La clínica es un completo caos. Alguien ha decidido jugar a ser Robin Hood de los pacientes con antecedentes penales y ha vulnerado la seguridad del lugar de una manera que aún no logramos comprender. Es casi imposible que alguien conozca tan a fondo un sistema de protección tan complejo y entrelazado como el que tenemos aquí. Quien lo hizo, claramente no está en sus cabales. Irónico, considerando que tiene la lucidez suficiente para haber burlado un sistema de alta tecnología.
La Clínica Psiquiátrica Penitenciaria Wiheomhan cuenta con seguridad de máxima categoría. Aquí son traídos los sujetos que, en juicio, han sido declarados inimputables por razones mentales.
Hoy, a dos horas de iniciado mi turno en la oficina, las alarmas comenzaron a sonar sin control. Los pasillos se llenaron de gritos reconocibles. Las enfermeras no pudieron contener el caos, y los guardias asignados a cada habitación no estaban preparados ni capacitados para enfrentar algo como esto. Confiamos demasiado en el sistema y no teníamos un plan de contingencia. Siempre se necesita un plan B, C o D, especialmente en un lugar donde abundan los psicópatas.
—Amy —entra Támara en la sala de seguridad, donde nos encontramos reunidos el director, otros doctores y yo, tratando de descifrar quién fue el artífice de esta hecatombe—. Lo siento... Es que... necesitamos... —intenta hablar, pero hiperventila. Parece que esta no fue su primera parada para buscarme—. Tus carpetas... de tus pacientes —hace una pausa, entra completamente y observa a todos—. Aprovechando que está aquí más de la mitad del plantel... —se recompone y retoma con claridad—. Necesitamos con urgencia los archivos físicos y virtuales de los pacientes bajo observación de cada uno de ustedes para saber quiénes lograron escapar. La policía ya ha cercado la zona y...
—Sí... Ya el sistema de seguridad está siendo revisado por los expertos, Támara. Muchas gracias —responde el director Yang—. Doctores, creo que es momento de arremangarnos las batas y ponernos a trabajar. Vamos a proceder con la revisión solicitada por la policía, ¿no es así? —Támara asiente con los brazos cruzados—. Identificaremos a los pacientes fugados bajo su jurisdicción, ¿entendido? En cuanto tengamos noticias sobre el responsable de este desastre, se los haré saber.
Todos asentimos y salimos de la sala. Caminamos en silencio con Támara a nuestro lado, hasta que intento romper la tensión.
—¿Estás bien? Te noto muy agitada, Tami.
—La verdad, estoy angustiada. Estos sujetos sueltos no representan ningún tipo de seguridad. ¿A quién carajos se le ocurrió esta mierda? Ojalá lo atrapen pronto —habla sin mirarme, frotándose las manos contra los costados de la bata.
—También estoy preocupada, Tami. Pero no vamos a lograr nada si solo nos angustiamos. Necesitamos actuar rápido, buscar lo que se ha perdido... o fugado, en este caso.
—Amy... —me detiene con el brazo, se planta frente a mí y me toma por los hombros—. Tus sujetos... —pausa— son los más peligrosos. ¿Lo sabes?
Retiro sus manos de mis brazos y asiento, algo molesta.
—Lo sé, Tami. Ya todo el mundo me lo ha dicho. Ya sé adónde va esto...
—Tranquila —dice al notar mi tono—. Amy, no es tu culpa. Solo que... es más trabajo.
—Puedo con ello. Siempre he podido, ¿no? Por algo están bajo mi custodia —suspiro—. Támara... hablamos después. Tengo mucho trabajo que hacer.
—Amy... oye... yo...
Ya estoy caminando. Le doy la espalda y levanto la mano para detener cualquier intento de continuar. No tengo tiempo para más presión.
Camino hacia mi oficina y, desde lejos, veo a dos hombres de traje formal y presencia imponente.
—¿Dra. Amy Vlad? —pregunta uno de ellos. Es bajo, de cabello escaso y canoso. Sus facciones son duras, intransigentes.
—Sí, soy yo —respondo, alternando la mirada entre ambos.
—Dra. Vlad, mucho gusto —me extiende la mano—. Soy el detective Han, del Departamento de Crímenes Especiales —muestra su credencial—, y él —señala al otro hombre, alto, joven, de cabello negro y mirada profunda, que sonríe apenas, formando unos hoyuelos— es mi subordinado, el inspector Park —hace una leve reverencia—. Estamos a cargo del caso de los internos bajo su custodia. Es primordial revisar quiénes han escapado.
—Por supuesto. ¿Tienen la orden para acceder a los archivos de mis pacientes?
Se miran entre ellos. El inspector Park busca en su carpeta y me extiende un documento.
—Bien, pueden pasar —les abro paso hasta la puerta de la oficina—. Adelante —digo, levantando las cejas. Ambos entran. Les señalo los asientos y me dirijo al archivador. Pongo las carpetas sobre la mesa, separándolas unas de otras para ofrecer una mejor visión de cada caso.
—Dígame, Dra. Vlad —interviene el detective Han, obligándome a levantar la vista—, ¿ha participado usted en estos casos como testigo o como perito? —sonríe.
—En ambos roles, detective Han. ¿Por qué?
—¿Suele tomar partido? —pregunta con sorna.
—¿A qué viene esa pregunta, detective? —me cruzo de brazos, alzando las cejas.
—Debo asegurarme de que tanto los pacientes como la psicóloga forense estén cumpliendo su rol como corresponde.
—¿Qué le hace pensar que yo no cumplo el mío, detective Han? Se supone que vinieron a revisar los casos, no a cuestionar mi criterio profesional, especialmente sin haberme visto trabajar.
—Dra. Vlad, no era mi intención ofenderla. Solo debo entrevistar pri...
—Con todo respeto, detective. Usted trajo una orden para revisar los archivos de mis pacientes, no para entrevistarme. Cuando tenga el permiso correspondiente, procedemos con la entrevista.
Su sonrisa irónica se desvanece. El inspector Park, en cambio, esboza una sonrisa sutil, que disimula bajando la cabeza y rascándose la nariz. El detective Han, sin decir más, se acerca al escritorio y comienza a revisar con rapidez los expedientes.
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Editado: 11.08.2025