Blasphemy

CAPÍTULO 3: EL LICÁNTROPO

En la década de 1820 en Bélgica, un niño recorre los bosques de Soignes buscando algunos frutos para poder llevarle a su familia y demás miembros de la comunidad gitana a la que pertenecía. La madre de la familia lo llama para poder comer un conejo recién despellejado:

 

—¡Oliver, la cena ya está lista!

—Si, ya voy. —responde el niño que sostiene una enorme cantidad de frutos entre sus ropajes viejos y algo rotos.

 

En el camino hacia el campamento, el chico escucha pasos salvajes y los sigue curioso seguramente lo lleve a un sitio donde haya más frutos, eso es lo que pensaba el inocente pequeño de apenas ocho años. Pero al llegar allí y llegada la luna llena, un imponente, oscuro y salvaje lobo de ojos rojos y pela negro lo espera. Su mirada penetrante hace que el chico caiga al suelo y no deje de verlo.

El chico no puede decir una sola palabra, puesto que según los consejos de los mayores en la comunidad gitana el solo hecho de decir algo frente a un animal salvaje es sinónimo de buscar problemas por lo que lo mejor es pasar desapercibido sin importar que. Lógicamente en tal situación bajo el acecho animal lo hace difícil.

Lentamente el lobo se acerca, mostrando los dientes y el pelo en su lomo levantado, señal de que va enserio y está queriendo demostrar su intensa violencia contra la presa. El niño se arrastra en el suelo con intenciones de escapar sin alterar al animal, pero este se apresura y obliga a que escape corriendo por entre los arbustos, ramas que sobresalen del suelo y una de ellas hace que tropiece.

El chico rueda por el suelo hasta que se detiene en una zona pantanosa del bosque. Asustado por el animal, se esconde entre arbustos y cubre su rostro con barro, así como sus manos y toda zona expuesta. A su lado encuentra unos frutos llamados “esencia del diablo” cuyo jugo interno es tan fuerte como la orina de un zorrino, aprovecha y se la unta en el cuerpo.

Por largos y angustiosos minutos, Oliver espera paciente, pero también con mucho miedo incluso llega a orinarse encima.

El lobo aparece recorriendo la estéril vegetación y el agua estancada, oliendo y alzando su hocico para buscar ese aroma que lo atraiga hacia Oliver. Entonces mira en dirección a ese hedor y se acerca furiosamente con la luna llena impactando contra el cuerpo de la bestia.

Oliver retrocede torpemente pero el tronco de un árbol lo detiene y eso le permite al lobo saltar sobre él y con sus fauces le muerde el brazo izquierdo.

La mandíbula de la bestia despedaza la carne y asfixia con fuerza al niño hasta formar con su sangre un charco tan visible como perturbador. Mientras tanto, Oliver grita con agonizante dolor la embestida del lobo. Siente miedo como nunca antes en su vida, piensa en su madre y todos los miembros de la comunidad, así como sus sueños y esperanzas se desvanecen con cada centímetro de carne que se desprende de su cuerpo.

La cantidad de sangre que cae del cuerpo del niño es impactante y apenas lleva menos de un minuto siendo atacado por la peligrosa bestia que no para de desgarrarle la carne del brazo y luego se aproxima al hombro, incrustándole las mandíbulas. Cuando sus fauces impactan contra la piel desnuda de Oliver, unas venas oscuras se meten en su cuerpo, así como pequeños vapores de igual oscuridad.

Lentamente la intensidad con la que quiere devorar al pequeño se desvanece al punto de que suelta por completo y de entre los arbustos se acercan los adultos de la comunidad, arrojándole cuchillos, piedras y grandes troncos. Cuando ven la condición del chico, no hacen más que horrorizarse, pero el tiempo es vital y se lo llevan en brazos para que sea tratado por la matriarca, la más antigua de los miembros y especialista en ritos chamánicos.

Su madre, Kasaia, lo ve y lanza un grito de angustia y luego llanto. Su pequeño está en estado crítico y siente la impotencia de una madre al verlo tan destrozado.

La matriarca abre su tienda de piel, grasa y huesos:

 

—Entren rápido, si no nos apuramos puede que sea muy tarde. —les dice con expresión seria.

 

La señora aparta las cosas que hay sobre un altar de madera y corre hacia un cráneo de lobo donde prepara un tónico para que el dolor se calme. Le abre el estómago a un conejo recién capturado y unta dentro del cráneo y luego arroja pequeñas flores estimulante que solo crecen en los bosques de Lyon mientras que colocan cuidadosamente al chico sobre el altar. La matriarca pide que prendan velas y rodeen al chico, que se queja por los fuertes dolores de hombro y brazo:

 

—Quítenle la ropa. Estamos contra el tiempo. —dice la matriarca.

 

Al desvestirlo por completo ven que las zonas afectadas por las mordidas se están cubriendo por una capa de piel negra, diferente claro está al efecto de piel y carne podrida. Inmediatamente la matriarca observa con cuidado y se da cuenta de que es diferente a cualquier cosa que haya visto, entonces recuerda acerca de una leyenda entre los gitanos.

La anciana busca entre sus pertenencias y de una bolsa saca un libro viejo con tapa hecha de piel de animal y hojas secas. El título del libro es casi impronunciable, pero encuentra el motivo de eso extraño que sale del cuerpo del chico:




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