—¿Qué quieres John?
—Escúchame, estoy consciente de que soy un estúpido, que no te merezco y quiero decírte que lo siento, por no amarte como te lo mereces, por no ser esa persona que tú querías que fuera -humedezco mis labios con un poco de saliva, la miro un poco y trago en seco, me mira con atención como si esperara tanto esas palabras—, que no valen excusas para el infierno que te he hecho pasar y solo quiero decirte que lo siento. No volveré a molestarte y esto va en serio, esta es nuestra despedida pero nunca en la vida dudes en tocar mi puerta cuando necesites algo.
Ella está llorando, pero creo que no de tristeza.
—Es increíble que el mismísimo John toque a mi puerta y se disculpe. Agradezco mucho que estés haciendo esto, y quiero que sepas que es verdad, no me mereces, soy mucho para ti y no tengo la culpa de que no me ames.
—Así es —digo apenado y agacho mi cabeza intentando quitarme este ardor de la garganta.
—Y es que, te amo John, siempre lo haré y aunque hayas sido un imbécil, siempre estarás en mi corazón. Esto es un adiós, es bueno, así tal vez pueda seguir con mi vida, me siento triste pero a la vez feliz, nunca te creí capaz de reconocer al menos que no fuiste bueno para mi vida.
Ella solo cortó toda distancia y unió sus labios con los míos, no le correspondí, solo la dejé, dejé que me abrazara por unos segundos, le dediqué una sonrisa ladina y luego le di la espalda para marcharme o eso creí hasta ver su primo salir de la casa y venir a mi.
Justo el primo desinformado, él que ha escuchado todo lo que Eva tiene para decir de mí cuando está enojada conmigo, otro que no conoce mi versión, solo una versión que le han contado, y él también está dolido, y aunque no lo haya tocado y prácticamente ni lo conozco, a él también lo he lastimado con las historias de Eva. Está furioso, y viene hacia mí con la manos hecha puños.
Huelo a alcohol, estoy muy cansado como para defenderme, lo único que quiero es ir a casa y dormir un poco.
El chico ha estrellado su mano contra la mía, he intentado detenerlo pero me ha lanzado al piso.
—Deberías morir, ¡porquería! No sirves.
—Dejalo, que ha venido a disculparse -interviene Eva.
—¿Y eso qué? no compensa para nada todo el daño que ha causado.
Solo escucho los chillidos de Eva y la respiración pesada de este chico desconocido para mí, mientras me golpea justo en la cara sin pausas. El dolor es insoportable, no tengo fuerzas, podría jurar que es mi fin y no sé que sentir aparte de querer dormir y el llanto de Eva que escucho.
Solo quiero que todo el ruido pare, al menos por un miserable segundo, que me dejen en paz.
—La decisión es mía, yo decidí hasta donde sufrir o no, no tienes derecho a golpearlo y entiendo tu enojo pero él no es tan terrible como te he contado, así que por favor déjalo marchar, que ya no volverá más.
—Si te vuelvo a ver por aquí, te mato —me ha dicho el primo, no lo he escuchado bien, solo sé que dejarme ir ha sido el peor crimen que ha podido cometer.
No sé como he tenido las fuerzas para pararme e irme a casa, aunque prácticamente me he arrastrado para llegar, me ha costado mantener la vista fija en el camino y muchas veces sentía que me iba a desmayar.
Al final logré llegar a casa, me tire en la cama y justo cuando empezaba a sentirme triste porque podría morir y no había nadie allí, empecé a ver a Ivonne y la vi sonreír mientras me acostaba en sus muslos y yo buscaba con mis manos poder acariciar aquel pelo azúl. Empecé a reír a carcajadas sin ninguna razón y pude sentir alegría, aunque minutos después todo quedara absolutamente negro y lo único que escuchaba era a Mae pidiendo que por favor me quedara despierto.
Pero no pude obedecer, tenía más sueños que ganas de vivir en estos momentos, así que solo lo hice, sintiendo que de verdad necesitaba hacerlo, porque así lo era. He estado demasiado cansado últimamente.
—¿Cómo te has enterado? -fue lo último que logré decir casi entre dientes.
—Eva me ha contado.
He hecho muchas cosas de las que me arrepiento en la vida, mi madre siempre me ha dicho que todo tiene consecuencias, tal vez estar aquí es la prueba de ello.
En este punto de mi vida me siento tan enredado, perdido que no sé qué hacer. Pienso que debo de tomar una decisión, hacer una pausa para entender el hueco en el que me encuentro.
La gente, la música, nada me llena por completo, los temas de conversaciones siempre están vacíos, todo se siente tan ajeno, siento que no pertenezco a ningún lado, todo esto que siento ahora mismo no sé si es real, no sé ya ni por quien sufro o por quien vivo, no estoy seguro de saber que quiero o que estoy haciendo y en el fondo tengo miedo, porque estoy solo y no quiero estarlo, no quiero que la gente se aleje, aunque soy yo quien termina llevándolas a un límite.
Luego de haber despertado en el hospital, tengo algunos puntos en la cara, la cara hinchada y por ahora no siento dolor. No hay nadie a mi lado pero sé que Mae se ha encargado de todo y que Ivonne solo fue una ilusión que hubiera querido que se sintiera tan real en ese momento cuando llegué a casa.
Y entonces vi las cosas un poco más claras, me costó ponerme de pie pero los doctores dijeron que ya podía irme, fui a casa y juro que no lo vi venir.
Eva está afuera de la puerta, llorando, esperando a que llegara.
—¿Qué haces aquí?
Ella se sobresalta y me mira, para luego ponerse de pie y venir a abrazarme.
—Lo siento mucho de verdad, mi primo está loco, no debió hacerlo.
—Eva, solo ve a casa -le digo alejándome de su abrazo, pero no puedo, ella se ha aferrado muy fuerte de mi cuerpo.
—No, no quiero hacerlo —responde entre sollozos. Viendo su rostro solo tengo ganas de llorar junto a ella, abrazarla y decirle que se quede un poco.
—Eva, por favor, vete a casa. No quiero hacer más daño, no quiero causarte más problemas.
—No —me mira y choca despacio su frente contra la mía—, no quiero irme.