—Ay, por Dios... —dije, sintiendo un mal presentimiento.
—Dra. Stuart, si los tips funcionan, ¿Podría compartirlos con nosotras? —pidió Belén.
—Por supuesto —aceptó Mady.
—Entonces, ¿Te llevas bien con tu cuñada?
—Se podría decir que sí... Aunque con quien tuve más problemas fue con mi última sobrina.
—¿Por qué? —preguntó inquieta—. ¿Acaso no te hiciste querer?
—Nada de eso. Lo que pasa es que era muy apegada a Shanti y creyó que yo se la robé —conté, provocando risas entre todas.
—Dra. Scott, los niños pueden ser hasta más celosos que los adultos —dijo Sara.
—Vaya, veo una oponente digna para la Dra. Scott —se burló Maddison—. Y es posible que gane la batalla.
—Pues ya no, porque logré ganármela. De hecho, ya me dice tía —dije, orgullosa.
—¿La sobornaste? —preguntó, sorprendida.
—Tenía que —me excusé.
—¿Cuántos años tiene?
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Editado: 11.03.2025