Brandwell

6. ¿EL DON BRANDWELL?

Ya habían pasado por lo menos dos horas desde que llegamos, el calor era insoportable y me dolían los pies. Teníamos aproximadamente 7 de las 10 especies de plantas que debíamos recoger, sin embargo, quería tomar algunas más para intentar hacer una poción por mi cuenta durante la clase.

Problema uno, Brad no se despegaba de mí ni por un segundo y me tenía más que estresada.

—Brad, ¿Sabes algo? —empecé con tono natural— somos como 40 estudiantes en medio de todo un espeso e inexplorado bosque, ¿No crees que centrar tu atención en una sola sería de muy mal gusto para los demás? Deberías tener cuidado con eso, van a pensar que te preocupas por mí.

—¿A dónde quieres llegar con eso? —exigió saber, cruzándose de brazos.

—No es que me desagrade tener tu… compañía —continué con sarcasmo— es solo que las demás pueden sentirse celosas de que su atractivo y nada gruñón profesor favorito, las deje olvidadas por estar como garrapata pegado a una sola de sus estudiantes. ¿No te parece?

—¿Te parezco atractivo? —se burló.

—Ay ya lárgate que me estresas —vociferé hastiada— por favor.

—Ni creas…

—¡Profesor! —gritó una compañera— Encontramos algo raro.

—Anda que te llaman… —le reñí— no vaya ser que se haga daño o algo así.

—Procura no morirte —dijo antes de marcharse y lanzarme su mirada de advertencia.

Continué rebuscando los materiales faltantes, sintiendo poco a poco la decepción por no encontrar nada más de interés.

—Te voy a vigilar —le imité molesta— Procura no morirte… Pfff ya quisieras, desgraciado.

Mientras lamentaba mi mala suerte, me alejé un poco del resto siguiendo un pequeño sendero de setos de colores extraños. Al parecer, era una especie un tanto tóxica solo si llegase a ser ingerido, de todas formas, tuve extremo cuidado de no tocarla. Sin embargo, resbale con un poco de musgo al pisar una corteza tapada por el pasto. Para evitar la caída sobre aquellos setos, me sostuve de una rama sin darme cuenta de sus púas.

—¡Madre santa! —me quejé a viva voz.

Aquellas púas se habían ensartado en mi piel, abriendo dos cortes no tan profundos en la palma de mi mano, pero de la cual manaba cierta cantidad de sangre.

—¡Lindsay! —gritó Brad— ¿Dónde estás?

—Lo que me faltaba —suspiré, tapando mi herida para que no la viera— Por acá.

Sin prestar mucha atención a ello seguí caminando, hasta que el crujir de una rama al romperse me hizo detenerme en seco. Según la dirección del sonido venía de uno metros por delante de mí, donde los árboles estaban rodeados de arbustos y enredaderas impidiendo ver detrás de ellos.

—¿Brad? —murmuré nerviosa.

—Ya voy, no te muevas —gritó, desde algún lugar detrás de mí.

En aquellos arbustos algo se removía, pisadas un tanto pesadas se aproximaban y el miedo empezaba a invadir mi cuerpo. De pronto, aquellas ramas que tanto se estremecían inquietas sobresalieron de allí. Y en frente de mí, una extraña criatura bufaba y pisoteaba el pasto en señal de advertencia. Parecía un rinoceronte bebé, de piel verde cubierta de maleza y hongos, de su cuerno se alargaban aquellas ramas terminadas en pequeñas flores.

—Tranquilo, no te haré daño —dije suavemente mientras me arrodillaba y dejaba mis cosas a un lado— todo está bien.

Un suave gruñido salió de su hocico, pero con suaves pasos fue acercándose a mí olfateando a mi alrededor.

—Eso es… ven cosita linda —susurraba teniéndolo solo a centímetros de mí.

—Te dije que… —exclamó Brad interrumpiéndose al ver aquello— mierda, no te muevas.

La criatura se asustó tanto por su llegada que dio dos saltos hacia atrás, bufando de rabia y gruñendo hacia el intruso.

—Tranquilo… Shhh… nada te pasara, todo está bien —trate de calmarlo, evitando que se lanzara contra Brad— tranquilo, todo está bien.

—¿Qué haces? —murmuró Brad, sin moverse de su lugar.

—Solo cálmate y no digas nada, ¿Vale? —exigí, centrando mi atención en la criatura— nadie te hará daño, ven… tranquilo… despacio. No le prestes atención a la cosa fea que está detrás de mí, ¿Sí? Ven aquí.

Nuevamente se acercó, olfateando mis manos primero y luego a mi alrededor. Lentamente, fui posando mi mano sobre su cabeza acariciándolo con dulzura.

—¿Quién es una cosita bien linda? —susurraba dándole caricias en el lomo— ya relájate, cobarde. No va a lastimarnos, ¿Verdad bebé? Tu eres un niño bueno.

Sus bufidos divertidos me causaban gracia, y la forma en que movía su colita era de lo más adorable. Brad dio un paso hacia nosotros, acercándose más a aquella criatura. Sin embargo, el sonido de una rama la romperse lo alteró nuevamente, solo que esta vez salió corriendo hasta perderse de nuestra vista.

—¡Brad! —me quejé levantándome de golpe— te dije que te quedaras quieto.

—¿Qué acabas de hacer? —indagó perplejo.

—Ahuyentaste a Bobby —le reclamé.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.