Durante todo el viaje hasta la casa de Gina, no aparté la mirada de Shanti. Mi padre, notando mi actitud preocupada, intentó hablar conmigo en varias ocasiones, pero nunca encontramos el momento adecuado.
Al llegar, Gina y Dan nos recibieron en la puerta.
—¡Hola! —saludó Gina con una sonrisa, dándonos la bienvenida.
Nos abrazamos con todos, compartiendo cálidos saludos. Gina, sin soltar mi brazo, se aseguró de hacer pasar a todos primero, dejándonos a solas en la entrada.
—Mi hermana puede ser una idiota, distraída y hasta lenta, pero recuerda siempre esto, Pau: ella no es una infiel y, además, te ama con locura —me dijo con una sonrisa cómplice.
Me quedé sorprendida por sus palabras, pero no tuve oportunidad de responder, ya que entramos a la casa.
Dentro, mi mirada se posó en una mujer más alta que Shanti. Era delgada, de piel morena y tenía un rostro que me resultaba familiar. A su lado, una niña, con rasgos similares, la observaba con curiosidad. Pero lo que realmente me tomó por sorpresa fue reconocer a un hombre entre los presentes: un empleado del hospital donde trabajábamos.
—Ella es nuestra hermana, Johanna —anunció Gina.
—Es un placer, soy Paulina —dije, extendiendo mi mano.
—Y es mi prometida —agregó Shanti con firmeza.
—Encantada de conocerte —respondió Johanna, estrechando mi mano.
—Él es mi esposo, Ryan —continuó, señalando al hombre a su lado.
Lo observé detenidamente y mi mente lo ubicó de inmediato.
—Por supuesto, Ryan nos ayuda con la administración del hospital del sur —dije, aún sorprendida.
—¡Muchacho! ¿Por qué no dijiste que estabas casado? —lo reprendió mi madre con tono de reproche.
Ryan bajó la mirada, evidentemente avergonzado.
—Lo siento... No creí que mi esposa fuera hermana de Shanti —respondió, nervioso.
—Pues lo soy —intervino mi prometida, fulminándolo con la mirada—. Pero dime, Ryan, ¿por qué no me invitaste a tu boda? —preguntó con evidente molestia.
No entendía por qué Shanti estaba tan furiosa con la relación de su hermana y Ryan. Él era un buen hombre.
—Fue algo muy rápido e inesperado —se excusó Johanna.
A pesar de la sorpresa inicial, la conversación fluyó y pronto comenzamos a sentirnos en confianza. Era momento de cambiarnos para la ceremonia, pero había un problema: la casa no tenía suficientes habitaciones para todos. Como solución, Shanti tuvo que cambiarse en la cocina, mientras que los demás nos distribuimos en las habitaciones disponibles.
Cuando terminé de vestirme, me dirigí a buscar a mi prometida, pero al escuchar su voz en una conversación con Johanna, decidí no interrumpir.
—Me alegra que te haga feliz —comentó Johanna con sinceridad.
—Lo hace —respondió Shanti con convicción.
—Lamento...
—Dejemos eso en el pasado —la interrumpió con calma—. Solo quiero centrarme en el ahora, con ustedes y, por supuesto, con Paulina.
Me alejé en silencio y fui a sentarme en la sala.
El tráfico hacia la ceremonia era un caos, pero agradecimos haber salido con tiempo. Al llegar, nos acomodamos rápidamente en nuestros asientos, pues la graduación estaba a punto de comenzar. Pasaron varios minutos y, para mi sorpresa, Johanna se había sentado a mi lado.
—Gracias por estar con mi hermana —murmuró en voz baja, apenas audible para mí.
La miré, intrigada.
—Pero no quiero que le hagas daño. Es la más pequeña, y créeme, no dudaría en hacerte pagar si la haces sufrir —añadió con una advertencia velada.
Sonreí levemente, comprendiendo su preocupación.
—Jamás lo haría —respondí con firmeza—. La amo, y mi única intención es formar una familia y ser feliz a su lado.
Johanna me observó en silencio por un momento antes de esbozar una sonrisa.
—Me alegra que sea así.
Luego, ambas dirigimos nuestra atención a Shanti, quien miraba fijamente el escenario, esperando ansiosa el momento en que su sobrina recibiera su diploma.
—¡Ahí viene! —exclamó Gina emocionada.
El presentador mencionó el nombre de Alejandra y todos nos levantamos aplaudiendo con entusiasmo. Sin embargo, no pude evitar notar a un hombre de aproximadamente 1.68 metros, de contextura gruesa y cabello oscuro, que también aplaudía desde un costado.
Instintivamente, miré a Shanti y le hice una señal para que lo viera. Su sonrisa se desvaneció de inmediato. Sin decir nada, se acercó a Gina y le susurró algo al oído. Al igual que Shanti, Gina perdió su expresión alegre por un instante, pero en cuanto volvió a mirar a Alejandra, quien ya regresaba a su asiento, su sonrisa reapareció.
—Es el papá de Alejandra —murmuró Shanti.
—¿El sinvergüenza? —dije sin pensar.
Recordé la historia que Alejandra me había contado hace tiempo. Su padre los había abandonado por otra mujer, prefiriendo mantener al hermano de su amante en lugar de a sus propios hijos. Para evadir la pensión, incluso los negó como suyos, y después de todo, tuvo la desfachatez de intentar volver, exigiendo que lo trataran con respeto, como si nada hubiera pasado, solo porque era "su padre".
Padre... qué mal chiste. Ese hombre no era más que un descarado. ¿Cómo podía siquiera atreverse a esperar que lo recibieran con los brazos abiertos después de tanto daño? Me hervía la sangre de solo pensarlo.
—Sí, lo es —afirmó Shanti, notando mi indignación.
Cuando la ceremonia terminó, esperamos a que Alejandra terminara de tomarse fotos con sus amigos. Su padre seguía allí, de pie junto a una mujer un poco más baja que él y de complexión rellena.
—Espero que mi sobrina lo tome bien —murmuró Johanna, y todos asentimos en silencio.
Poco después, Alejandra llegó a paso apresurado hasta donde estaban Gina y Dan, abrazándolos con fuerza.
—¡Mamá, papá!
—Cariño, felicidades. Estamos muy orgullosos de ti —dijo Gina, acariciando su cabello y acomodándolo tras su oreja.
—Felicidades, mi amor —agregó Dan con lágrimas en los ojos.
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Editado: 11.03.2025