— ¡Yui, saliendo vayamos a...!
— Inasa, hoy es uno de Abril.
— ¿No podrías omitirlo sólo por hoy?
— Sabes muy bien que no, lo siento...
— Está bien, Yui. Ya sabes qué hacer. Si no consigo verte mañana en la biblioteca, te escribiré después.
La pelirosa asintió levemente y siguió su camino a la parada de autobús más próxima luego de haber pasado el último día de las vacaciones con Yoarashi. A diferencia del resto del mes, tenía un pendiente que hacer fuera de la prefectura, aunque ya se había acostumbrado al largo viaje en tren normal o autobús hasta Kyoto.
Era mi deber
En el camino, no pudo evitar sentirse somnolienta por el pesado aire de fatiga que las demás personas parecían contagiar al sentir la carga de la vuelta al trabajo, pero se obligó a mantenerse despierta a toda costa.
Es una obligación a la queno puedo fallar bajo ninguna circunstancia...
Sobre su cuaderno en el cual iba haciendo algunas notas mientras el autobús avanzaba cayó un mechón de su cabello que llevaba suelto a la espalda, estorbándole. Intentó apartarlo, pero el viento de una ventana abierta insistía en descontrolarlo y lanzárselo a la cara.
«De verdad a veces desearía cortarlo»
Pero no podía permitírselo. Además de su desordenado cabello, entraron por la ventana algunos pétalos rosas de un enorme cerezo casi vacío de ellas.
Hay muchos tonos de rosa. El color rosa magenta de mis ojos y mi cabello, el color rosa pastel de las flores de cerezo. El color rosa brillante de las telas y el color rosa fucsia de los mirasoles. El rosa de las rosas y el rosa tono salmón que las chicas tanto gustan de usar. Normalmente, incluso me gusta...
Su vista al paisaje del exterior se vio cortada por un túnel, haciendo que ahora sus ojos cambiaran de concepto y se centraran en el reflejo en el cristal manchado: una chica joven, de aspecto infantil, vistiendo un suave vestido blanco con un suéter verde menta y con cuaderno y pluma en mano, de bonitos ojos y cabello color de rosa.
La chica perfecta.
Sabía que muchos la relacionaban con eso. Con una chica altamente femenina, con una niña buena y de corazón puro. Y a raíz de esta percepción, la chica del tiempo procuraba esforzarse en cumplir con ello. Porque no quería decepcionar a nadie.
Empezó a sentirse realmente vencida por el sueño. Iba a llegar tarde, pues el tráfico estaba varado a causa de un auto descompuesto en mitad de autopista.
No pasará nada...
Antes de cerrar los ojos, alcanzó a percibir un último color...
Es...
Llegando a la estación en Kyoto, la chica tomó camino a una zona no tan concurrida, para llegar a un amplio hospital. Entró sin titubear, en un camino que sus pies reconocerían a ciegas y pasó a una habitación sin detenerse a llamar.
Porque no hay nadie que pueda responder.
― He vuelto.
La chica a punto de ingresar a la preparatoria se sentó en un sillón individual blanco y sacó un libro que había traído de la biblioteca.
― Ya terminé el anterior –informó al cuerpo en estado vegetal que reposaba en la camilla, siendo únicamente contestada por el pitido del electrocardiógrafo- bueno, pero eso no es muy importante.
¿Cuándo fue que me acostumbré a esto?
En la blanca habitación de hospital, la tarde circulaba como si fuera infinita: pese a que ya se encontraban en las puertas del mes de Abril, ésa era exclusivamente una bonita tardeada de viento y sol, el cual rebotaba su luz en cada rincón de la habitación donde las dos personas de su interior se mantenían en silencio. Una hora después de iniciada su actividad, la chica del poder del tiempo suspendió su lectura.
― Una breve pausa... podré peinarte y luego le sigo.
Entonces Yui se trasladó al borde de la cama y tomó un cepillo de la cómoda para, cuidadosamente, cepillar cada parte del largo cabello lila de la chica que permanecía en estado de coma. Yui tarareaba canciones sin necesidad de abrir la boca sólo para ignorar el ruido de la máquina del ritmo cardiaco.
«De todos modos, la máquina miente» pensó en su interior.
Cuando la de cabello rosa terminó de peinar a la chica en la cama, no pudo evitar acariciar con cariño su frente. Empezó a relatar al cuerpo inconsciente sobre todo lo que había ocurrido en aquél mes, desde pequeñas anécdotas en su trabajo hasta los detalles del examen de admisión y el rechazo por parte de su mejor amigo del momento. Lo contó como si de verdad el cuerpo pudiera oírla y contestarle, cosa que no pasaría bajo ningún milagro.