Brandwell

10. OBSERVANDO EN LA LEJANÍA

Después de aquel fiasco de mi venganza, deje a un lado esa idea y por lo pronto aprovecharía esta aparente calma para relajarme. ¿Quién sabe? Tal vez solo sea oferta limitada. Me concentré en las cosas más importantes, el periodo final de clases y los respectivos exámenes. Ya era lo único que me faltaba y saldría de vacaciones por fin. Fue tanta mi concentración que, durante toda esa semana de parciales, no noté que era constantemente vigilada hasta que Rebeca me advirtió. Decía que tenía un admirador secreto «súper mega guapo», citando textualmente sus palabras.

—En serio, hasta yo digo que es absurdo, pero de verdad lo he visto muchas veces y siempre te está observando —explicaba emocionada— y no de la misma manera que antes. Dime tu secreto, ¿Qué hiciste? Le hiciste un amarre, ¿Verdad?

Estábamos en la cafetería de la universidad, sentadas en unas bancas una frente a la otra. Como siempre, charlábamos y estudiábamos juntas preparando uno de los exámenes que estábamos próximas a presentar.

—¿De qué payasada estás hablando? —indagué— aún no estoy de humor para pensar en sentimentalismos.

—¿En serio? —se burló— ¿Aún no superas a ese baboso?

Solo la mire fijamente de forma acusadora, no me gustaba recordar aquellos días y por qué mi relación con Ben había sido vilmente asesinada. Puede que ya haya dejado de llorar por las noches, lamentado mi mala suerte y maldecido un millón de veces a Brad. Pero seguía siendo un tema sensible, y quería seguir con mis intentos de superarlo sin saber nada de él.

—Ya, me alegro que hayas dejado a un lado ese episodio —comentó alegremente— y en dos meses nada más, felicitaciones.

—Al grano —exigí.

—Pero no te cierres, recuerda que…

—Un clavo saca otro clavo —le interrumpí— que pésimo consejo.

—Solo mira este admirador y después decides si seguirle el juego —sugirió— tal vez Samuel no se equivocó ese día. Desde hace semanas está observándote con esa sonrisita dulce de bobo enamorado, es más, ahí está otra vez mirando para acá.

Me hizo señas para que volteara y, debo aceptar que inicialmente no lo vi, mi mente lo omitió totalmente. Recorrí toda la estancia con ojos escrutadores, pero nada reconocido apareció ante mí.

—Estás loca, no veo absolutamente a nadie —regresé mi postura a la normalidad.

—¿Cómo qué no? —Exclamó indignada— solo tú eres capaz de ignorar unos ojos azules tan hermosos como esos.

—¿Azules? —indague extrañada.

Volví a girar para mirar detrás de mí, y lo vi. Primero no pude ocultar mi sorpresa, después se transformó en simple fastidio. Brad Benson tenía la espalda apoyada «casualmente» en la pared al fondo, después de las filas de bancas que rodeaban la cafetería. Sus ojos azules me analizaban, pero no de la misma manera en que lo hacían el primer día de clases. Esta vez era diferente, pero no supe en qué modo.

—¿Te gusta? —Pregunté acomodándome nuevamente en mi asiento— te lo regalo, es más si quieres llévatelo ya por favor, me fastidia un poco.

—¿En serio no lo notas? —indagó sorprendida.

—Desgraciadamente si, y te puedo asegurar que no es ningún admirador secreto ni me mira con cara de bobo enamorado, todo lo contrario —explique detenidamente— sigue siendo la persona que más odio en la vida, y sé que el siente lo mismo por mí. Es un amor mutuo, aunque te acepto que cara de bobo si tiene.

—Yo lo dudo —refuto entre risas— solo detalla bien el cómo te devora apasionadamente con esos ojitos de perro regañado.

—Eso sonó asqueroso —dije contrariada— pero si es así, dime bien el asunto para llamar a la policía, pero desde ya.

—Ay por favor, exagerada —se burló— Míralo tú misma.

Dude por un minuto, pero la forma en que lo dijo me hizo volver a mirar. Seguía en la misma posición, pero esta vez lo detallé bien. Usaba un jean negro, camisilla blanca debajo de una chaqueta jean negra, zapatos deportivos blancos y el cabello oscuro despeinado como si se acabara de levantar. Tenía el aspecto típico de un chico rudo, de esos que según las historias de wattpad son rebeldes sin causa y mujeriegos hasta los huesos. No lo voy a negar, se veía muy bien. Pero para mis lindos ojitos, seguía siendo la persona más detestable en la humanidad.

Debo decir que no le doy la razón a Rebeca, pero si le doy un punto. Me miraba con un brillo en sus ojos, uno que me hacía sentir… extraña, como ese día en su cumpleaños. No era incomodo, pero si lograba ponerme un poco nerviosa. Logré atisbar una sonrisa asomarse en sus labios, antes de ser interrumpidas por Samuel.

—Hola mis amores ¿Cómo están? —saludó enérgicamente asustándonos a ambas.

—Cretino —le di un golpe en el brazo con mi cuaderno— me asustaste.

—Nos asustaste, gran pendejo —riño Rebeca teatralmente.

—Ya, sorry, lo siento, no me maten —se acercó a mí para abrazarme, pero lo detuve colocando mi mano en su frente.

—Va de retro satán —dije con fingida seriedad— aleja tus garras de mí, Rebeca controla al tuyo, ¿Quieres?

—Me doy —alzó ambas manos en señal de rendición— soy todo tuyo.




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