Ivonne ya lo había entendido todo, lo supe cuando vi que había arruinado su noche, aún así me quedé cerca para pedirle un Uber cuando ella ya no se acordara ni de su nombre.
Luego de eso, acompañé a Mae a hacer negocios, el señor de este lugar estaba quedando en bancarrota pero no quería vender el club porque sabía que nadie sería capaz de cuidar el club tanto como él pero necesitaba venderlo, ya conocía a Mae así que accedió desde la propuesta y aceptó que Mae llevara el dinero de a poco, él mismo le enseñaría a Mae a como controlar este lugar.
Al llegar a casa de Mae, nos quedamos a fumar en el patio, justo como solíamos hacerlo en los viejos tiempos.
—Tienes miedo aunque no lo demuestres, pero sé que estarás bien, Axel es una buena persona, no dejaría que estés con alguien que te haga daño.
—Lo único que me preocupa Mae es dejar esta vida atrás, a Eva, incluso Greta, se sentirá raro no estar acompañado por ti en la cocina y esperar cada día al domingo, era y es una locura, venir luego del trabajo a tu casa y charlar de cosas sin sentido, fumar y llegar a casa para volver al otro día a lo mismo.
Mae solo me dedica una cálida sonrisa.
—Hablas como si te fueras para siempre, solo no lo pienses tanto y aprovechemos un poco esta noche —, me pasa una cerveza y ya en mis manos la choco contra la suya, un brindis donde las palabras sobran, miré la hora y ya faltaba poco por amanecer, me acosté en la grama y miré por largos ratos el cielo hasta quedar dormido.
Pero aún así sentí a Mae levantar mi cuerpo y llevarme a su habitación, me tiró como un costal de papas y luego se tumbó a mi lado, hasta que una hora después la alarma sonó.
Fue un infierno despertar cuando apenas habíamos cerrado ojos, quería dormir pero ya había comprado mi boleto y no podía faltar, así que a duras penas me duche y entré la ropa sucia a mi mochila, me coloqué unas bermudas con diseño de palmeras y un suéter negro, mis converse bajitos, justo los que usaba en el trabajo y luego sentir como Mae coloca la mochila en mi espalda para luego llevarme a la estación de trenes.
Lo último que escuché de él fue.
—Te amo amigo.
Extraño le respondí —yo también —, y lo abracé para luego subir a mi destino y quedarme dormido porque sería un viaje verdaderamente largo.
De vez en cuando sentía como me golpeaba con el vidrio de la ventana, despertaba pero luego volvía a dormir.
Agradezco que a mi lado no hay nadie, así aproveché de dejar mis cosas en cuanto llegué y ponerme algo "cómodo".
Volví a darme fuerte con el vidrio, así que desperté por completo, ojos rojos, cara hinchada, boca seca.
Saqué del lado de mi mochila la botella de agua, ya está caliente, la compré antes de subirme. Miré la hora, llevo cinco horas durmiendo y me siento realmente cansado, agotado y ¿triste?
Apoyo nuevamente mi cabeza en el cristal, podía cambiar de asiento pero me gusta la vista que tengo ante mis ojos, veo a mi alrededor, mucha gente duerme al igual que yo,y en la fila de mi derecha hay una pareja, parecen unidos, de vez en cuando se toman fotos y hablan de cosas mientras se sonríen y se toman de la mano.
Me coloqué los audífonos y puse algo de música mientras volvía a mirar por la ventana, lo primero que suena es Mac Miller- Cinderella, y sonrío recordando que hace tiempo no escuchaba mi antigua playlist.
Esto me lleva a los recuerdos de cuando fui a acampar con Eva, una de nuestras tantas citas juntos, al principio, cuando no queríamos pasar ni un solo minuto lejos del otro.
Ese día empezó a llover, Eva estaba asustada porque caminábamos al punto de acampar, mientras que con la lluvia se hacía más difícil caminar por el bosque, muestras botas empezaban a cubrirse de lodo, ella temía de que nos perdieramos y queramos olvidados, yo solo me detuve a escuchar sus ocurre y empecé a reírme, la abracé tan fuerte hasta que sus miedos se esfumaran y luego le mostré lo divertido que es sentir la lluvia empapar nuestros cuerpos mientras hacía de nuestras aventuras una más complicada y emocionante, la convencí de que era genial, cuando horas antes yo también tenía algo de miedo mientras podíamos perder la poca conexión y todo lo que llevábamos en nuestras mochilas podía quedar arruinado, así que busque la forma de memorizar el camino y solo seguir mientras la agarraba de las manos y la ayudaba a subir cada roca, atravesar ríos y ayudarla a levantarse mientras caía al piso cada que nuestros zapatos se resbalaban con la tierra mojada.
Al ver mi reflejo a través de la ventana me di cuenta de que seguía sonriendo, así que solo dejé de hacerlo porque me parece algo estúpido, porque ahora veía una realidad que no quería admitir.
Dejé de mirar por la ventana y tome mi postura en este asiento, mirando con algo de tristeza el asiento que está enfrente de mí, y me repaso una y otra vez lo que hice mal y pide haber hecho bien luchando con mi realidad, que aunque siento algo por ella no la amo, pero mi mente me está haciendo una mala jugada y no puedo dejarme vencer.
En una hora más llegué al lugar, bajé con mi mochila y esperé unos segundos en donde se compran los boletos, según Mae, ahí es donde nos encontraríamos Axel y yo, empecé a desesperame hasta que una chica un poco alta, con largas pestañas, cara un poco redonda, labios voluminosos y abundantes cejas, con el pelo largo y castaño, ropa holgada y unos lentes de sol, ha mencionado mi nombre.
—¿Eres Axel? —me quedo perplejo— ¿No eres hombre?
—¿Eso qué importa? Camina o te quedarás aquí a dormir —se pone en marcha hacia la salida y yo pienso que un ¿Cómo estás? O ¡Oh! Eres el amigo de Mae, hubiera estado bien.
La sigo sin refutar, me siento cansado y solo quiero ducharme y dormir un poco más y no sé por qué, pero esperaba que Axel fuera hombre y también tenía la impresión de que tenía por lo menos un auto o algo, no que ella viniera a buscarme en una Vespa rosada, quiero llorar por haber estado haciendo expectativas.