Buscando en el Pasado

Capítulo VII

Capítulo VII

 

Aeropuerto el Tepual, región de Los lagos

4 de agosto, 9:30 a.m.

 

Tras recuperarme del shock emocional de sobrevivir al segundo atentado en mi contra me puse manos a la obra. Y ya que estaba en un hotel cinco estrellas, pagué la noche en una suite cómoda. Quise quedarme en un hotel de estas características porque son los únicos que ofrecen atención completa a sus clientes, se esmeran por hacerlos creer que la calidad y el servicio que dan valen lo que cuesta la estadía. Y como esperaba, me facilitaron una laptop para poder hacer mi trabajo. Sin embargo, las cosas resultaron siendo más complicadas de lo que creía. El pendrive de Danilo estaba encriptado y no sé absolutamente nada sobre temas informáticos. Los conocidos que tienen habilidades para la tarea estaban en la fuerza y en los contactos de mi teléfono; no sabía en quiénes podía confiar dentro de la JENANCO, tampoco tenía tiempo de pasar a preguntar porque debía irme de Santiago y mi teléfono pasó a la historia. También perdí la información que tenía en mi computadora y la que saqué de la oficina, todo se quemó en el Mustang.

Así que estoy mucho peor que cuando empecé a investigar a esta organización criminal, ya que ahora saben quién soy y me quieren eliminar, mientras que yo no sé quiénes son ellos; estoy de licencia en la fuerza, no tengo apoyo; y no poseo pruebas de absolutamente nada, aparte de un pendrive que no soy capaz de desbloquear.  

Y tampoco había vuelos directos a Cucao, pude comprar uno hacia esta zona que está a poco más de doscientos veinte kilómetros de distancia que tendré que recorrer en auto. Pero no todo fue malo, logré conseguir ropa nueva, darme una buena ducha, dormir unas cuantas horas y aunque aún siento molestia en mi brazo derecho, cada vez es menor. También pasé velozmente por casa buscando mi placa de detective secundaria y una beretta 9mm semi automática que guardo junto a otras armas, tengo un pequeño arsenal del que estoy muy orgullosa.  

Ahora me dirijo a rentar un auto en una de las agencias de alquiler en las inmediaciones del aeropuerto. Necesito llegar lo más pronto posible a Cucao para empezar a investigar los últimos pasos que dio Sandra. No tengo idea de qué habrá pasado con ella, solo espero que ya la hayan encontrado. Y no perdería el viaje de ser así, al contrario, podría compartir con mi ahijada mientras me reorganizo. Nadie se imaginará que fui a un lugar tan remoto.

—¿Qué tipo de auto está buscando señorita? —pregunta una empleada y se queda mirándome fijamente—. Disculpe que le pregunte, pero, ¿nos conocemos?

Mis fotografías ya han empezado a rodar por las noticias y las redes sociales; nadie sabe sobre mi paradero y presumen un montón de cosas. Llamaré a mi jefe y a mi padre cuando haya avanzado con la situación de Sandra.

—No lo creo, es mi primera vez en la zona —respondo. Intenta decirme algo y no la dejo, continúo hablando—: Necesito un auto veloz para llegar a Cucao temprano en la tarde.

—De acuerdo. Veamos lo que tenemos en el estacionamiento.

Salimos. Caminamos entre varias hileras de autos. Me va dando detalles de cada uno en el que poso la mirada. Sedanes, camionetas y compactos, ninguno de mi estilo. Es decepcionante tener que elegir entre alguno de estos. La empleada nota que no estoy complacida con lo que me muestra y realmente intenta buscarme algo que sí lo logre. Comienza a hablar más rápido para darme más motivos y hasta menciona descuentos.

—El Hyundai tiene un motor potente que podría servirle, señorita. Es muy seguro y tiene tecnología de punta. Cerca de Cucao tenemos otra agencia y allá también estaremos para servirle.

Me apena tener que decirle que no. Espero a llegar al final del estacionamiento para hacerlo.

—De verdad te lo agradezco, pero… —me quedo sin palabras al verla, es amor a primera vista—. ¿La alquilan?

—Todo lo que está en esta zona es para alquiler. Tenemos disponibles esa Ducati Monster y la Harley Blackline negra con plateado. No pensé que le gustaran las motocicletas.

—¿Bromeas? Son lo máximo. Aprendí a manejarlas, pero siempre les tuve miedo. Las probabilidades de morir encima de una motocicleta son muy altas.

—¿Ya no les tiene miedo?

No desde que, casi muero en una explosión dentro de una fábrica abandonada, y después que varios sujetos armados hasta los dientes y un teléfono intentaran asesinarme en una misma noche, pocas cosas podrían asustarme.

—Supongo que he madurado y ya le perdí el miedo a muchas cosas —respondo con una sonrisa sincera—. Ahora quiero arriesgarme un poco más.

La empleada me devuelve la sonrisa.

—¿Sabe qué moto es?

—Una Ducati Monster, debe tener un motor 1200cc si no me equivoco. Ese color rojo le queda, increíble.

—También hay opción a compra por si le llega a gustar mucho —dice con picardía.

—Es bueno saberlo. Primero tengo que comprobar si hacemos buena pareja.

Ella asiente llena de ánimos, posiblemente soy la primera cliente del día. Me pregunta cuánto tiempo pienso utilizarla, el método de pago y me pide que la siga para hacer el papeleo en su oficina.




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