Hasley
Estaba inmóvil bajo el cuerpo de Zev quien me aplastaba en el césped del campo del instituto.
Como todos los domingos, se suponía que entrenaba con su equipo pero todos se encontraban
tirados bebiendo un poco de agua. Una bola de flojos, no había otra forma de describirlos.
—Realmente hueles pésimo —me quejé por vigésima vez.
—Es tu castigo por no haber ido al juego de Matthew. —Sacudió su cabello haciendo que unas
gotas cayeran en mi cara.
El sudor de mi mejor amigo se colaba por mi ropa y por más que le reclamara, él decía que me lo
merecía. Al parecer estaba más indignado él que Matt por no haber asistido al juego.
—Te he dicho que de verdad no podía.
—Te he pedido que me digas el por qué y no me has dicho. — Zev atacó—. Parecía la pareja de
él.
Su comentario causó una fuerte carcajada en mí, imaginándome a Zev apoyando a Matthew desde
las gradas. No resultaba ser una escena muy agradable que digamos, pero sí chistosa. Tal vez otro
día tendría la oportunidad de verlo y poder reír mientras grababa aquel espectáculo.
—En serio quería ir, pero las circunstancias me lo impidieron. —Hice una mueca.
Después de haberle dicho a Zev que no podría ir me arrepentí, Luke estuvo después de un humor
insoportable. Sin embargo, lo que había dicho
de la luna era cierto, creo que jamás había visto algo tan hermoso como eso. Terminó contándome
que el nombre lo sacó de una de sus bandas favoritas y me comentó que me llevaría a un viaje de
la buena música un día de estos. Luego su humor se puso de los mil demonios cuando por fin me
atreví a hablar sobre su marca en la muñeca.
«Creo que fue una gran equivocación».
—¡Nguyen! —La voz del hombre que se hacía llamar entrenador hizo que Zev se quitara encima
de mí y todos se levantasen del césped—. ¿Qué hacen de flojos? ¡Muevan sus traseros y pónganse
a entrenar! ¡Tienen que ganar un partido la próxima semana, perezosos apestosos! —Siempre solía
llamarlos así y siempre terminaba burlándome cada vez que les gritaba—.
¡Nguyen!
—¡Voy! —Zev me miró, susurrando— Ese hombre está loco.
—¡Nguyen, quiero su trasero aquí!
—¡Le dije que ya voy!
—¡Quiero que grite así cuando ganemos!
Siempre me parecía cómica la relación que solía tener Zev con el entrenador David, gritándole y
él devolviéndoselo. Sin embargo, creo que era algo que los hacía sentir bien y lograr que los
entrenamientos fuesen sencillos.
El equipo del instituto estaba dividido en dos grupos: el capitán mandaba al grupo A, que era el
de Zev y el subcapitán al equipo B, quien era Neisan.
Mi mejor amigo se puso una venda en la muñeca y le dio una señal a su grupo. Segundos después
el balón salió volando, provocando que todos empezaran a correr. El entrenador venía hacia las
gradas donde yo me encontraba sentada y me miró.
—¿Crees que ganemos? —me preguntó mientras tomaba un poco de agua.
—Sí. —Mecí mis piernas.
—Hasley, ¿podrías pasarme la mochila que tienes a un lado? —pidió indicando mi lado derecho.
—Es Hasley, no Hasley —corregí por décima ocasión pasándole lo pedido.
Solía cambiar el orden de la S y la Len mi nombre, era algo que odiaba, pero igual algo a lo que
ya me acostumbraba viniendo de aquel hombre.
—Lo sé, lo sé.
Dijo lo de siempre, meneando su mano para alejarse y detener a los chicos.
Minutos más tarde, el chico de rizos dorados se acercó hasta mí quitándose el vendaje. Estaba
demasiado sudado haciendo que sus rulos desaparecieran pegándose a su frente.
—Te juro que huelo el olor de Jones, jamás vuelvas a dejarme solo —
dramatizó recordando el tema.
—Oh, ¡supéralo!
