Boys Around The Moon [bl]

Capítulo 8. Constelación Lunar

Jiwon se encontraba desorientado, el incidente había sido tan repentino que no tuvo ni tiempo para reaccionar antes de que le cayera toda la comida encima. El enojo era corto a lo que sentía, pero no era por estar cubierto con café y crema batida casi de pies a cabeza, era aquella maldita sonrisa en el rostro de Monteiro lo que le hacía difícil tragarse su rabia, sabía que debajo de las manos que cubrían sus labios había una sonrisa de malicia, la misma que emanaba de sus ojos. En ese momento se levantó, sacó dinero de su cartera y lo dejó sobre la mesa.

«Si crees que voy a darte el lujo verme humillado o malparado, estás muy equivocado», pensó mirando a Monteiro con aquella rabia que mantenía contenida.

—Jiwon —murmuró Soono y puso una mano en su hombro.

—Es tarde —dijo el azabache con voz rasposa—. Debo retirarme, con permiso. —Jiwon se encaminó a la salida, deteniéndose solo un momento para ver como el más joven era retenido por Monteiro, quien lo había tomado de la mano.

—Creo que es mejor dejarlo solo, él puede llegar a ser algo…  Emocional. —Con solo escuchar a ese bastardo hablando a sus espaldas fue que lo decidió, no pasaría ni un minuto más en ese lugar.

—Pero —murmuró Soono y miró hacia la puerta de salida, pero al ver que Jiwon se había marchado creyó que tal vez Enzo tenía razón.

—Tranquilo, él estará. —Antes de que pudiera terminar una voz demandante resonó por el lugar.

—¿¡Qué quiere decir con que tendré que esperar más?!, ¿¡Acaso no existe la eficiencia en este lugar?! —reclamó una mujer histérica, parecía que lo que traía la mesera en la bandeja que le cayó encima a Jeong era su pedido.

—Lo sentimos mucho por hacerla esperar más tiempo, en serio lo sentimos —dijo un joven de apariencia más madura quien parecía ser el gerente de la cafetería.

—¡Al menos debería darle un sermón a esa incompetente!, ¡ella fue la que tiró la bandeja, que se haga responsable! —exigió la mujer señalando a la mesera.

—Lee Doran, no solo estabas distraída, derramaste líquidos sobre uno de nuestros clientes y ocasionas que otro tenga que esperar poniendo trabas en su tiempo. ¿Tienes algo que decir en tu defensa? —preguntó el gerente a la mesera que estaba con la cabeza agachada por la vergüenza.

—Gerente Min, admito que estaba distraída, pero no fue completamente mi culpa, alguien me hizo tropezar, lo juró.

—No quiero escuchar excusas, Lee Doran —respondió el gerente incrédulo ante las declaraciones de su empleada.

—¡Pero lo digo en serio!, ¡alguien me hizo caer!

—Enzo… —murmuró Soono llamando al de cabellos blancos.

—¿Sí, bolita de nueve? —preguntó Enzo con una sonrisa, pero al escuchar la pregunta del jovencito se quedó helado.

¿Fuiste tú quien hizo a la mesera? —preguntó haciendo que la mesera, el gerente y la mujer histérica voltearan hacia ellos.

—¿Qué? No entiendo de lo que me hablas —dijo evadiendo la pregunta haciéndose el desentendido.

—Aun cuando Jiwon parecía desorientado, tenía la mirada puesta en ti, era tan aterradora que hasta a mí me dio escalofríos —respondió el joven rubio haciendo memoria—. Ni siquiera preguntaste si estaba bien, incluso parecía que te causaba satisfacción lo que había pasado y tampoco me dejaste ir con él para asegurarme de que estaba bien. ¿Acaso ocasionaste todo esto para que se fuera?

—Yo —murmuró intentando decir algo, pero su mente se encontraba en blanco—. Fue solo un accidente, ¿por qué querría hacer tal cosa? Admito que tal vez tenía mi pie mal puesto en el pasillo, pero no fue intencional. —Sonrió de forma forzada intentando sonar convincente.

—No puedo creerlo… —dijo el rubio poniéndose de pie—. Yo también debo irme —añadió sacando dinero de su bolsillo y lo puso sobre la mesa.

—¡Espera!, ¡Soono! —exclamó sacando algo de dinero de su cartera con rapidez y salió detrás de él, mientras tanto la mesera, el gerente y la mujer se quedaron pensando en sus lugares confundidos por lo que acababa de pasar.

—Aquí está su orden, señora Han, va por cuenta de la casa, así que no se preocupe —intervino otra de las meseras que se encontraba cerca dejando el pedido en la mesa.

Aunque el asunto se había aclarado, la incomodidad en el ambiente seguía presente. Sin embargo, a Doran le dio alivio saber que esta vez no había sido su culpa.

En otra parte, Jiwon, que se encontraba en un hotel cercano a las oficinas de Blue Rose, caminando a paso rápido hacia la habitación que había pagado para darse un baño rápido. No fue hasta que llego a la habitación que se detuvo por el cansancio y se recargó de la puerta dejándose caer lentamente al suelo, sentía que su pecho estaba por reventar, ni siquiera había corrido, pero se sentía como en un maratón. ¿Por qué su corazón latía de esta manera? De solo pensar en lo que había ocurrido le causaba jaqueca y el corazón en su pecho arremetía contra este con más fuerza como si quisiera salir.

—Detecto alteraciones en tu sistema, estás teniendo fuertes jaquecas y tu ritmo cardiaco está más acelerado de lo normal —dijo Minyong con preocupación.

—Estoy bien —respondió de forma seca, no estaba de humor y contener su ira lo estaba agotando de forma física y mental.

—Jiwon tienes que calmarte.

—¡Te he dicho que estoy bien!, ¡carajo!, ¡¿acaso no entiendes?! —exclamó con gran enojo, no toleraba que le cuestionaran su estado de ánimo, pero Minyong tenía razón, necesitaba calmarse—. Lo siento…  Solo envía un mensaje a Kim con la dirección del hotel y pídele que por favor traiga el traje que se encuentra en mi armario.

—Entendido —respondió Minyong resignado, pues lo que menos necesitaba su amigo era recordar que el jovencito seguía con el causante de su malestar.

En estos momentos a Jiwon no le quedaba más que tragarse la cólera que sentía, la cual revolvía y estrujaba sus entrañas causándole dolor. Uno tan fuerte y profundo que se sentía como un veneno, uno mortal. Se culpaba por no haber actuado con más rapidez, por no haberlo previsto y sobre todo por no haberse podido quedar con Soono. Sea lo que sea que estaba sintiendo era horrible, el sabor amargo en su boca le quemaba la garganta, era un sabor similar al licor de arroz solo que no provocaba satisfacción, sino una amargura asquerosa, ese sabor era el de los celos. El más horrible y problemático, capaz de corromper tanto el sentir como el pensar de aquel que lo prueba. Sobre todo, si es por primera vez porque si, esta era la primera vez que los sentía en su vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.