Blasphemy

CAPÍTULO 6: EL DULLAHAM

El grupo intenta escapar del edificio con varios obispos corriéndolos por detrás y el arzobispo de dos alas apuntándoles con su mano, la cual es envuelta en una luz centelleante y de la palma sale despedida una esfera como si fuera munición de un cañón, pero con la potencia de las dinamitas usadas en Norteamérica para encontrar oro.

Oliver empuja a las chicas contra el suelo y la bola de luz impacta contra varios edificios explotando con tal violencia que una ráfaga de polvo los empuja levemente:

 

—¡¿Qué demonios fue eso?! —grita Zanya.

—¡Hay que refugiarnos en las cloacas, no tenemos otra opción! —dice Luminara.

—¡¿Y luego que?! Ya saben dónde buscarnos. —exclama Zanya.

 

Theressa se siente mareada y con zumbidos en los oídos producto del violento sonido de la explosión. Oliver la ve muy confundida y también asustada por lo que la alza entre sus brazos y entrega a Luminara:

 

—¿Qué harás? —lo mira la gorgona.

—Los obispos son cosa fácil pero ese arzobispo es el mayor problema. Hasta que no lo enfrentemos seguirán queriendo cazarnos.

—¿Y pelear contra él te garantizará paso libre? Te va a matar y luego irá por ella. —dice Zanya, molesta porque Oliver no le haya consultado su decisión.

 

Zanya suspira y camina hacia los diez obispos que se dirigen hacia ellos con corridas normales, como cualquier humano. Hasta no ser elegido como arzobispo, aquellos candidatos no podría obtener sus poderes y tampoco las características alas símbolo del rango dentro de la Santa Iglesia Católica. Entonces, los obispos son más débiles que el licántropo y la vampiresa, quizás los criptidos más exitosos en términos de adaptación entre los seres humanos.

Extiende sus manos hacia el grupo y a medida que estas se desintegran también lo hace la formación de murciélagos y al mismo tiempo la envuelve una niebla oscura que al entrar en contacto con sus enemigos puede resultar mortalmente venenoso y hasta consumir la carne del hueso.

Los primeros tres obispos que son capturados por la niebla dejan gritos de agonía y dolor y luego sus ropas yacen en el suelo mientras que otros tres son atacados por murciélagos el punto de que brazos, piernas, ojos y quien sabe que más son desgarrados y mutilados. Todo esto en presencia del arzobispo, quien observa detenidamente con cierta curiosidad.

Luego, desciende hasta el suelo y agotado de paciencia con los obispos decide decapitarlos con una sonrisa en el rosto. La sorpresiva falta de respeto a sus compañeros hace que Theressa se sienta impotente y lanza a gritos regaños para el peligroso inquisidor:

 

—¡¿Cómo pudiste hacer eso?! ¡¿no eran camaradas?! — se sale de entre los brazos de Luminara y enfurecida se acerca, pero es detenida por Oliver— Incluso entre los inquisidores debería haber camaradería, pero tu… ¡simplemente los mataste!

—Como los perros que son. Claro que sí. —responde desinteresado.

—Theressa, incluso entre los inquisidores de la iglesia hay una falta de compañerismo. No puedes dialogar ni tratar con ellos. Les importa poco las personas. Esa es la verdad detrás de la iglesia. Solo les importa ascender y creerse dioses.

—Corrección, solo existe un dios y será tocado por mi mano y ascenderé a su lado. —exclama orgulloso el arzobispo de nombre Lucio.

—¿Ahora comprendes que esto es una guerra contra la iglesia? —pregunta Oliver y se acerca hasta que dar junto a Zanya para confrontar al poderoso agente católico.

 

Lucio saca de su espalda una lanza y arrastra la hoja contra el suelo, dejando un camino de chispas y luces. Zanya se da media vuelta y mira a Luminara para que alce entre sus brazos a Theressa y se la lleve del lugar, aunque la chica grita contra su voluntad.

Zanya vuelve la mirada hacia adelante. Los colmillos sobresalen de su boca y murciélagos, decenas de ellos, rodean a los tres de manera amenazante.

En la lanza yace un poder lo bastante grande como para reducir a la nada a ambos criptidos por lo que blande dicha arma con bastante confianza.

Sus alas se extienden y de un aleteo desaparece frente sus narices y llega por detrás para separarlos con el impacto de la lanza contra el suelo y una explosión de luz que los hace impactar con sus cuerpos contra los edificios de la ciudad.

La estruendosa y violenta batalla se escucha por todos los rincones. Los vecinos, guardias que patrullaban las calles y hasta mismos obispos salen corriendo para escapar del poder desatado del arzobispo.

Sin embargo, a unas cuantas calles lejos de allí se acerca una motocicleta con el cuerno de un feroz demonio en la parte delantera y quien la conduce es alguien de casi metro noventa, musculatura que invita a huir si es posible y una espada parecida a un mandoble, pero cuya hoja es tan ancha como el torso de un adulto.

El cabello de Oliver se eriza mientras que los colmillos y uñas se alargan. Los ojos se afinan y venas de su rostro, frente y manos se hinchan para mostrar toda su potencia en bruto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.