Boss || 1#

Chapter 3

~UNA SEMANA DESPUÉS~
 

Una larga semana pasó normal y, a la vez, tensa. Estaba cansada de esa rutina, cumpliría 4 meses en Italia y apenas había podido cenar fuera.
 

No era momento de pensar en la cena que habíamos tenido Santino y yo.
 

En mis pensamientos me daba el lujo de llamarlo de esa forma pues siempre que le hablaba era Señor Rinaldi.
 

Pero hablando de la cena. Todo salió perfecto, ambos platicamos de muchas cosas, me conoció un poco más y ahora luego de las horas de trabajo me llamaba por mi nombre. Cuando teníamos que cerrar la oficina, el se despojaba de todo protocolo y me hablaba como si fuéramos amigos. Hasta me sonreía.
 

—Señorita Ronan... Vaya sorpresa verla acá —Nicolás Rinaldi.
 

—Señor Rinaldi, ¿cómo ha estado? —Me levanté de mi asiento y junte mis manos—


—Señor Rinaldi, ¿Cómo ha estado? —Me levanté de mi asiento y junte mis manos—. Me trasfirieron acá hace 4 meses y no pude negarme a vivir acá.
 

—Me alegra volverla a ver, la última vez que estuve en México, pasé por su puesto de trabajo y no la vi, me preocupé y hasta pensé que dejó el empleo, pero verla acá en Roma, no me lo esperaba.
 

Sus palabras me tomaron por sorpresa.
 

—Pues, ¿Qué puedo decirle? —Relamí mis labios, baje la mirada y pasé un mechón de pelo por detrás de su oreja.
 

—Podría aceptar ir conmigo a bailar esta noche... —Alcé mi vista rápidamente.
 

—Señor...
 

—Escuché maravillas de su talento para bailar, así que debo ver si es verdad. No lo piense tanto, trabajar para mi hermano es agotador y se lo estresante que puede ser, así que acepte...
 

—Yo... —Titubeé
 

—Nicolás... —Su imponente voz se hizo presente. Ambos giramos a verlo. Parecía enojado.
 

—Hermano, tengo que hablar contigo, pero ver a Sofía acá me pareció bastante raro. —Volvió a sonreírme como a veces lo hacía Santino.
 

—Te agradecería que dejes de molestar a mis empleadas, por favor.
 

—No la molestaba, trabajó para mi y por eso no la había invitado a salir, era mi empleada. Pero... —Nos miró con una sonrisa cómplice a ambos. Aquello me resultaría en un despido seguro. Siempre estaba al borde de ser despedida y lo podía ver en el ceño fruncido del señor Rinaldi—. Ya no es mi empleada, así que Sofía, vendré a tu hora de salida.
 

No me dejó responder. Caminó hasta la oficina de su hermano y entró. Antes de que mi jefe entrara también, me miró. Se veía enojado.
 

Cerró la puerta luego de eso.
 

Estaba en problema.
 

Aguarda... ¿Por qué debía estar en problemas? Llevaba 4 meses en ese país donde no conocía a nadie, donde lo único que hacía era trabajar, llamar a mi familia y bailar como tonta en mi pequeño departamento. ¡Merecía salir! 
 

Aunque moría realmente por salir con Santino... Dios, me estoy volviendo loca. Habían noches enteras donde fantaseaba con mi jefe. Donde nuestra relación era otra y habían otra vez veces donde...
 

¡Por Dio! ¡Basta Sofía! Eres una adulta y ya no estás para esas cosas.
 

Me senté finalmente en la silla para seguir trabajando. Donde pasé un par de horas más, hasta que Nicolás y Santino salieron juntos, era la hora de comer.
 

—Señorita Ronan, es hora del almuerzo—Me dijo mi jefe. Quien me miraba de forma ruda. En el fondo, sabía que estaba enojado. Asentí y me levanté de mi asiento esquivando sus miradas.
 

—Tengo una mejor idea, vayamos a comer. Creo que la otra idea no le gustó, así que acepte a acompañarme ahora... —Interrumpió Nicolás haciendo que Santino tomara aire y mirase a otro lado. Le había visto enojado y feliz, o al menos tranquilo, y ahora sabía que estaba furioso.
 

—Lo siento Nicolás, la señorita Ronan no puede ir contigo... —Santino paró en seco a Nicolás. Que lo miró con el ceño fruncido. <<¿Qué?>>
 

—¿Y ahora por qué? —Nicolás juntó sus manos mirándolo.
 

—Ella irá conmigo a comer... —Me miró fijamente.
 

Entre hermanos parecía no haber rivalidad pero cuando ambos se miraron fijamente, sentía que aquello terminaría en una pelea.
 

—¿Desde cuando comes con tus empleados? —Nicolás parecía una serpiente lanzando veneno y yo permanecía de pie al lado de mi escritorio. Con me celular en mi mano y un nudo en la garganta.
 

—Desde ahora... Vamos... —Santino hizo un ademán con su mano, que fue interrumpido por la mano de su hermano sobre su antebrazo.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.