Brilthor

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Maurice Bernardo Barton Gallego, tenía sesenta y tres años cuando finalmente falleció, dejando detrás; una buena fortuna, una casa victoriana en donde se recluyó hasta que falleció, una ex esposa; tres hijos, y cinco nietos. Él era del tipo de persona excéntrica que dan ganas de envenenar su botella de agua y verlo retorcerse hasta morir, gracioso, debido a que el tipo fue asesinado en su casa; pero era un genio, un pintor y fotógrafo.

Tenía la costumbre de fotografiar el típico retrato de la típica familia perfecta, pero el ángulo en la cual tomaba esas fotos y la manera en la cual les indicaba el cómo debían de sonreír, le daba a la foto un aura tétrica; peligrosa, atrapante. El precio de sus fotos subió una vez estuvo muerto, pero el verdadero secreto de su éxito eran sus obras de pintura, tan viscerales que tocaba el lado morboso de la gente y las atraía cómo la miel a las moscas. A mí sus obras me traen sin cuidado, yo no entiendo el arte y no pienso entenderlo.

Recuerdo haber visto una de sus “famosas” fotografías escalofriantes, y solo pude ver una imagen completamente carente de algún sentido.

—Escalofriantes — murmuro una mujer rubia con ojos de muñeca y ojeras parecidos a dos grandes pozos negros. —Él capturo la esencia

Nunca supe de lo que hablaba esa mujer, pero es comprensible, me hace falta esa vena artística, yo no soy nadie para juzgar cuadros y mucho menos fotografías, artistas, y el mundo sigue alegando qué las mujeres son el ser más difícil de comprender.

Maurice Bernardo Barton Gallego tenia sesenta y tres años cuando finalmente falleció, asesinado en su fortaleza de metal y madera corroída, dejando detrás, una buena fortuna, una casa victoriana en donde se recluyó hasta que falleció, una ex esposa, tres hijos, cinco nietos, y una maldita herencia.

Si tan solo pudiera…pero me estoy desviando, debería empezar por un principio, quizás el principio seria el presentarme, seria de buena educación hacerlo, pero si lo hiciera ahora, el resto de la historia seria vulgarmente predecible y aburrida, después de todo, esta no es mi historia, estoy involucrada, eso es cierto, pero esta historia es de Manuel Eduardo Sánchez García.

Ustedes se preguntarán ¿Quién es este tipo al que apenas acabo de mencionar? Simple, es el asesino de Maurice. Así qué, creo que la mejor manera de comenzar es explicar el cómo Maurice y Manuel están conectados entre sí.

A parte del hecho curiosos de qué sus nombres comiencen con la letra M, Cómo ya mencioné antes, Maurice era un pintor y un fotógrafo, con una excentricidad que muy bien pudo haber sido uno de los factores por los cuales lo mataron, arrogante, con un carácter de mierda.

Fue asesinado en su casa, hace ya año y medio, su último día de vida, es bastante confuso e incongruente, ya que cómo dije, se aisló en su casa y nadie le veía mucho, las únicas personas que entraban y salían eran sus hijos y obviamente, sus nietos, una mujer de limpieza y Manuel, su vecina, Naileen Barton, dice haberlo visto salir a la parte delantera de su jardín para luego volver a internarse en su casa. Luego, a eso de las cinco de la tarde, se escuchó una serie de disparos dentro de la casa, naturalmente, los vecinos llamaron a la policía; completamente alarmados.

La policía llegó, tarde cómo siempre, ingresaron a la fuerza al interior de la casa. Y allí en plena sala, encontraron a Maurice tendido en el suelo, cerca del librero, con dos heridas mortales de bala en el pecho y una tercera herida, en la frente, justo entre los ojos. No solo encontraron a Maurice, también encontraron a Manuel, con los ojos desorbitados y completamente confuso, y un revolver en las manos.

Manuel Eduardo Sánchez García, un hombre de tan solo treinta años de edad, paisajista a tiempo completo, una persona grande pero introvertida, rayando en lo insocial, callado, rápido, fuerte, adicto. Desde muy temprana edad, Manuel fue pasando por los hogares de sus diversos familiares, debido a la inestabilidad de su familia, padre borracho y golpeador, madre drogadicta, y un hermano mayor en prisión, se presume qué comenzó a consumir sustancias a los doce años, y que desde entonces no se ha detenido; yendo de trabajo en trabajo, Maurice contrató a Manuel para que cuidase de la apariencia externa de su casa y lo ayudara de vez en cuando con el interior.

Esa es toda la relación que existe entre ellos.

Para la policía, y para el público en general, encontrar a Manuel con el arma y junto al cuerpo fue suficiente para encarcelarlo de por vida, solo sus huellas se encontraban en el arma y aparte de eso, Manuel tenía un motivo para matar a Maurice, el viejo hombre se negaba a pagarle lo que le correspondía luego de hacer un trabajo excesivamente grande y cuando este le reclamó la paga, Maurice lo despidió.

Había el motivo, el arma, y la oportunidad.

Ahora la parte del juicio, del cual, debo admitir, fui un testigo pasivo. La cosa se solucionó más rápido de lo que uno acostumbra a ver en los casos de homicidio, el juez pidió un examen psicológico a Manuel, también pidió un examen para dictaminar si se encontraba bajo la influencia de alguna sustancia ilícita.

Durante la investigación de la defensa por encontrar algún tipo de sentencia reducida, se encontró qué Manuel tiene un largo historial de enfermedad mental que se remonta a su turbulenta infancia.

La defensa se escudó con dicho historial hasta que ya no pudo más, el juez se dejó influir por el profesor Louis Stevenson, catedrático de Psiquiatría Forense del Imperial College y director clínico de The Cove, argumentó que la negación de Manuel a hablar era en sí misma una prueba de un profundo trastorno psicológico, y que su sentencia debía tenerlo en consideración.




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