Buscando a quien amar

No puedo engañarme con lo que siento

En cuanto Eva se ha despertado, ha aprovechado de tomar sus zapatos y se ha ido corriendo a casa, le ofrecí algo para la resaca pero se negó.

Yo me he duchado y me he puesto el uniforme de siempre, a duras penas le he dado media vuelta en la lavadora y secadora. Me bebo el café amargo, aún no me acostumbro a tomarlo tan puro, pero el pan con huevo que he preparado, me ayuda a procesarlo.

Vuelvo al trabajo, y me río recordando mi pensamientos de que mis padres viven una monotonía en casa, pero mi vida es lo mismo una y otra vez, nada fuera de lo común.

—Buenos días, no notan que el aire está raro por aquí, hay que sonreír un poco, hoy salimos temprano —comento, intentando arreglar este día que se siente como periódico estrujado.

—Buenos días —responde Mae, y me da una media sonrisa pero con ojos apagados.

—Cállate John —no hay que hacer ni el mínimo esfuerzo para saber que se trata de Greta—, no empieces.

—¿Empezar qué? —la reto, me mira desafiante pero luego vuelve a su lugar «eso es extraño».

Entonces me pregunto ¿Qué pasa entre los dos?

Me coloco el gorro y los guantes, miro la primera orden del día "hamburguesas", de pronto pienso en aquellos sollozos de anoche, recuerdo la viva voz de Eva, gritar en mi oído y me he espantado un poco, así que solo busqué la funda de panes redondos, saqué el queso de la nevera, encendido estufas para la carne molida y en eso estuve, como si fuera un super poder. Me esmeré usando la sartén, decoré cómo nunca el plato con hamburguesas, salsas y papas fritas y todo para no pensar ni un segundo, lo cual me resultaba imposible.

«No puedo obligarme a amarla».

No puedo dejar que sus llantos me ablanden, ella más que yo sabe que esto está jodido, me pide que no vuelva y vuelve, estoy realmente furioso y confundido con lo que siento. Eva y yo ni siquiera tenemos una relación, aunque era lo bastante íntima como para ducharnos juntos o dormir desnudos, hablar de cosas personales y presentarnos ante su familia, bueno, ella decidió y yo solo di el paso de conocer su familia, siempre quiso conocer la mía pero realmente en el fondo sé muy bien que Eva no es la mujer que quiero llevar a casa ¿Por qué? No lo sé. Simplemente es muy importante para mí presentar a alguien a mis padres.

Las lágrimas de Eva volvían a mi mente una y otra vez, sus ojos hinchados, sus labios empapados de lágrimas.

Me ha empezado a doler la cabeza, intento mantenerme de pie mientras el calor empieza a deslizarse por todo mi cuerpo. Intento solo volver a la realidad, estoy preparando ron con cola a lo que Mae me lo ha quitado de la mano y me ha dado un pequeño sorbo.

Yo exaltado he mirado a todos lados pero nadie lo ha visto.

—¿Qué te pasa, estás loco?

—Tranquilo, solo es un trago, no el fin del mundo.

Intento volver a mis asuntos, preparar la orden completa y seguir. Miro a Mae de reojo y me pregunto qué le pasa, él no es así, ama este trabajo así le paguen dos pesos.

Respiro profundo y miro unos segundos el techo.

«Estamos todos perdidos, no importa si yo un poco menos que Mae o Mae más que Greta, al final da igual. Él perdido es difícil de encontrar y más si quien debe encontrarse eres tú mismo».

A mi mente ha venido Eva de nuevo, y me convence de una buena vez de que debo de poner límites, sé que ella me dijo en no volver y que soy un atrevido al pensar en poner límites cuando la que debe de hacerlo es ella. Pero por algo se empieza y siento que para salir de esta mierda debo de decirle a Eva justo las cosas que ella sabe pero no acepta.

Que no la amo.

Que no cambiaré.

No importa que tanto ella me ame. Las cosas nunca funcionan así, al menos no para mí.

Que quisiera amarla, pero no puedo obligarme a hacerlo, mientras más intento convencerme de estar cerca de ella más quiero huir de ella. Mi tiempo se está yendo en este punto dónde todo parece un espiral.

El reloj marcó las doce del medio día, todos al fin pudimos respirar. Los domingos salimos temprano, así que fui a casa, comí un poco y me vestí, no hubo mucho que buscar en el clóset, me he puesto unos zapatos deportivos, pantalones de tela suave y un suéter con mangas cortas sin diseños, y todo del mismo color, "negro", aunque lo admito, me he animado un poco, volví a quitarme el suéter y tomé la afeitadora y las tijeras, lo hice despacio y sin prisas, me recorte todo el pelo en capas y me rape los lados, para luego ir con Mae a un club donde hace tiempo no íbamos y recordar el buen ambiente allí me ha hecho revivir un poco.

Juntos los dos como en los viejos tiempos en la escuela, o como cuando jugábamos en las calles, descalzos, correteando y metiendonos en problemas. Al final Mae y yo somos las dos caras de la moneda, no hay nadie más, si uno cae el otro no cae también, sino que lo ayuda a levantarse, así son las reglas entre nosotros, ayudarnos a sobrevivir en este mundo de incertidumbre.

—¿Estás esperando una carta de invitación o qué? ¡Sube ya! —dice Mae en su moto, me he asegurado de cerrar puertas y ventanas para luego subirme atrás.

—¿Cuándo la han arreglado? ¡Te la han entregado como nueva!

—Así es —Mae me mira de reojo, algo satisfecho para luego ponerse el casco y pasarme otro.

Este es uno de los objetos más importantes para Mae, y no porque sea una moto, moto hay en todos lados, tampoco porque le gusten las motos, es solo porque sus padres se la regalaron en su adolescencia y ha tenido muchos accidentes por andar a toda velocidad, con el tiempo el solo la remodela pero nunca la cambia. El valor que tiene es inmenso para él incluso para mí porque ha estado en casi todo momento en nuestras vidas.

Todavía el sol está presente pero falta poco para que se despida. Siento el aire congelado mi cara y me pregunto si es suficiente solo con este suéter, sino debí traer algo más y he recordado un poco a mi madre advirtiendo que me puedo resfriar, se siente triste cuando imaginas estás cosas que están en el pasado.




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