Capítulo 1
El pequeño espejo de su habitación (igualmente pequeña) era viejo y borroso, era casi una antigüedad sin ningún valor. El reflejo en ella era difuso, y el labial que ella estaba usando en estos momentos era de un color que no iba para nada con sus facciones (muy ordinarias).
Rojo, un rojo intenso.
No había casi nada que resaltara de su rostro excepto ese labial. Pero debía usar ese labial, porque no tenía otro y, tampoco el dinero para comprarlo.
Además, estaba sumergida en deudas y, sumadas a ellas, mas deudas que había dejado su difunto padre, que en paz descanse.
Ella tenía los ojos más cafés y oscuros que nadie hubiese visto. Rosaban a ser casi negros. En cuanto al cabello, lo tenía oscuro, largo y bien cuidado, eso sí, de ello había que sentirse orgullosa. Pero además de esas dos cualidades de su rostro nada más era destacable.
Cuando bajo la mirada, cansada, observo el vestido pegado a su cuerpo con pliegues en la zona de las caderas, muy pasados de moda y en color salmón, no pegaba para nada con su tono de piel, trigueña.
Pero al menos su figura era agradable a la vista, en especial los voluptuosos senos que eran contenidos en su pecho en cuadrado del vestido (dicho sea de paso, la única característica que heredó de su difunta madre, una magnifica puneña).
Terminando de usar el labial que le daban sensaciones mantecosas y desagradables en los labios, se alejó lentamente del espejo pegado a la pared descascarada con el ceño fruncido. Recordando cómo se había tardado tres horas en maquillarse por primera vez. Delinearse los ojos fue un calvario, ¡Oh, ni mencionar el tener que usar sombras! Ella no quería ni recordar que la maquilladora le había advertido que le saldría más caro comprar los productos cosméticos, en vez de dejarse maquillar por treinta y seis soles.
<<Tonterías, no puedes ser tan difícil empolvarse la cara y usar labial. >>
¡Que equivocada estaba! Cuando llego a la botica de su barrio, se encontró gastando más de lo que debería… 76 soles… ¿Pero podían culparla? La vendedora había sido tan amable y lengua aduladora que no pudo resistir a comprar esto y aquello…
También, creyó que lo usaría después, para buscar algún empleo pues pensaba renunciar al que ya tenía (cosa que pasaba habitualmente cuando no le pagaban lo suficiente).
Camino en los tacones alquilados junto con aquel vestido que le había costado cincuenta soles, si, una ganga en comparación con los de ciento treinta, doscientos sesenta, trecientos ochenta y hasta mil soles, que si eran la última moda.
Paloma Quispe Huamán había terminado la secundaria de manera exitosa, había sacado las mejores notas de su clase, se había esforzado mucho, se había esforzado demasiado, por eso no tiene novio, ni amigos… ni mucho menos perro que le ladre.
Pero eso no le importaba demasiado, se esmeró al oír las palabras de su difunto padre.
<<Estudia hijita, mi Paloma, estudia y se una gran profesional, consigue un empleo bien remunerado y con los mejores beneficios, no quiero que te mates trabajando como lo hice yo…>>
Sí, señor.
Las seguiría al pie de la letra.
Y así termino haciéndolo.
Pero después de sacar las mejores notas, a ella no se le presento la oportunidad de aplicar a una beca. Sino una a medias. Era injusto. Pero así eran las cosas.
No podía rendirse. Se convertiría en una profesional, conseguiría empleo y trabajaría duro. Por fin cumpliría las expectativas que sus difuntos padres tenían en ella.
Determinada, tomo su abrigo y salió de su pequeña habitación. Vivía cerca de su colegio, que era como a dos cuadras de su habitación alquilada. Y hoy era el baile de graduación.
Ella no había podido ir al viaje de promoción, pero a aquella fiesta nocturna sí que podía ir. Incluso había ahorrado para poder divertirse por primera vez con los compañeros de clase a los que apenas y conocía… lamentable.
Todo había ido de maravilla, esa noche disfruto de asistir a un local justo después de la ceremonia en el colegio. Los alegres y animados jóvenes no habían quitado los ojos de ella… bueno, de sus pechos.
Pero que más daba, podía permitirse un poco de desvergüenza solo por una noche.
O eso pensaba.
Pues al sentirse observada, lujuriosamente, ella decidió marcharse de allí, en ese preciso instante.
Después de todo ella les temía a los hombres, no, a todos en general.
Era como un ratoncito asustado de ser el centro de atención.
No soportaba llamar la atención. En especial, porque se sentía insegura de usar maquillaje por primera vez. Ese labial no le sentaba bien, ese vestido mucho menos. Oh, los malditos tacones eran lo peor y, ni mencionar la tanga que llevaba puesta…
Y cuando Paloma cruzo todo el local en sus tacones vacilantes, llego a la puerta despidiéndose de algunos compañeros que le habían saludado.
Y cuando al fin pudo salir de allí, por el pánico que estaba sintiendo, perdió el enfoque. Ligeramente, algo que era habitual también, pues estaba realmente cansada después de una larga noche trabajando como moza de un restaurante de comida china.
Era una lástima que estuviese cruzando la calle justo en ese instante. Por qué una mujer fue atropellada frente a sus ojos.
Las cosas pasaron como un parpadeó, en lo que su visión caía al suelo, veía a la pobre vieja siendo destrozada por las llantas de un taxi, fue terrible, su corazón dio un vuelco, se detuvo y todo se tiño de rojo.
Paloma Quispe, completamente consternada, muere de la impresión de ver morir a alguien más.
(Nt: Y así, es como Paloma muere, pero revive.jpg)
[…]