En ocasiones, hemos experimentado el deseo de imponer nuestras decisiones, pero el destino puede tener otros planes, a menudo conducente a resultados favorables. Sin embargo, para Clare, esta vez fue una excepción.
Había cometido un error en cambiar los papeles con aquella mujer que se casaba ese mismo día que ella por un joven del que no sabía más que era un muchacho con padres granjeros.
Se suponía que rompería con ella después de la boda pero este hombre la noche de bodas le dejó muy claro que una esposa es para siempre.
La noche anterior.
El auto de sus padres se había estacionado frente a la casa de la familia Miranda quienes eran de raíces mexicanas. Clare por su parte creyó que sus progenitores la llevarían de vuelta a su hogar, pero no pudo estar más equivocada.
Ella era por mucho la consentida de la familia y primogénita de sus padres, heredera de la fortuna de sus abuelos quienes la amaban desde pequeña.
Lo que había hecho Clare fue la burla de su familia y decepcionados la desheredaron, esa noche en la que sus padres la visitaron era la última vez que los viera como familia.
La joven mujer terminaba de maquillarse antes del amanecer mientras pensaba en su nueva vida y en la que había perdido por una mala decisión. En la peinadora a un lado de su maquillaje se encontraba una revista con Diana y el que hubiera sido su esposo, en la foto Diana parecía asustada y Robert poseía esa mirada felina típica de él.
Quitó la mirada de la revista cuando sintió ese peso masculino detrás de su espalda y mirando su reflejo en el espejo sonrió.
—Hola... es temprano. —Dijo ella pensando en la hora.
Era de madrugada y la segunda noche con este muchacho que no comprendía cómo estuvo solo tanto tiempo; Andrés era sencillo y cariñoso con sus padres, un poco atontado, pero apuesto.
Clare la primera mañana cuando lo miró en aquel sombrero montado en un caballo sostuvo la respiración, en verdad era un tipo que cualquier chica pueblerina deseaba.
Eran diferentes; él no era ambicioso, mientras que ella, por otro lado, estaba pensando en proponerle algunos cambios para la granja, a pesar de que solo llevaba un día en el lugar.
—Es mi hora de levantarme.
Era un hombre de pocas palabras; tras responder, se marchó de la habitación. Al amanecer, sus ojos estaban hinchados y el rímel manchaba su rostro, Clare estaba destruida por dentro.
Andrés bajó de su caballo y se encontró con su madre en la cocina, ella preparaba unas tostadas para su hijo que llegaba puntual a esta hora cada mañana.
La propiedad contaba con dos casas, los padres de Andrés una vez que su hijo se casó con Clare se habían mudado a la casa que un día fue de los abuelos.
—Madre, ella está llorando...
La señora Abby dejó lo que estaba haciendo y poniendo las tostadas sobre la mesa, le sostuvo la mirada a su hijo.
—Andrés, no entiendo lo que pasó el día de la boda y como es posible que una mujer que no sea Diana esté viviendo en la granja.
—Ella me contó que no quiso casarse con ese hombre con el que está casada Diana... ¿qué puedo hacer si lo hecho; hecho está? El punto es que sus padres vinieron y la trataron muy mal, me dijeron que nunca haría feliz a su hija. En parte creo que tienen razón, así que le dije que no divorciaramos, pero ella me pidió que aún no, ¿sabes por qué?
Su madre negó con la cabeza.
—Andrés...
—Le dijeron que ella no era parte de su familia que se olvidara de ellos... —el muchacho empuñó sus brazos—. Madre, ¿cómo la dejo sola? Eso no es digno de un hombre. Y le dije que un matrimonio es para siempre.
La señora Abby sonrió orgullosa del hombre que había criado y escucharlo hablar tan caballeroso era de celebrar.
Pero dejando a un lado su emoción, se concentró en el problema de su hijo, que era algo nuevo, que su niño viniera a ella por un problema en su matrimonio. ¡Era todo un hombre! Entonces, dijo:
—Pobre; es una niña muy linda aunque está llena de maquillaje... Andrés, ¿por qué te sonrojas?
—Eh... ¡por supuesto que no! Solo que me desperté antes y la vi sin maquillaje, y es realmente hermosa. No puedo creer que ella sea mi esposa. Aunque sea una mentira, una mujer tan bella lleva mi apellido.
—Ay, hijo... —su madre se preocupó de que su hijo se enamorara de una mujer que no lo quería, esto no acabaría bien—. Tengo una idea: llévala a una luna de miel.
Andrés comenzó a toser en cuanto su madre acabó de decir semejante idea. Tuvo que levantarse e ir al lavabo del baño principal para escupir las piezas de tostadas con la que se atragantó.
Se vio al espejo y se dijo:
—¿Luna de miel? ¡Ni siquiera con Diana pensé semejante disparate! Nosotros no necesitábamos una luna de miel...
Andrés se lavó el rostro y volvió a la cocina donde su madre continuaba en la mesa esperándolo.
—Es buena idea Andrés, piénsalo, ella necesita despejar su mente y este lugar solo le hace recordar lo que ha hecho.
—Aunque fuera buena idea, ¿a dónde la llevaría? Y el dinero...
—Tenemos suficiente dinero para que vayas a la luna de miel y lo sabes. Tú padre estará de acuerdo conmigo.
En la tarde Andrés llegó a su casa con su esposa donde ella se encontraba en un mueble mirando un programa de modas.
El muchacho dejó el almuerzo preparado por su madre para que Clare pudiera disfrutar de algo cocinado por la mujer que, para él, era la mejor cocinera del mundo, superior a cualquier chef.
—¿Has comido algo? —preguntó acercándose al mueble.
Ella asintió.
—La cocinera latina ha hecho algo riquísimo...
—Se llama Rosa y es mi prima... —ella me mira curiosa.
—¿Eres latino?
—Mi padre lo es.
—Me he casado con un latino... —murmuró sorprendida.
Andrés se sentó a su lado y su intensa mirada hizo que Clare le devolviera la suya.
—Tengo algo que proponerte...
Ella curiosa le contestó:
#716 en Novela romántica
#229 en Otros
#102 en Humor
boda celos, amor accion mentiras secretos familia, matrimonio fingido
Editado: 11.12.2024