Búscame en las estrellas

Prólogo

Prólogo

El agua fría cae por su cabello, pero no hace el más mínimo intento por cubrirse. Mete las manos en sus pantalones los cuales posiblemente mañana amanezcan arruinados y se gane un buen regaño por la nana. Mentaliza lo que le dirá y al darse cuenta que no será tan grave, alza la vista y se queda viendo a la luna.

Al cabo de unos minutos, escucha un ruido en los arbustos y gira automáticamente, pero no ve nada. Regresa su vista hacia adelante y ahoga un grito en la garganta al ver una figura frente a el. Cuando la emoción se le pasa, logra identificar quien es.

—¡Hola, Dorian!— saluda con una excesiva emoción en su tono, algo propio de ella.

—Te he dicho que no me digas así— se queja, aunque en un tono más resignado que molesto —ya tengo suficiente con tres nombres como para que vengas y me agregues un cuarto.

—Ninguno me gusta— dice mientras se encoje de hombros. El la fulmina con la mirada —Bien, cálmate, And...Dorian— ríe desvergonzadamente. Vuelve a fulminarla, estaba por llamarlo por su segundo nombre y enseguida lo cambia ¿Qué clase de persona hace eso?

Enseguida reacciona y se pregunta: ¿A qué hora llego aquí? Y más importante ¿Cómo llego aquí? No, el piensa que es mejor que no le digan que se volvió a trepar por el árbol de nectarinas. Esta chica se va a matar algún día si no deja de ser tan impulsiva. Pero el, que esta tan acostumbrado a su actitud, ni siquiera perderá tiempo en darle el discurso de porque debe ser más cuidadosa, total, sabe que no le hará caso. Mira hacia la luna nuevamente, admirándola e identificándose con ella.

—¿Bonita, verdad?— pregunta ella sacándolo de su mundo.

—Lo es.

— ¿Qué haces aquí, niño rico? Supe que tenías una fiesta esta noche

Esa habilidad para enterarse de todo.

—Me escape antes de que terminara— le responde.

—Debes aburrirte horrores, supongo— hace una pausa —beber alcohol que no embriaga rápido, bailar aburridas pistas con esas fans tuyas, disfrutar de bocadillos de primera...seguro ya no le encuentras el chiste, ni te causa tanto placer como para venir a ver a la simple pero hermosa luna— comenta sin malicia.

—Todos hablan de lo linda que es pero nadie toma en cuenta que posiblemente se sienta sola allá arriba— ignora adrede su primer comentario. Después de todo, eso es lo que me pasa a él, todos lo admiran y halagan a donde sea que vaya, pero nadie se había preocupado verdaderamente por el jamás...o eso era hasta que la conoció.

Después de un largo silencio ella decide hablar.

—No está sola— mira con confusión a la chica—, tiene a las estrellas, ellas le hacen compañía y la cuidan en la noche—  explica con su típica voz soñadora y tranquilizante.

—Supongo que tienes razón— no tiene deseos de llevarle la contraria hoy, pues ella siempre gana—, ¿Que no tienes frió?— cuestiona notando el simple atuendo que trae puesto.

—Me gusta el frió— responde—, sabes, cuando yo muera, espero convertirme en una estrella y hacerle compañía a la luna, a si no estará sola nunca- aun mira al cielo.

Otra vez, con su estúpida afición por las estrellas, el aún recuerda la leyenda que me contó sobre ellas. Pero eso no es relevante ahora.

El joven encuentra eso fascinante.

Seguramente se preguntaran ¿el qué es fascinante? Pues Leonard se refiere a la compresión que tiene sobre las cosas, esa que jamás deja de sorprenderlo. La forma en la que acepta la muerte es increíble, no tiene miedo de morir, el incluso ha llegado a pensar que lo desea pero luego sale con sus boberías y ese pensamiento se va tan rápido como vino. La muerte siempre ha sido su miedo número uno, tiene miedo de envejecer, tiene miedo de morir de una forma horrible. Ella lo llama "Dorian" por lo mismo, tal como el personaje del libro, simplemente tiene pavor a morir y que hable sobre ese tema tan a la ligera hace que su cuerpo se estremezca involuntariamente.

—A veces pareciera que quieres morir— suelta sin pensarlo.

—Sí bueno, uno de los dos debe aceptar el destino, Andrew— responde sin verlo.

La confianza con la que me habla es impresionante....ella es impresionante.

—Tú no puedes morir- dice con el ceño fruncido, pero arrepintiéndose al instante ¿Quién se cree para hablarle así? El no es como ella, el tiene clase... o eso cree.

—¿Y por qué no?— pregunta lanzándole su sonrisa burlona, esa  sonrisa que lo deja sin aliento. En verdad la odia. Odia como lo hace sentir. Odia incluso pensar que siente algo por ella.

(Leonard no tiene claro que significa o engloba ese algo)

—Tienes una promesa que cumplir antes- responde serio, pero agradeciendo internamente que este oscuro y ella no vea su sonrojo.

—Cierto— dice con un suspiro y dándole otra radiante sonrisa. Luego susurra algo que no logra escuchar.

—¿Qué haces aquí?— le pregunta finalmente.

—Llámame bruja pero sabía que no te quedarías ni la mitad de la fiesta.

—Empiezo a creer que lo eres— confiesa, es verdad que ella siempre está un paso delante de todos—, con tus poderes no dudo en que puedas convertirte en una estrella.

—Cierto— ríe suavemente... esa risa, oh, el adora verla reír, porque ¿todos adoramos que nuestros amigos rían, no?—, ¿sabes qué? me has dado una gran idea, sígueme— se levanta del piso y comienza a caminar hacia el pequeño bosque de la mansión.

No entiende por qué, pero la sigue. No lo mataría... ¿Verdad?

—¿A dónde vamos?

—A las estrellas.

 




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