Border

Duo

El detective Han ha confirmado que, entre los reclusos que se han escapado, están los seis sujetos a mi cargo.

Al principio todo eran especulaciones, pero después de que el detective pidiera refuerzos al Departamento de Crímenes Especiales y, arbitrariamente, sin una orden formal, realizaran la investigación y recolección de información pertinentes, se ratificaron las sospechas que todos teníamos. Como no traía ningún documento —aparte de la orden— para sentarse conmigo a comparar y verificar los casos, se fue, no sin antes recalcar que estarían a primera hora en mi oficina para comenzar el seguimiento de los sujetos.

Ha sido un día caótico y extremadamente estresante. A duras penas siento la espalda. Salgo temprano de la clínica para descansar y darme un baño, porque todo lo que se viene encima es grande... muy grande.

Cuando llego a casa, estaciono la motocicleta frente a la entrada y noto que las luces de la sala están encendidas. Probablemente alguna de las chicas ya llegó. Con lo poco que me queda de energía, me incorporo para abrir la puerta.

—¡NO! ¡POR FAVOR, NO! —apenas cruzo el umbral, un grito gutural me detiene en seco. Mi corazón se congela por un instante y entorno los ojos, sorprendida. Entro en silencio a la sala mientras, con rapidez, saco el táser de la maleta.

Al ingresar por completo al apartamento, me asomo con cautela… y ahí está Mel, despeinada, comiendo comida chatarra en el sofá. Suspiro y pongo los ojos en blanco.

—¿¡CÓMO CARAJOS ELLA SE VA A GANAR ESE PREMIO!? ¡Es una sobrevalorada, por Dios! Me tiene harta. Deberían traer a West para que la baje del escenario —brama, discutiendo acaloradamente con el televisor. No se ha dado cuenta de que estoy ahí, presenciando su show, así que le lanzo el táser, que aterriza de lleno en su plato.

—¿¡Qué mierda…?! —se gira de inmediato y, al verme, sonríe con entusiasmo desbordado— ¡Amy! ¡Cosita mía! —salta del sofá, corre a abrazarme y aprieta su mejilla contra la mía, frotándola como un gato—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido, Doctorcita? ¿Qué tal la semana?

—¿No estabas de gira? —pregunto con una sonrisa mientras me suelta y empiezo a dejar mis cosas en el perchero.

—No pues... gracias por la bienvenida. Sé que soy un estorbo, pero no era necesario hacerlo tan evidente —dice con dramatismo fingido y una sonrisa pícara. Yo no puedo evitar reír.

—Sabías que llegaba hoy, Amy —dice mientras se deja caer de nuevo en el sofá—. ¿Puedes creer que esta vieja reggaetonera, la del pelo rosado, se volvió a ganar el premio a mejor canción? —bufa—. Este mundo es un asco. Por cosas como esas es que estamos como estamos. El mundo no cambia porque la gente se niega a llenarse de mensajes que realmente los transformen. ¡Tenemos que dejar de escuchar a gente como KG y empezar a ponerle atención a Dolores O’Riordan o a Mon Laferte!

Se llena la boca de palomitas y yo, derrotada, me dejo caer a su lado, robándole un puñado.

—Te ves terrible —dice entre bocados—. ¿Qué pasó?

— ¿Tú crees que estamos como estamos porque esa cantante se gana un premio que ni sé cuál es...? —resoplo, dejando caer la cabeza contra el espaldar—. ¡Hoy se escaparon mis seis sujetos de la clínica, Mel! —exclamo frustrada—. ¡Tengo que reorganizar toda la información y colaborar con la investigación para recapturarlos! ¡Porque personas como esa son el reflejo de la sociedad en la que vivimos! —sollozo, más agotada que triste—. Fue un día terrible...

Mel se pone seria, se levanta del sofá sin decir nada y camina hacia la cocina. Se toma su tiempo, mientras yo cambio de canal sin rumbo, más por distraerme que por buscar algo en particular.

Poco después, regresa con una bandeja, la coloca sobre mis piernas y, sin previo aviso, me agarra por detrás de la cabeza y me empuja hacia el plato.

— ¡Ay! —me quejo entre risas—. ¡Qué rico! ¡Kimbap! —me volteo y le jalo la mejilla con cariño. Ella sonríe como si todo estuviera bajo control.

— No había comido nada en todo el día —murmuro, tomando un bocado con alivio.

— ¿En serio? Sé que tienes mucho trabajo, Amy, pero no puedes saltarte las comidas por trabajo, y menos ahora que tienes aún más… debido a la fuga. Ya Tami me había contado. Cree que estás molesta con ella porque está ejerciendo presión sobre ti.

— Mira quién habla de saltarse las comidas. La que se encierra en el estudio y no come hasta que no aparecemos ni Támara ni yo. ¡Ja! —suspiro—. No, ya no. En ese momento sí, porque… Mel, toda la clínica está enfocada en mí. Estoy muy estresada. Hoy vino el Departamento de Crímenes Especiales a contribuir con la causa de ‘volvamos loca a la Dra. Vlad’ —ella se ríe—. Pero nadie piensa en que la Dra. Vlad ya tiene suficiente con la presión que ella misma se pone.

— Amy...

— ¿Humm?

— Ya cállate y come —ríe, dándome un beso en la mejilla—. Estás en casa. Ya mañana habrá tiempo de preocuparte por eso. Y, por cierto —dice, levantando el índice—, si las personas no sobrevaloraran a artistas como esa reggaetonera... no existirían personas como tus sujetos.

— ¿Y eso qué tiene que ver? —se encoge de hombros, mientras sigue enfocada en sus palomitas.

Eres una tonta, Mel.

Después de cenar, subo a mi habitación para darme un baño y tratar de relajarme un poco tras todo el estrés acumulado del día.

Pongo a llenar la bañera y busco unas hojas relajantes especiales para estas ocasiones, que Mel trajo de uno de sus viajes. Las dejo caer en el agua, y cuando ya está llena, entro con cuidado. Pongo algo de música suave y siento cómo mi cuerpo, tenso hasta hace un momento, empieza a soltarse poco a poco.

De pronto, escucho pisadas fuera del baño. Supongo que es Mel pasando por el pasillo. Sin embargo, con el paso de los minutos, los pasos se hacen más fuertes. Más pesados.

—¿Mel? ¿Qué estás haciendo? —pregunto, algo incómoda.

No hay respuesta. Pero al llamarla, las pisadas se detienen. Pasan unos minutos, y regresan. Más lentas, más marcadas.




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