Breves relatos esquizofrénicos de amor y cosas extrañas

El monólogo de la locura

 

Quiero dejar claro que lo que aquí relato no es nada más que una de las historias más locas que jamás se puedan imaginar y me pasó a mí, se preguntarán porqué lo digo. No quiero que lleguen a suponer que en algún momento de la historia  se trata de amor... no lo es, pero lo fue.

No hay nada como estar enamorado, es la manera más bonita en la que nosotros podemos sufrir, y estar enamorado de la mujer más hermosa es una eterna condena. Sobre mi mente sólo había espacio para un nombre, el de Ximena, cuyas seis letras eran sinónimos de pasión, de locura.

Era tan hermoso ser parte de ella, pasar cada minuto amándola más y más. Y es que cuando uno está enamorado se vuelve loco por esa persona, porque termina viéndola en todas partes; y es que la amaba tanto que incluso la sentía en el aire, con ese delicioso perfume que desprendía, como si fuera una rosa cubierta de rocío; La veía en las nubes y la sentía en la lluvia. Como les dije, estar enamorado es estar enteramente obsesionado por alguien.

Ximena era todo lo que buscaba en una mujer, o eso es lo que pensaba, hasta aquel día en que nos juramos un amor eterno y algo peculiar ocurrió con ese juramento.

Cierto día al anochecer, bajo las frías gotas de lluvia que caían con fuerza, recibí una llamada de Ximena, mi corazón se aceleró al escuchar esas cortas pero contundentes palabras – Ven, te necesito, aquí, ahora.- No entendía lo que pasaba en ese instante, así que corrí bajo la lluvia hasta llegar a mi casa donde ella me estaba esperando, y allí bajo la intemperie, abrazada por las gotas de lluvia que caían a cántaros aquella fría noche en Fogches, la vi. Me abrazó y me dio un beso de esos que parecían quitar parte de mi vida, -¡Vaya que amaba sus besos!-, Sacó en ese momento algo trémula una carta, estaba algo mojada por la lluvia, no le di mucha importancia y la guardé rápidamente en mi chaqueta, ella me susurró al oído que no la leyera hasta que fuera el momento adecuado, lleno de miedo le exclamé - ¿Qué está pasando?- mientras la abrazaba fuertemente con la esperanza de que se desahogara. Ella me vio fijamente y me dijo muy suavemente – Problemas, pasajeros o eso quiero llegar a imaginar, pero por favor; abre la carta cuando sea el momento, no te preocupes, tú sabrás cuando abrirla - finalizó diciendo ella, mientras trataba de entender todo el drama de esa última noche, desde ese día todo cambió.

La llamaba pero ella nunca me contestó, sólo se escuchaba aquel mensaje guardado en el buzón. Traté de buscarla de mil maneras, pero sentí que me estaba evitando o simplemente no sabía en dónde buscar. Me sentí en ese momento el peor novio del mundo. Pasaron tres días sin saber de ella, de repente me acordé de la misteriosa carta de aquella noche, así que busqué la chaqueta donde la tenía guardada, la tomé en mis manos, en ese instante, justo en ese momento sonó mi teléfono, supe que la hora de leerla era ahora, llegué a comprenderlo desde que contesté esa llamada en la que me decían que Ximena se había quitado la vida. La noticia que recibí esa noche me dejó sin aliento y sin ganas de seguir viviendo, pues ya no tenía un sentido sin Ximena.

Cuando leí lo que estaba escrito en la carta me sentí cómplice por su muerte, en ella había unas pocas palabras que decían:

-Ven, sálvame antes de que sea demasiado tarde, antes de que salte, ven por mí.

Me sentí culpable, pues su vida estaba en mis manos, creí que esa nota era algún tipo de juego, pero me equivoqué, y ese pequeño error me la arrebató.

Me descuidé de la peor manera, ella tenía problemas y yo nunca busqué soluciones, Ximena quería que la ayudara y yo no estaba allí cuando más me necesitó; ella quería que la salvara y simplemente la empujé por aquel abismo. ¿Cómo podría vivir con aquello?

Ahora más que nunca la veía en todas partes, estaba presente en mis sueños, allí al borde de esa cornisa llamándome y yo siempre llegaba tarde. La culpa carcomía mi ser. Quise llegar a pensar que lo que pasó no tuvo nada que ver conmigo para sentirme un poco mejor. Pasaron muchas lunas, ¡muchas!, hasta poder ir asimilando poco a poco esa trágica noche. Extrañaba tanto su voz, que marcaba a su número telefónico, llamaba tantas veces que incluso me aprendí su mensaje de memoria con cada pausa que allí estaban guardados con su dulce e inconfundible voz:

– Hola soy Ximena, en estos momentos no puedo atenderte, deja tu mensaje después del (pu...)- Ese mensaje nunca significó nada hasta el día en que ella se fue, -en estos momentos no puedo atenderte- y así era, pues ya era demasiado tarde, ella había muerto.

Cayó noviembre, exactamente dos meses después de lo sucedido, quise ahogar las penas con mucho alcohol así que salí a beber esa fría noche. La ausencia de Ximena me hizo perder la cordura, mis amigos y mi vida. Dieron las 9.37 pm, hora en la que según la policía de Fogches Ximena se arrojó de ese lugar. Tuve la brillante idea de llamar a su móvil para escuchar su voz, pero algo perturbó mi mente al oír el mensaje, pues se escuchó muy diferente, con una voz algo trémula, un poco pastosa se oyó el mensaje:



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En el texto hay: misterio y suspenso, muertes y tragedia

Editado: 01.06.2018

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