Brandwell

14. INCREIBLE, ¿NO?

El fin de año había llegado frío y tranquilo como siempre, el ambiente de fin de año es diferente en comparación a los demás meses y eso me fascina. Además, las vacaciones estaban más que bien merecidas especialmente por parte de la academia. Por fin un descanso y alivio después de un año lleno de tormento, el que creí sería el más largo y peor de mi existencia. En parte lo fue, especialmente por lo exasperante que estuvo al inicio, sin embargo, las cosas cambian y muchas veces a nuestro favor.

Las cosas en mi vida van así: los primeros dos semestres de mi carrera universitaria habían culminado de forma exitosa, mi primer año en la academia dio los mismos resultados, siendo una de las mejores hechiceras de mi generación —en sus caras, familia Benson— Mi relación con Joel estaba en su mejor momento, era mi mejor amigo en toda la vida. Aunque sí, tengo más amigos. Están Rebeca y Samuel en la universidad, un par de locos que no cambiaría por nadie más; y en la academia están Juli y Esteban, los únicos desquiciados que se atrevieron a juntarse con la Mestiza. Mis dos mundos en perfecta sincronía.

Y lo mejor de todo fue haber conocido a Brad. Si, al inicio solo quería convertirlo en insecto y que se lo tragaran los sapos, pero ya esos rencores quedaron en el pasado. Ahora solo quería comérmelo a besos y mordiscos, lo amo de verdad, más de lo que nunca me imaginé. Se preguntarán, ¿Y Ben? ¿No lo amabas? Pues, ¿Qué les digo? No puedo ocultar que lo quise, y que todo lo que sucedió me dolió muchísimo. Por algo Brad se había ganado un muy merecido puesto en mi negro corazón, el cual tenía reservado solo y únicamente para personas detestables. Cosa que en ese entonces era solo suyo, más nadie había logrado tal hazaña.

Pero, pensándolo bien, no fue amor como tal. Lo quise mucho, sí. Me atraía su sonrisa, me gustaba su forma de besar y la ternura con la que me hablaba. Pero todas las discusiones, los celos, la desconfianza y demás fueron dañando lo que sentía, solo que no lo había notado hasta que gracias a Brad se enteró de la verdad. Aun así, no hay que negar que Ben fue mi primero amor, esa ilusión de la adolescencia a la cual se aferra con uñas y dientes, aunque no sea el indicado para ti. En cambio, Brad era algo nuevo y revitalizante para mí, además de representar todo un desafío.

Poco a poco su «acoso» fue dando frutos, hasta que ese día maravilloso de Halloween me propuso ser su novia. Lo acepté, sin duda alguna. Hoy en día, llevamos más de un mes de relación siendo el mejor mes de mi existencia.

Con Brad las cosas son muy diferentes, la forma en que me trata, me besa, me acaricia. Confía plenamente en mí y yo en él, se preocupa por mis cosas, me escucha, todo es perfecto. En serio, es muy tierno y lindo. ¿Quién diría que el amargado y atractivo profesor de historia, tendría un lado tan sensible como ese? A veces hasta él se sorprende de eso y la prueba de esto es, el día de nuestro primer mes.

Como deben saber que, al igual que varios meses en el año, noviembre solo llega hasta el día 30 por lo que técnicamente no estaríamos celebrando el primer mes de novios, porque fue un 31. Sin embargo, no fue ningún impedimento para Brad. Ese día, al caer sábado teníamos clases normales en la academia. La primera hora estuvimos con nuestra tutora, quien nos daba detalles de nuestros rendimientos, mientras ordenaba los nombres en una lista en el pizarrón, ocupando yo el primer puesto.

Durante la segunda hora, con mi queridísimo novio y profesor de historia seguimos con nuestros debates sobre, nada más y nada menos que los de clase mestiza. Ya no era tan malo hablar de ello, simplemente se hacía repaso de lo que la historia relataba acerca de nuestra existencia, y las grandes lagunas que había en ello. Muchas veces citó textualmente mis palabras, usando datos de las investigaciones que llegue hacer cuando discutía con él. Después seguimos con las demás clases, posiciones era la tercera, la cuarta y mi favorita era hechizos.

Estábamos en aquel enorme patio, tranquilo y bien protegido donde podíamos dar rienda suelta a nuestro poder sin que ningún mortal nos viera. Pero también, la usábamos para hacer algo de ejercicio por lo que siempre íbamos en ropa deportiva. Practicábamos un nuevo hechizo de transformación, con el cual podríamos convertirnos o convertir a alguien más en cualquier cosa. Mi primera víctima fue Esteban, quien al perder una apuesta conmigo debía dejar que abusara de él, usándolo como conejito de indias en mis experimentos con magia —Pervertidos—.

Logré con éxito transformarlo en un conejo, un sofá y en una versión más alta de mí, solo para ver cómo me vería con unos centímetros más. Pero no, mejor me quedo chaparra. De un momento a otro, todos empezaron a alejarse sin explicación aparente al fondo del patio. Todos menos yo, porque sinceramente no sabía que estaba sucediendo.

—¡Sorpresa! —la voz de Brad a mi espalda me sobresaltó un poco.

Al girar ahí estaba mi hombre, con su típico porte elegante y casual, su sonrisa reluciente y sus ojos azules como el océano profundo. Sorpresivamente, me cargó abrazándome por la cintura dando un par de vuelta mientras yo solo sabía reír como una niña chiquita. Lo tenía abrazado fuertemente, rodeando su cuello con mis brazos, terminando con un beso lento y apasionado.

Me bajo lentamente, sin romper ese delicioso beso. Nos tuvimos que separar porque, y según lo que alcancé a escuchar, estábamos haciendo un espectáculo de telenovela.

—¿Qué haces? —Pregunté entre risas— nos van a regañar, aún estamos en la academia, profesor.




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