En lo más profundo del obelisco de Arkya, donde la penumbra acechaba en cada rincón y las tinieblas cobraban vida propia, se libraba un duelo a muerte entre dos monarcas: Freya, “El sol radiante”, y Morelik, “La sombra acechante”.
El aura mística que sondeaba el espacio se tornó electrizante, y el choque de sus espadas resonaba en la vasta cámara. En ese instante, ambas tomaron un respiro para recalibrar sus estrategias.
—¿Este es tu plan? ¿Matarme y quedarte con el poder? Eres tan predecible, hermana —concluyó Freya; sus iris dorados cortaban el aire como un cuchillo.
—Tú tienes la culpa —respondió Morelik con severidad—. La diosa te ha abandonado, y la podredumbre ha consumido tus tierras. Tú ya no tienes ningún poder aquí.
—¿Y piensas solucionarlo? Ridícula. ¿Acaso te estás escuchando? La gran madre obra de maneras que jamás podremos comprender. No importa quién gobierne, nuestra situación no cambiará.
—Eres un incordio. ¿Que no lo ves? No dejaré que destruyas las tierras que nuestro "querido padre" nos ha dejado. Ya es hora de un cambio, y si la diosa no está satisfecha contigo, entonces yo te reemplazaré. ¡Unificaré nuestros reinos nuevamente y los guiaré a un futuro próspero!
—¡Jamás!
La reina avanzó hacia su contrincante; sus rizos dorados oscilaban con el viento etéreo circundante a su alrededor.
Con la espada en alto, imbuida en la energía del sol, su determinación ardía con la intensidad de mil estrellas; y el calor que irradiaba su arma contrastaba con el frío penetrante de la habitación.
—No dejaré que la oscuridad devore nuestro hogar.
—Spectrum —murmuró Morelik y emergió de entre las sombras con un movimiento fluido y silencioso. Envuelta en un manto oscuro, parecía desmaterializarse en la oscuridad—. La luz no es más que una ilusión pasajera —susurraba con un eco tenebroso, mientras se desplazaba volando sobre ella—. Las sombras son eternas, y yo soy su reina.
Morelik atacó con su espada desde lo alto. Pero Freya bloqueaba la acometida con su arma, desatando ráfagas brillantes con cada onda de choque. La hechicera tomó distancia, y en su mano una energía oscura se acumuló.
—¡Inmensus! —exclamó la bruja y de su mano izquierda conjuró una supernova que salió disparada sobre la reina.
—¡Praesidium! —vociferó Freya y con su mano abierta convocó una barrera luminosa frente a ella que bloqueó la explosión estelar; sus pies vibraron sobre la piedra caliza.
—Tú siempre me has odiado, Morelik. La envidia y el rencor te consumen. ¡Mira dónde te han llevado!
Morelik volvió al suelo y se rió con descaro frente a ella, acomodando sus cabellos grisáceos bajo su enorme sombrero puntiagudo.
—Mi querida hermanita, siempre tan inocente. Hoy le pondré fin a nuestras diferencias —dijo Morelik, sus iris escarlata destilaban una malicia indomable—. ¡Labyrinthum! —exclamó la hechicera, convocando un conjuro que tejió un laberinto de sombras alrededor de su enemiga, impidiendo que se desplace con libertad.
En un instante, Freya perdió de vista a su contendiente; viendo su desventaja, decidió actuar y canalizó todo su poder solar en su espada.
—¡Lucens! —vociferó Freya, desencadenando un estallido de energía que inundó la cámara con luz radiante, contrarrestando el hechizo de la bruja y disipando las sombras.
Cegada por el resplandor, Morelik se escondió momentáneamente detrás de una columna. La hechicera pudo notar que el brillo de su poder desintegraba los pilares a su alrededor.
Cuando el destello se detuvo, vio su oportunidad. Ella se impulsó con la columna, lanzándose hacia su enemiga, y logró conectar una estocada directa en su pecho, derribándola con fiereza.
Freya sintió el impacto como un trueno que recorrió todo su cuerpo, dejándola aturdida y sin aliento. Cuando levantó la mirada, la hechicera se alzaba sobre ella. Entonces, un escalofrío paralizante le recorrió la espalda y el terror irrumpió en su corazón.
El silencio descendió sobre la cámara, roto solo por la respiración agitada de Morelik, que miraba triunfante a su oponente derrotada.
Con una sonrisa de satisfacción, la hechicera se inclinó para dar el golpe final, pero Freya alzó la mano, sus dedos derechos como si fueran una lanza a punto de empalar a un condenado.
—Shock —susurró la reina, y lanzó una poderosa estela de luz que le atravesó el pecho a la bruja, y ésta cayó jadeante a su lado.
Después de un breve silencio, Morelik se acercó arrastrándose hacia su hermana. Su mirada se posó en la reina del sol radiante con una mezcla de admiración y respeto, pero también con un atisbo de sombría reflexión.
—Siempre has sido la preferida por nuestro padre. No soportaba verte con él —confesó la hechicera.
Freya, aunque gravemente herida, abrió los ojos débilmente y se esforzó por levantar la cabeza.
—Hermana, a pesar de nuestras discrepancias, siempre te he querido —susurró con voz apenas audible.
Las palabras de su hermana retumbaron en su corazón moribundo, y sus pupilas se dilataron en una profunda melancolía.
—Quizás... en otro tiempo y lugar, podamos volver a estar juntas —expresó Morelik, extendiendo una mano hacia ella.