—Nunca. Neisan y Dylan se han burlado de ello. Ha sido muy vergonzoso, Hasley.
—Para recompensarlo, vamos al cine —propuse deseando que dejara a un lado su trauma.
—¿Y tú pagas todo?
—Y yo pago todo —bufé, rendida sin otra opción.
—Perfecto —sonrió—. Después del entrenamiento vamos y puedo elegir la película que yo
quiera.
—Estás en todo tu derecho, pero ¿irás todo sudado?
—No seas tonta, me cambiaré en tu casa —mencionó, revolviendo mi cabello con una de sus
manos y, a la vez, regalándome un guiño.
Antes que pudiese reclamar, Zev se dio la vuelta y comenzó a correr hacia el campo. ¿Qué?
Genial, mi madre estaría en casa y saldría con sus preguntas bombas sobre si él y yo teníamos una
relación y se lo ocultábamos.
En todo el transcurso, todos corrían en el orden como les tocó: el grupo A atacaba al B y
viceversa. El entrenador David ordenó que se acercaran y empezó a explicarles la técnica. Todos
prestaban atención y repetían lo que él decía.
—Entonces si hay un oponente a la derecha, ¿a quién le tienes que dar pase? —el entrenador
cuestionó otra vez.
—Al de atrás —respondió Zev.
—¡No, no y no! ¡Al de tu izquierda!
—¿A Jason?
—¡No! Bueno, si… ¡No! Sea quien sea, pero al de tu lado contrario en el que esté el oponente.
—¿Sea quien sea? ¿Y si es otro oponente?
—¿Qué? —preguntó incrédulo—. ¡Zev!
—¡Lo siento, estoy nervioso!
—¿Y dices ser capitán del equipo?
—¡Usted me nombró como tal!
Era como la tercera vez que volvían a repetir todo porque Zev no entendía que si tenía un
oponente de un lado le iba dar pase al de su lado contrario pero, claro, solo si se trataba de su
equipo. ¿Tanto le costaba entender?
Gruñí cansada. Sabía que esto tardaría un poco más de lo común, todos se ponían nerviosos y
tensos en los juegos iniciales de la temporada. Saqué mi celular y conecté mis auriculares para
dejar que la melodiosa voz de Michael Bublé inundará mis tímpanos.
??
—¡Te prometo regresar temprano! —le grité a mi madre antes de cruzar la puerta.
Corrí tras Zev y subí al auto, yendo hacia el centro comercial. El camino era un poco largo, pero
se nos hacía corto cuando íbamos hablando de cualquier babosada que saliera tema tras tema. Las
calles estaban vacías y un poco frías, común en un domingo. Normalmente se llenaba de gente los
viernes y sábados porque las personas salían a clubes nocturnos.
Zev venía hablando de lo entusiasmado e igual de lo nervioso que lo ponía el próximo partido;
sabía que el entrenador y sus compañeros confiaban en él y eso lo hacía entrar en presión.
—¿Cuáles crees que estén? —preguntó refiriéndose a la cartelera.
—Realmente no he revisado la página web. —Quité mi suéter de mi cintura y lo pasé por mis
brazos sintiendo la calidez.
Él hizo un ruido por lo bajo para luego hacer una mueca causando que
yo riese. Caminamos a la parte del centro comercial donde se encontraba el cine; el olor a
palomitas llegó a mis fosas nasales causando que se me antojaran.
—Definitivamente me volvería gay por Adam Sandler.
Empecé a reír imaginando a Zev besando una foto del actor; el chico poco a poco eliminó su gesto
y plasmó una pequeña sonrisa. Aunque todo tipo de emoción que habitaba en mí se borró al
instante cuando me di cuenta de quién estaba detrás del mostrador.
Esto no podía ser real. El destino jugaba conmigo de una muy mala manera.
Luke al verme, se quitó con rapidez el gorrito de color café con diseños amarillos y lo arrojó por
encima del mostrador. Mi cara lo miraba con un sentimiento de sorpresa y al mismo tiempo de
incredulidad.
—¿Qué haces tú aquí? —demandé cuando llegué hasta donde él.