Brandwell

1. RECUERDOS TORTUOSOS

Hace varios meses que, felizmente enamorada, Ben y yo éramos novios. Ese 25 de diciembre me confesó que desde hace tiempo estaba enamorado de mí, pero que por razones que no entendía nunca tuvo el valor de decirlo. Hasta ese día, en el cual se decidió por fin. Y por mi excelente, más que dichosa.

A mis 17 años, estaba casi convencida que la vida de una bruja no era del todo complicada. Solo era mirar a la tía Zoey y darme cuenta de ello, aunque por el lado de papá no podía decir lo mismo. ¿Por qué su vida era tan diferente si son hermanos, ambos con el mismo don? Aún había cosas que seguía sin decirme y se excusaba diciendo que en la academia aprendería todo eso, la historia de nuestros ancestros y toda la verdad sobre nuestra naturaleza.

Por otro lado, mi vida de humana si tenía un poco más de complicaciones, según yo. Estoy en primer semestre de la universidad donde estudio literatura porque, a decir verdad, mi pasión es la escritura y la lectura. Sueño con que algún día pueda llegar a ser una gran y exitosa escritora, igual que mis ídolos. Pero siempre, mi mente era invadida por pensamientos diferentes y distorsionantes. Soy una bruja, algo que jamás podré cambiar.

¿Por qué me preocupa? Por el simple hecho de no ser una persona normal, aunque trate de aparentarlo por todos los medios posibles. Lo que más me dolía de ello era que, sin querer y por obligación, le mentía diariamente a Ben. El confía plenamente en mí, no nos ocultamos absolutamente nada, salvo ese pequeño y minúsculo detalle. Y eso me llenaba de culpa.

Al inicio todo fue color de rosa, en febrero inicié las clases en la universidad, conocí a mi actual grupo de amigos y me iba de maravilla. Obviamente como toda estudiante, a veces me sentía agobiada por la cantidad de deberes que nos dejaban, todo lo que había por leer y demás. Pero eso no era nada, en absoluto nada con lo que se me venía.

Y me refiero a la academia.

Desde abril he estado asistiendo a una escuela los fines de semana, se llama Colegio Hogwarts de magia y hechicería… Miento, pero ojalá fuese así de emocionante. Aun así y para mí mala suerte, es solo una academia de control mágico que para los mortales se ve como una escuela de música, donde estoy aprendiendo a tocar la batería. La coartada era perfecta, tenía clases los fines de semana de «música» mientras en realidad aprendía a controlar mis poderes.

Para ser exactos, los verdaderos problemas de mi vida empezaron justo ese primer y tormentoso día de clases en la academia. Si había dicho que mi existencia era un completo caos, de verdad estaba haciendo un tornado en medio vaso de agua. En cambio, ahora sí estaba siendo consciente de lo que es ser una bruja, pero no una ordinaria. Todo ello me tenía con los nervios de punta, pero intentaba no demostrarlo frente a los demás. Mucho menos a Ben, no quería preocuparlo y no tener una excusa que no incluya mis clases de magia.

Pero como cosa del destino, el universo y todo aquel que me odie, por desgracia las cosas se salieron totalmente de control.

Mi primer día de clases me vi abrumada por toda la energía mágica que se aglomeraba en el lugar, era como una especie de manto pesado que provenía de cada uno de los estudiantes que caminaban por los corredores, incluyéndome a mí. Según la maestra, cada persona mágica o mortal tiene una esencia vital, como un aura llena de energía. Para los seres mágicos como nosotras, esa aura era proporcional a nuestra fuerza de poder; en cambio, en los humanos solo era un leve resplandor de colores suaves. Siempre las veía, pero nunca presté demasiada atención a ellas hasta que dejé de verlas por voluntad propia, incluso las de mi familia.

Solo era cuestión de concentración para omitir toda esa sensación, pero fue un poco difícil siendo mi primera vez rodeada de tanta gente con alto poder mágico. En realidad, no podía ver mi propia aura, pero si la de los demás, todas desconocidas y muchas eran extraordinariamente enormes. Entré al salón de clases tranquilizando mi pulso, ya toda esta situación me tenía nerviosa, especialmente por el hecho de ser observada por todos. «¿Tengo algo en la cara o qué?» pensé confundida, todos a mi alrededor fijaban su mirada en mí co expresiones de asombro, otros de miedo y repulsión y yo no sabía por qué. Si sabía que era muy «grandecita» para iniciar las clases, pero, ¿Era eso suficiente como para que me miren de esa manera?

—Buenos días jóvenes —saludó una mujer de mediana edad, pero con porte elegante— mi nombre es Dorothea Gibbs y seré su instructora todo este año. Es necesario que sepan que, por fuera de estas paredes no se les permitirá usar magia a menos que sea una emergencia. Las reglas de nuestro mundo son claras y deben respetarse, especialmente para evitar involucrar mortales en esto. ¿Entendido?

—Si señora —respondimos todos al tiempo.

—Bien, es un gusto conocerlos —sonrió ampliamente— primero pasaré a lista y les entregaré sus horarios de clases. Verán que, aunque sean un solo grupo, tendrán algunas clases diferentes según el examen que se le hizo al inscribirse.

Empezó a llamar por orden alfabético, entregando un pequeño recuadro impreso a cada uno hasta que llegó mi turno.

—Lindsay… —hizo una pausa verificando mi nombre en su lista— ¿Brandwell? ¿Quién es?

—Yo maestra —alcé mi mano nerviosamente sin saber que sucedía— Soy Lindsay Brandwell.

Su mirada clavada en mí era escrutadora, analizándome de pies a cabeza llenándose cada vez más de asombro. Eso me estaba poniendo aún más nerviosa, ya me estaba desesperando por aquella situación.




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