La idea de casarse en la actualidad es «aburrida y pasada de moda», pero cuando es tu deber por el bien de tu familia o la única manera de alejarte de personas que te han subestimado, se convierte en una salida maravillosa y triunfante.
Cuando mencionamos la palabra boda, lo primero que se nos viene a la mente es el blanco resplandeciente de un vestido soñado y la elegancia de un salón adornado con cientos de flores.
Sin embargo, no todos cuentan con el presupuesto para ello. Alguien dijo una vez que lo realmente importante es el amor... aunque resulta triste cuando no se está enamorado. Ya sea con un presupuesto alto o bajo.
En el caso de Diana Martinelli, no disponía de este presupuesto ni del amor del que todos hablaban. Para ella, era su obligación casarse y liberarse de la situación de estar atrapada entre ocho hermanos de una familia con recursos limitados.
La única mujer entre los hermanos. Tenía un cabello rubio claro y unas mejillas que, con frecuencia, se sonrojaban, resultado de que sus hermanos mayores la apodaran Pinocho. No era porque su nariz fuera grande, al contrario, esta era el centro de su belleza; sino porque al mentir, su rostro se sonrojaba aún más.
Ahora se disponía a casarse, suponiendo que podría liberarse de las sombras familiares que lo acompañaban, todo a cambio de un matrimonio y la posibilidad de una familia numerosa.
Andrés era un joven de buena reputación, conocido por sus padres y un amigo de la infancia, ya que ambos habían compartido la misma escuela secundaria. Por lo que se decía, nunca había logrado formar su propia familia, y sus padres habían apoyado la idea de unirlo en matrimonio con Diana, la única hija de los Martinelli.
Andrés era hijo único y heredero de la granja de sus padres, quienes ya se encontraban en la etapa avanzada de sus vidas. Era un hombre de carácter conformista y sin grandes aspiraciones; su enfoque se centraba en los animales que criaba y en la preservación de la propiedad familiar.
Diana reconocía que era un buen hombre, pero no sentía entusiasmo en su relación. Es posible que esto se debía a que no era el hombre de sus sueños, aquel que se arrodillaría para expresar con fervor lo locamente enamorado que estaba de ella.
Sin embargo, ya era adulta y esos libros que leía cada día eran solo páginas llenas de los sueños de mujeres que nunca se hicieron realidad, pues así era el mundo real: escaso en creatividad por parte de los hombres y el amor, que se asemejaba a esos libros, lleno de pura fantasía e ilusiones.
Mientras Diana se alistaba para su boda, otra mujer también se preparaba para vestirse de blanco. A diferencia de nuestra primera novia, Clare era una ambiciosa mujer de clase alta en Dallas, con el mismo propósito de contraer un matrimonio arreglado.
La segunda diferencia que encontramos con nuestra primera novia es bastante interesante: Clare está por casarse con Robert Williams Lancaster, el CEO, propietario y presidente de la mayor franquicia hotelera en Estados Unidos.
Robert Williams Lancaster es conocido no solo por su considerable fortuna, sino también por sus conexiones con la realeza inglesa. En este momento, era objeto de atención mundial debido a su interés amoroso por la supuesta hija de los empresarios Winslow, especialmente después de que surgieron rumores sobre la falta de afición del CEO del Hotel Lancaster hacia cualquier persona.
Aunque no existía forma de confirmar si la hija de los empresarios sería la futura señora Lancaster, resultaba fácil para la sociedad estadounidense y los seguidores en todo el mundo suponer lo evidente. En su momento se descubrió que ambas familias habían planeado desde la infancia la unión matrimonial de sus dos hijos. Además, con las supuestas reseñas que habían compartido los internautas sobre el CEO Lancaster, se murmuraba que los preparativos para el matrimonio estaban avanzando rápidamente y que pronto podrían estar comprometidos. —un instante de silencio—La pareja del año.
El aroma a amor se respiraba en el aire de Dallas, y todos coincidíamos en ello. ¿Una boda en la familia Lancaster? Para la sociedad de Dallas, esto era como si un rey de la más noble estirpe estuviera a punto de casarse.
Lancaster... «se escuchan suspiros» oír este apellido era como disfrutar de un perfume exquisito y caro.
El propio rey de Inglaterra era amigo de la familia, y por eso les llamaban los nobles americanos. Sin duda, la futura señora Lancaster estaba emocionada por tan distinguido título.
—No podría estar más en desacuerdo con esta revista sensacionalista... —dijo la mujer pelirroja mientras se cruzaba de brazos.
Robert simplemente se encogió de hombros, sin prestarle atención a la revista que inquietaba a ambas familias.
—Clare, si dependiera de mí, nunca me casaría. Y debes saber que tampoco tengo intención de casarme contigo.
Clare lo miró de nuevo, levantando una ceja, y su iris de un verde esmeralda brilló con intensidad.
—¿Se supone que eso debería hacerme sentir mejor? Aunque no desee casarme contigo, no deberías ser tan brusco. —Ella se llevó una mano a la frente, escondiendo sus largas y perfectamente decoradas uñas entre su cabello—... no puedo creer que tenga que casarme con un iceberg...
El hombre, vestido con un traje negro, suspiró mientras apartaba el periódico de sus manos.
—Bueno, no tienes muchas opciones.
Ella se acercó a un gran ventanal que era parte de la oficina en casa de Robert y, con un tono un tanto cansado, dijo:
—¿Serías capaz de cancelar nuestra relación si existiera la posibilidad de no casarnos?
Robert, que ya mostraba poco interés en una conversación que no parecía llevar a ningún lado, respondió:
—Si eso te hace feliz, está bien. —En ese instante, Robert volvió a concentrarse en el periódico y desestimó los planes que la pelirroja había estado elaborando durante meses.
Clare se apresuró a salir de la oficina para llevar a cabo una tarea crucial: evitar su matrimonio con un hombre que solo se preocupaba por sí mismo. Aunque la idea del matrimonio no le parecía tan descabellada como a otros, no deseaba entrelazar su vida con un individuo tan tosco.
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Editado: 11.12.2024