Brandwell

4. CIRCULO VICIOSO

Salía de la clase de defensa mágica, donde nos enseñaban los hechizos básicos y como contrarrestarlos, usando como aula un enorme patio rodeado por barreras protectoras que nos ocultaban de los humanos. Charlaba animadamente con mi nueva amiga, Juli, quien al parecer era la única en todo mi grupo que me veía como una de ellos, cuando su oscura presencia me intercepta en la entrada del aula.

No le bastó con castigarme y hacerme perder una clase importante de mi horario, espero hasta la última de las clases para seguir con su actitud arrogante hacia mí.

—Hasta que apareces —se quejó.

—¡Dios!… —suspiré irritada— ¿Ahora que quieres?

—Un ensayo de mil palabras sobre la separación de ambos mundos —dijo con altanería— con fechas y argumentos válidos, nada de copia y pega porque lo sabré. Que cada una de esas mil palabras, sea escrita a mano.

—¿Perdón? —exclamé atónita.

—Hace parte de tu castigo —anunció con una sonrisa de victoria— disfrútalo.

Se marchó con sus aires de grandeza, sintiéndose ganador de este mínimo y no previsto encuentro.

—Te dije que no le siguieras la corriente —comentó Juli a mi lado— solo le das cuerda para seguir molestándote.

—En serio lo odio —juré.

Salimos de aquellas instalaciones con el humor por los suelos, o yo por lo menos estaba en esas condiciones. Juli trataba de mitigar mi enfado, pero era algo que no se podía lograr asi de la nada y menos teniendo que hacer tal discurso. Tenía 6 días para ello, pero los deberes de la universidad me restaban muchísimo tiempo para hacerlo.

—Nada de copia y pega porque lo sabré —lo imité con desagrado— no sé cómo puede haber alguien tan fastidioso, aunque parece que lo llevan en la sangre.

—No te des mala vida por eso, mejor vayamos a comer algo —dijo Juli suplicante— a diferencia de ti yo si quedé muerta, ¿Cómo es que no estás falla de energía con todos los hechizos que hiciste?

—No sé —me encogí de hombros— privilegio de mestizos quizá.

—Tal vez si —agregó dubitativa— es como si tuviesen una reserva de energía aún más grande que la de un hechicero normal.

—¿Segura? —indagué perpleja— yo lo decía como una broma, ¿Cómo sabes eso?

—Bueno… la razón por la cual no te trato como los demás es porque ya he convivido con mestizos y sé que todo eso que dicen son patrañas —explicó— tengo un primo super cool que es mestizo, pero se mudó hace poco a Italia para seguir sus estudios.

—Oh, interesante historia —expresé— si vamos por algo de pizza me cuentas más, ¿Cierto?

—Eres bien chismosa, ¿No? —se burló.

—Ve acostumbrándote, cariño.

Llegué a casa cansada, sudorosa y de mejor humor, sin embargo, el recuerdo de los deberes para el día siguiente y el dichoso castigo me devolvió el manto de rabia que me cubría. Me duché, cené y empecé con las tareas de la universidad, cosa que consideraba más importante y de alta prioridad.

No pude dormir demasiado esa noche, las tareas eran tantas que me abrumaba no poder terminarlas a tiempo. A las 2 de la mañana caí completamente rendida, habiendo avanzado solo los deberes de ese día. Desperté con dolor de cabeza, siendo aplacado por una taza de café negro bien cargado y una pastilla. Empecé el día con mi cara de pocos amigos, siendo regañada por mi amiga Rebeca por desvelarme innecesariamente.

Si tan solo pudiera decirle.

—¿Qué tanto haces, Lin? —indagó curiosa— ya pareces loca escribiendo como si se te fuese la vida en ello.

—Quiero despejar mi buzón de tareas para quedar libre desde el miércoles —expliqué sin quitar mis ojos del papel— desde ese día estaré un poco ocupada.

—¿En qué? —insistió.

—Tratando de no suicidarme —dije inexpresivamente.

—Calle esa boca, niña —exclamó Samuel, novio de Rebeca.

—¿Qué es eso tan importante? —continuó preguntando Rebeca.

—Un ensayo de mil palabras sobre la historia de… —me frené, casi revelando información de más— la música, como parte de un castigo que según el odioso del profesor me merezco.

Las carcajadas de mis supuestos amigos resonaron por toda la estancia, ganándose miradas burlonas de otros tantos.

—¿Esa es la dichosa academia a la que estas yendo? —se burló— ¿En serio?

—Si dejaran de burlarse de mis desgracias les contaría el chisme —me quejé— ¿No es eso de lo que viven?

—Bien… —respiraron tranquilizándose— cuenta, alimenta nuestra curiosidad.

Cambiando algunos detalles y combinándolo con la versión que le di a Ben, les conté la triste historia de cómo conocí a mi némesis, mi peor pesadilla. Las risas de ambos por lo ridículo que sonaba todo no cesaron, y los entendía, hasta que llegué al punto donde mencionaba los pleitos anteriores con su familia.

—Anda, niña, pero si la cosa es desde antes —Rebeca se reía en mi cara— no envidio tu mala suerte.

—Mira el lado positivo —añadió Samuel fingiendo seriedad— en casos como estos es cuando conoces a tu media naranja, el romance florecerá.




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