Brandwell

5. EL REGRESO INESPERADO

Las esperadas vacaciones estaban siendo las mejores de mi vida, disfrutaba pasar tiempo con mi padre después de tanto tiempo de monotonía, pero también me encantaba salir a pasear con Lindsay. Incluso, hacíamos planes para salir en grandes grupos involucrando a ambos amigos, los de la universidad y la academia en un mismo lugar. Claro está que, ninguno de los humanos presente sabía de nuestra verdadera naturaleza.

Estaba en el mejor momento de mi vida, y deseaba que nada perturbara esa felicidad que me llenaba. Pero, no todo lo que brilla es oro. Hace un par de días estuve en su casa desde medio día, la señora Matilda me había invitado a almorzar. Después de esa velada llena de conversaciones y chistes malos, estábamos en mi cuarto, acostados uno al lado del otro, con su cabeza apoyada en mi pecho. Momentos así eran los que más atesoraba en mi corazón, la tranquilidad y el sentirla junto a mí era todo lo que deseaba. Sin embargo, había algo que no podía sacar de mi cabeza y me tenía intranquilo.

—¿Qué tienes, mi amor? —Indagó confundida— ¿Pasó algo?

Sin mediar palabra la besé, tierna y dulcemente. Con nuestros rostros juntos, respirando entrecortadamente por la excitación del beso, susurré. El miedo se estaba apoderando de mí de forma irracional.

—Te amo demasiado —dije con voz quebrada.

—¿Qué tienes, Brad? Me estas preocupando —exclamó ya asustada.

—¿Puedo preguntarte algo? —susurré mirándola directo a los ojos, sin separar su rostro del mío, solo asintió— ¿Qué harías si Ben regresa?

Mi pregunta la tomó por sorpresa, y su expresión de total desconcierto solo empeoró la cosa, aumentando mi ansiedad. Cerré mis ojos tratando de ocultar lo que de verdad sentía, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.

—Brad mírame… amor, mírame —dijo suplicante por lo que accedí— no sé a qué se debe la pregunta y no quiero saberlo. Lo que sí quiero es que entiendas una sola cosa, Ben Thompson es parte de mi pasado, y tú eres mi presente y deseo con el alma que sigas siendo parte de mi futuro. Te amo, y eso no lo va a cambiar nadie, venga quien venga.

Una suave risa broto de mis labios, entendiendo lo absurdo de mi estado y dejando que las primeras lágrimas corrieran por mis mejillas.

—Es la primera vez que me dices te amo —exclamé entre sollozos.

—¿En serio? —Preguntó con esa sonrisa inocente que me cautivaba— tendré que hacerlo más seguido, porque te ves tierno cuando lloras, ¿Lo sabías?

La jalé para posicionarme encima de mi cuerpo, sus piernas a los lados de mi cadera y sus manos limpiando los restos de mis lágrimas.

—No te preocupes por eso, él ya dejo de tener importancia para mí —explicó dulcemente— tú te encargaste de eso. En serio te amo Brad, sin importar nada.

—Te adoro, mi princesa.

Después de incontables besos y caricias, algunos en la dulce piel de su cuello y abdomen, tuve que marcharme obligado por el llamado de mi padre quien, aun aceptando nuestra relación, permitía que la visitara hasta ciertas horas.

Hoy, domingo 15 de diciembre, sabía que Lindsay saldría a comprar su ropa para las fiestas de fin de año, por lo que decidí darle una pequeña sorpresa y acompañarla. De esa manera, le compraría un regalo para que acompañara su atuendo.

Solo faltaba media calle para llegar a su casa, la vi saliendo e ir rumbo a la esquina en dirección a la parada de buses, cuando una voz muy conocida la llama. Inmediatamente, y asegurándome primero que nadie más me vea, hice un hechizo sencillo de invisibilidad.

Invisibile —susurré.

—Lin… espera… —Ben venía corriendo desde el otro lado de la calle— ¿Podemos hablar?

—¿Ben? —su sorpresa era descomunal— ¿Cuándo llegaste?

—Hace dos horas… —respiraba agitadamente— ¿Podemos hablar? ¿Qué tal si te invito un café?... por favor.

—Es que… —la consternación de tenerlo en frente suyo era demasiado visible— no esperaba volver a verte.

—Lo sé —suspiró, suplicando con la mirada— por eso quiero hablar contigo, solo será un momento, te lo prometo.

—Está bien —aceptó un poco dudosa.

Llegamos a la cafetería más cercana, sin saber ninguno de los dos que yo iba detrás escuchando cada palabra. El camino estuvo en silencio, solo escuchando el sonar de sus pasos sobre el asfalto y el acelerado tronar de mi corazón. Nuevamente esa sensación de miedo en mi pecho.

—¿Estas bien? —preguntó Ben preocupado.

Reaccionó parpadeando varias veces, su distracción momentánea le sobresaltó. Se sentaron en la mesa uno frente al otro, yo solo me ubiqué en el asiento libre en la mesa justo a su lado.

—Sí, estoy bien —sonreía fingiendo tranquilidad.

Ordenaron dos tazas de café, esperando en un tortuoso silencio mientras su orden llegaba, cuando lo hizo y teniendo la caliente taza en sus manos él empezó a hablar.

—Yo quería… disculparme contigo por todo lo que paso entre nosotros —la miró fijamente con arrepentimiento— no fue la mejor manera de reaccionar.

—No creo que tenga importancia ahora mismo…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.