Había pasado una semana en las que Borja no tenía ni una sola noticia de Stef. Realmente estaba preocupado, porque a pesar de todo, sentía que le había fallado a la única persona que lo había tratado bien en mucho tiempo y eso le hacía comerse la cabeza más de la cuenta, pero a estas alturas solo le quedaba trabajar el programa de seguridad que debía ser entregado en pocas semanas. Y así lo hizo, paso toda la mañana agregando y descartando códigos que le ayudarían a crear un sistema de seguridad de alta gama.
A la hora del almuerzo decidió quedarse en la oficia, ya que, a demás de Stef, no había entablado ninguna relación con sus demás compañeros. Así que mientras su comida se calentaba en el microondas, revisó su móvil para ver si había un mensaje de Stef, pero como era de esperarse, su buzón estaba vacío.
Cuando regresó a su escritorio y comenzaba a degustar su pizza, un sonido de tacones resonando en el suelo llamó su atención. No necesitaba darse la vuelta para saber a quién pertenecía ese ruido particular, por lo cuál, sin mover un dedo, esperó la aparición de la chica con la que él había sido un completo idiota.
No tardo más de dos minutos en aparecer ante él una Stef vestida tan elegantemente como el primer día que la vió en el ascensor; una falda tubo color negra que le llegaba hasta debajo de las rodillas, una blusa manga larga de color blanco que acentuaba sus curvas, su larga melena en una cola de caballo, unos zapatos de tacón color rojo y unas gafas negras que ocultaban lo que sin duda era lo más bello de Stef, sus ojos.
—Buenas tardes —fueron las primeras palabras roncas que escucho de ella—. ¿Se había enfermado? ¿Por eso no había llegado a trabajar?
—Buenas tardes Stef, ¿Cómo estás?
—Viva, qué a estas alturas es un gran logro.
—Ahh —fue la única respuesta de Borja, el cuál no sabía cómo pedirle una disculpa por su comportamiento la última vez que se vieron—. Stef —le llamó.
—¿Qué pasa, Loson? —Stef no estaba para nadie, mucho menos para trabajar y aguantar a un tipo que la vio cómo mantenida.
—¿Loson? —preguntó preocupado.
—Así se llama, ¿No? —respondió con fastidio, mientras se acomodaba en su escritorio. Encendió su ordenador, no quería perder el poco tiempo que tenía para trabajar entablando una conversación con él.
—Sí, pero puedes llamarme Borja, Stef —ella puso los ojos en blanco, los cuales escaparon de la mira de Borja, ya que el monitor del ordenador cubría todo el rostro de Stef.
—Lo sé, pero en este preciso momento no me apetece y por favor deje de hablarme porque debo ponerme al día con el trabajo atrasado.
—Yo... —Borja no sabía como responder a eso, era cierto que había metido la pata pero al menos merecía que lo dejara explicarse—. Solo quería pedirte una disculpa por lo que paso la última vez —Stef simplemente levantó la mano para pararlo, no quería sus disculpas, solo deseaba salir de ese maldito edificio y regresar donde verdaderamente deseaba estar.
—No las necesito Loson, así que hazme un favor cerrando tu maldita boca, este sistema de seguridad debe estar listo en dos semanas y aún faltan algunas cosas.
—Lo sé, por eso en esta semana en la que me dejaste tirado, avance bastante —respondió Borja con enojo, ¿Acaso le costaba mucho escucharlo?
Pero Stef solo deseaba arrancarle la cabeza por capullo.
—Así que hazme el favor de no volver a callarme —aclaró el chico.
—Como sea, muéstrame lo que hiciste en el tiempo en el que te dejé “TIRADO” —respondió, haciendo comillas con los dedos, si tan solo él supiera el infierno que fueron para ella los últimos días.
Fastidiado por la actitud que Stef tomó con él, decidió no decir nada más y mostrarle todos los avances que había hecho en el programa durante su ausencia. Borja a pesar de su poca experiencia era muy bueno y sabía lo que hacía, de modo que Stef decidió callar y ver como poco a poco se forma ante sus ojos el sistema de seguridad de alta gama que le habían encargado. Aún así ella no estaba satisfecha, a lo cuál tomando el disco donde estaba toda la información del programa, lo insertó en su computadora. Borja estaba desconcertado, porque ella ni le había dado las gracias por trabajar por ambos. Decidió pararse de su escritorio e ir tras ella, para que al menos, dejara de ser tan capulla.
Cuándo está por llegar al escritorio de Stef, se dió cuenta que las gafas de sol habían desaparecido, dejando a la vista las grandes ojeras que adornaban sus bellos ojos. Eso lo hizo detenerse en seco, pensando mejor lo que debía decirle. Era evidente que Stef no había descansado absolutamente nada, que por eso tenía un humor de los mil demonios y no era conveniente hacerla enfadar, por lo qué, regresando sobre sus pasos, se sentó en su silla mientras se pasa las manos sobre la cara sin saber cómo tratar a una mujer como ella, mucho menos con el genio que se cargaba.
—Stef, aunque no quieras que te hable igual lo voy hacer —mientras tanto, ella no dejó de teclear. Decidió seguir hablando sin importar que no le prestara atención—. Sé qué la última vez que nos vimos me comporte mal, te juzgué sin ni siquiera conocerte del todo, debido a lo cuál te pido una disculpa —en ese instante ella levantó la vista de su ordenador. Borja al ver que tenía su atención prosiguió con su disculpa—. No te conozco ni sé cómo es tu vida y mucho menos cómo has vivido para juzgarte a la primera, de corazón te ofrezco mi más sinceras disculpas —él esperaba su respuesta, estaba realmente nervioso. Las palabras no se le daban muy bien, pero hizo su mayor intento para solucionar el problema.
—Disculpas aceptadas, Loson —respondió Stef realmente sorprendida porque él le ofreciera una disculpa por lo qué había pasado hace una semana. Generalmente los hombres que conocía eran unos idiotas que no reconocían cuándo habían fallado y debían disculparse, un claro ejemplo; su padrastro, a pesar de qué no era un mal hombre, sí que era orgulloso.