Brandwell

2. DESCENDENCIA BRANDWELL

 

—Perfecto —aseguró con una sonrisa ladeada, una cargada de sarcasmo.

Su mirada no se apartaba de mí, era como si me acusara de algo que hice, sin yo saber exactamente qué. La incomodidad y rabia me estaban superando, trataba de controlarme solo porque era el primer día de clases y no tenía planeado causar una discusión. Sin embargo, tampoco era recomendable retener todo esto, un accidente de esos daría aún más que hablar sobre mí. Aunque claro está, ganas no me faltaban para convertirlo en rata.

—Hay una ley en específico que prohíbe terminantemente entablar relaciones… —hizo una pausa analizando mi reacción— sentimentales con los mortales.

Mi respiración se detuvo por un segundo, tratando de asimilar aquello. ¿Cómo era posible? Papá es hechicero, pero mamá es humana, completamente mortal.

—A muchos de ustedes se le informa eso desde que desarrollan los dotes de la magia, aunque no sucede lo mismo cuando no se es sangre pura —refirmó con un atisbo de desagrado en su tono de voz— el castigo a su desobediencia antes era la pena de muerte, pero en vista de la gran disminución de nuestra población por la desproporcional caza de brujas, solo se limitó al destierro. ¿Saben el origen de esta ley?

Ninguno contesto, ni siquiera se inmutaron.

—Bien, al parecer no conocen muy bien su historia… mucho menos la de su linaje —enarcó una ceja en mi dirección.

Estuve a punto de replicar, pero una suave mano apretó la mía evitando que cometiera un grave error. Una chica trigueña de unos 14 años, me miraba fijamente negando suavemente con la cabeza impidiéndome reaccionar. El profesor Brad se acomodó en un costado del pizarrón, apoyando la espalda en la pared. Trate de relajar mi respiración y suavizar mi expresión, pero el solo me miraba fijamente con aires de superioridad mientras seguía con su relato, tratando además de disimular dirigiendo la mirada entre veces a otros de los presentes.

—En los inicios de la edad media en el siglo V, la comunidad mágica estaba organizándose de forma política, para que dé esa manera controlaran las actividades que se estaban desarrollando, muchas de ellas en contra de los mortales —relataba Brad tranquilamente— en ese entonces, existió un hechicero muy poderoso llamado Count Graham que desafortunadamente tuvo la desfachatez de casarse con una mortal. Inmediatamente todos, incluyendo el gran consejo, le advirtieron sobre las posibles consecuencias que podría traer para su descendencia, a pesar de que era la primera vez que se daba un caso como aquel.

«A los pocos años y en contra de todo pronóstico, tuvo un hijo. Era aparentemente un hechicero común y corriente, aprendía a usar su magia de forma correcta como todos ustedes. Lo extraño era su aura —continuó, fijando su mirada inquisitiva nuevamente en mí— era diferente a los demás. Por lo general son colores suaves, la suya era negra totalmente, albergaba una oscuridad tal que las personas a su alrededor experimentaban emociones de ira y fastidio sin razón alguna. Cuando cumplió los 13 años fue cuando decidieron actuar, pero fue demasiado tarde. El chico se descontrolo, su aura era de un tamaño descomunal y turbia. Termino por aniquilar a toda la aldea donde vivía, por lo que su propio padre tuvo que intervenir, asesinándolo.

Desde ese día se creó la ley de prohibición con pena de muerte, la cual estuvo vigente hasta el siglo XV cuando dio inicio a la caza de brujas. Sin embargo, se les desterraba totalmente y bloqueaban sus poderes, además de prohibirles concebir o su descendencia sería asesinada inmediatamente. Ahora bien, hace 300 años aproximadamente, una familia de buen renombre y poder, rompió deliberadamente esa ley siendo desterrados. Desaparecieron del mapa, jamás se volvió a saber de ellos, hasta que apareció de la nada una niña de tan solo 7 años. Cornelia Brandwell, una bruja mestiza —escupió la palabra con todo el desprecio que era capaz de sostener— aquella niña tenía un aura un tanto oscura, dicen que de color violeta y bastante grande para su corta edad. A pesar de ello, al cumplir los 13 años no ocurrió nada fuera de lo normal. Cornelia se había salvado de la aniquilación, convirtiéndose en una de las brujas más poderosas de la época, dando así aún más poder al apellido en cuestión.

Pero la historia se repite, ¿cierto? —pregunto con ironía dirigido a mí— los Brandwell se habían mantenido vigilados constantemente debido a que, gracias a su falta de sensatez, muchos magos y hechiceras en el mundo estaban rompiendo aquella importante ley. Y se mantuvieron al margen hasta que, hace 20 años el más prometedor descendiente de la familia volvió a quebrantarla, siendo desterrado y bloqueado su magia. Pero eso no fue impedimento alguno, por lo que veo. Gregorio Brandwell ha vuelto a aparecer, con sorpresa incluida.»

Ya en ese punto de la historia, estaba roja de la ira, me sentía a casi nada de estallar. Solo era cuestión de una palabra más y mi paciencia moriría, pero el destino no quiso que aquello sucediera porque timbre de cambio de clases sonó y mis piernas se mandaron solas. Salí de ahí como alma que lleva el diablo, sin importar que Brad quedara con una sonrisa tan amplia en su rostro y todos los demás se alertaran al verme marchar.

Fui directo a mi casa, no quería quedarme ni un minuto más en esa academia aguantando las miradas de todos, sus susurros y acusaciones. Sí, puede que sea mestiza, pero no soy mala ni estoy fuera de control.

¿Cierto?




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