En la isla todo era fiesta y diversión por eso se reunían a festejar cada ocasión en la que podían. En este caso se aproximaba el cumpleaños de Bruna, quien muy emocionada, tallaba con una cruz una gran roca contando los días.
Bruna comentaba emocionada con los animales de la isla «ya casi llega el día de mi cumpleaños», pero nadie parecía hacerle caso.
Bruna muy afligida se dispuso a no volver a mencionarlo y aceptó que tal vez ellos no querían festejarlo.
Cuando llegó el día, Bruna estaba muy triste y sus lágrimas rodaban por su rostro acostada en una roca tomando sol.