Blasphemy

CAPÍTULO 4: LA VAMPIRESA

En el vaticano, un anciano que se encuentra sentado en el trono que según la iglesia se sentaba San Pedro para meditar sobre los dogmas de la nueva institución católica que ya estaban pesando en sus hombros. El anciano se regocija en su control total del mundo humano con la mano de hierro y una expresión de fingida bondad.

Un arzobispo se toma su tiempo para acercarse al trono, recorriendo una larga caminata hasta el papa e inclinándose hacia este expresa su opinión:

 

—Saludos, santo señor.

—Oh, Verius, que placer encontrarte aquí. ¿A qué se debe tu presencia?

—Hay mucha inquietud entre los herreros y armeros.

—¿Por qué inquietud?

—La entrega de armas bendecidas. ¿Por qué dárselas a los obispos?

—La envidia hijo mío no es una facultad digna de un arzobispo.

—No me malinterprete su santidad es que muchos consideramos que lo mejor para los obispos es tener practica y aquellos enviados a Inglaterra no estaban calificados.

—Ya veo pero que esa preocupación no nuble tu buen juicio. Además, los arzobispos Sebastián y Rose están en estos momentos en Birmingham por lo que debería ser la menor de tus preocupaciones.

—Su…santidad, hay otra cosa más.

—Dime.

—No, nada. Cosas sin sentido.

—Bien. —extiende su mano con el anillo del pescador en su dedo índice.

 

El arzobispo se acerca hasta el papa, Servialis I hombre de ochenta y tantos años, pero en apariencia pues fue incluso su santidad en épocas donde la doncella Jeanne D’Arc fue sentenciada a morir por blasfemar sobre dios frente a los fanáticos más sádicos. Verius lo toma con delicadeza de la mano y besa el anillo, representando la sumisión de él como hombre ante el poder y la gracia divina de los cielos. Tras este gesto de sumisión absoluta, Verius vuelve sobre sus pasos sin darse la vuelta manteniendo la mirada sobre el papa y regresa a su antigua posición:

 

—Ahora, hijo mío, tengo una petición que hacerte.

—Dígame, santo padre.

—En el centro del continente africano hay un refugio de ghouls. Necesito que vayas de observador. Si pueden ser usables, mejor, pero no quiero nuevas amenazas latentes ¿está claro?

—Por supuesto su santidad.

—Ahora puedes retirarte.

 

Una vez desaparece el arzobispo del lugar, una sombra se aparece atrás de Servialis y su trono. Esta sombra se acerca al papa y le susurra al oído con curiosidad:

 

—¿Por qué enviarlo a ese lugar?

—Porque dios así lo quiere.

—¿Dios desea la pena que existe en el mundo?

—La pena y la gracia son caras que pertenecen a una misma moneda. No existiría una sin la otra.

—En ese lugar existen los ghouls. ¿No es un sitio de muerte?

—Ghouls, licántropos, vampiros, goblins, onis, da igual la clase de seres infernales que haya siempre y cuando existamos nosotros para imponer el orden.

—¿Recuerdas nuestro trato?

—Siempre lo hago.

—Entonces que nunca se te olvide.

—¿A qué viene esto ahora? — se siente molesto.

 

El papa se voltea y esa existencia amenazante acaba esfumándose dejando una cola de vapor negro.

 

***PARTE 2***

Zanya y Luminara huyen, tratando de sacar a Theressa de las cloacas y buscar un refugio que sea difícil de encontrar para los inquisidores de la iglesia.

Logran llegar a su primer obstáculo, rejas que les impiden el paso. Luminara se acerca y con ambas manos sobre los barrotes alcanza a doblarlos con suma facilidad. Sus musculosos brazos no son simples adornos en su esbelto cuerpo.

Theressa sigue en shock por todo lo que está ocurriendo y es que no ha tenido un descanso, ni físico, ni mental, ni emocional:

 

—E-Esperen por favor…haaaa…haaaa…—Theressa llega a su límite.

—Theressa, no podemos retrasarnos. Cada segundo que pasa es un segundo que ellos ganan. —dice Zanya.

—Creo que lo mejor es tomar un descanso. No hemos podido descansar. —dice Luminara, apoyando el descanso para Theressa.

—Solo cinco minutos. Ni más, ni menos ¿está claro? —exclama Zanya. Camina hacia uno de los túneles que conecta con el refugio, un largo camino de casi ochocientos metros en sentido recto.

—Dime ¿te sientes deshidratada? ¿hambrienta? ¿pudiste dormir? —pregunta Luminara, mostrando una gran preocupación por la joven bruja.

—E-Estoy bien, aunque no pude dormir.

—Se cómo te debes sentir. No dejan de pasarte muchas cosas, una tras otra y eso sin duda que te debe de afectar.




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