10 años después.
Elliot.
Era sofocante.
El calor que hacía era simplemente agobiante.
Aunque no debería preocuparme por eso. Debería estar pensando en la pelea que tengo programada para cuando el día terminé. Sí, iba a pelear en el patio del colegio con mi enemigo natural, Kyle. Ya habíamos peleado antes, pero siempre surgía un nuevo problema, y no eramos exactamente hombres que arreglaban las cosas con palabras. Aunque siempre que peleábamos, era empate. Nadie ganaba nunca.
La razón por la que pelearíamos hoy era que... bueno, no había razón. Hoy es el primer día de nuestro último año, por lo que lucharíamos "por los viejos tiempos." Cualquier excusa es buena para golpear a ese idiota.
Es la última hora de clases de un viernes caluroso (sí, empezamos las clases un viernes) y yo estoy muriendo deshidratado. Odio y amo el verano. Sí, soy raro.
El timbre suena y en unos minutos ya estoy afuera, rumbo al patio.
Mientras camino por el pasillo se me une mi mejor amiga, Kendra Jones. Su cabello rubio y lacio le llega por los hombros, y su mirada, de un azul profundo, resulta bastante intimidante. Kendra es todo lo contrario a la palabra «femenina». La primera vez que la vi creía que me iba a dar un puñetazo sólo por hablarle. No es por decir estereotipos, pero había pensado que le gustaban las mujeres. Al final resultó que está totalmente enamorada de un profesor. Por lo que su relación es imposible.
Yo, por mi parte, soy la persona más heterosexual que existe. O eso es lo que le digo a todos. La verdad es que nunca he estado con una chica. Ni siquiera un beso. Sí, a mis 18 años aún no he besado a nadie. No porque no se me haya presentado la oportunidad (soy bastante popular de hecho) sino que nunca me gustó una chica lo suficiente como para que querer besarla.
—¿Qué hay pitufo? —Kendra me saluda. Su apodo hacia mí está referido a mi color de pelo. Azul.
Teñido, obvio.
—Te quedarás a verme pelear. —No era pregunta. Ella era mi especie de representante.
—Ni que lo digas.
—¿Has visto ya al amor de tu vida? —Me refiero a el profesor Henderson. Me encanta molestarla con su crush imposible.
—¿Y tú has besado a alguna chica ya?
Mi mejor amiga es la única que sabe esto. Confío plenamente en que no va a decir nada. Si alguien se entera que el deseado Elliot Russell, es decir, yo; nunca ha besado a una chica en su vida, mi vida social habría terminado.
Le hubiera golpeado en el hombro, si no fuera porque sabía que ella me lo devolvería aún más fuerte. Tengo miedo de mi mejor amiga.
Llegamos al patio y ya hay un círculo de alumnos hecho especialmente para nosotros.
Kyle está en el centro y, cuando me ve, me dedica una mirada cargada de odio.
No había una razón en específico por la cual nació nuestro odio. Desde que íbamos a primaria no nos soportábamos. Él era el típico niño rico, en cambio yo tenía que trabajar en varios lugares a medio tiempo sólo para pagar facturas.
—Llegas tarde. —Dice cuando me abro paso entre la gente.
—No quería volver a verte la cara. —Le respondo con una sonrisa desafiante.
—Eso es porque me tienes miedo.
No esperé a que se prepare para el golpe, directamente envié mi puño a su nariz, la cual ya había roto varias veces en el pasado. Y ese era mi objetivo hoy. Volver a rompérsela. Claro que no bastaría con un sólo golpe.
Kyle se recompuso rápidamente y respondió a mi ataque.
La pelea, como siempre, estaba igualada. Desde nuestro público personal se escuchaban vítores y gritos, algunos gritaban mi nombre y otros el de mi rival. Otros sólo gritaban frases que no llegaba a entender del todo.
Debo destacar que desde pequeño que me encanta el boxeo. Y esto no es algo que haya nacido porque sí, me lo contagió mi padre. Desde pequeño había decidido que, cuando crezca iba a dedicarme profesionalmente a esto. No es algo que me deje mucho dinero exactamente, pero eso era lo que menos me importaba.
Estaba por dar un golpe, el que yo creía que sería el decisivo para ganar, junto toda mi fuerza y golpeo. Realmente no estaba viendo, estaba concentrado en pegar bien, y no noto cuando otra persona se me cruza enfrente. Había salido como de la nada. Y yo ya no podía parar mi mano.
Escucho como mi puño suena contra una piel que no es la de Kyle, se escucha un pequeño grito y el murmullo de varias personas que se acercan al cuerpo que está tirado en el suelo.
¿Lo noqueé?
Si así era iba a ponerme feliz, no porque no me importara el sujeto que estaba en el suelo, sino porque nunca había noqueado a alguien. Eso era un avance en mi inexistente carrera como boxeador.
Sin embargo, cuando me acerco al chico, veo que está con los ojos abiertos. Bueno, sólo con uno. El otro está todo morado, lleno se sangre y se encuentra tan hinchado que apenas puede abrirlo.
Observo detenidamente al chico, bueno más que un chico es un hombre. Me resulta conocido de algún lado, pero no logro recordar de dónde. Si no fuera por lo que le hice en el ojo (de lo cual estoy extrañamente orgulloso) sería un hombre guapo, incluso atractivo. Por su único ojo abierto puedo ver que son de color miel muy claro, y su cabello es de un rubio tan pálido que casi parece blanco. Su tez, apenas bronceada, hace que el color de su cabello resalte aún más. Sí, es muy atractivo. Lástima por su ojo. Aunque realmente no siento ninguna pena por él. No lo conozco, y de todas formas es su culpa por meterse en el medio de una pelea.
Me acerco y me agacho para quedar a su altura. Él me observa con una mirada entre sorprendida y furiosa.
—Wow, nunca he hecho una herida así. —Sonrío orgulloso, lo que lo molesta aún más. Intento tocar su ojo y este me aparta de un manotazo.
—¿¡Qué clase de animal salvaje eres!? Hoy tengo que trabajar, no puedo ir así. —Se señala el ojo morado y yo sonrío para molestarlo aún más.