Buscando palabras

One

Otra vez

Eve se encontraba en su pequeña habitación, sentada en la esquina más apartada y oscura. Su rostro demacrado y sus manos temblorosas reflejaban el estado de ánimo que siempre la acompañaba. Su padre había salido, lo cual era un pequeño respiro para ella. Sin embargo, la tensión que reinaba en la casa aún se sentía en el aire. Tenía miedo de que entrara a su habitación, no sabía cómo salir, ni qué excusas poner para salir de ese lugar.

Ella respiró hondo, tratando de calmar los latidos de su corazón que parecían resonar en sus oídos. Su mirada se deslizó por la habitación, deteniéndose en los únicos objetos que le brindaban un mínimo de confort: un viejo diario y un pequeño peluche. Ella los tomó en sus manos, aferrándose a ellos como si fueran un bote salvavidas en un mar tormentoso.

Con mucho cuidado, Eve dejó el peluche a un lado y abrió el diario. Las páginas estaban llenas de la letra clara y precisa de la joven, registrando sus pensamientos, emociones y experiencias a lo largo de los años. Ella hojeaba algunas páginas, deteniéndose en un dibujo que había hecho en uno de los bordes, una pequeña flor creciendo entre las grietas de una roca. Este pequeño gesto de rebelión contra la oscuridad de su vida le dio un rayo de esperanza.

-Un dia lograre salir de este infierno- repetía eve, mientras miraba aquella flor, cayendo pequeñas lágrimas de sus hermosos ojos

Eve cerró el diario y lo colocó suavemente sobre su regazo. El silencio de la casa se sentía aún más agobiante, como si el propio ambiente estuviera conteniendo la respiración. Pasó su mano sobre el peluche, acariciando su suave textura y recordando cuánto tiempo llevaba acompañándola. El peluche había sido un regalo de su única amiga Aurora, pero ahora estaba lejos, y Eve se sentía más sola que nunca, no tenía con quien jugar, con quien reír, ya pasaron 10 largos años soportando este infierno.

Finalmente, se levantó de su lugar, se acercó a la ventana de su habitación, el cielo estaba oscuro, no había ni una sola estrella visible. Era una fiel representación de cómo se sentía en su interior: oscuridad y soledad. Ella apoyó las manos en el vidrio, dejando que el frío se filtra a través de sus dedos y se metiera en sus huesos. Esta pequeña sensación de frío era lo único que le recordaba que no estaba completamente muerta por dentro.

Eve miró hacia la calle desierta, preguntándose cuánto tiempo más tendría que soportar esta pesadilla. Su mente estaba llena de pensamientos tormentosos y preguntas sin respuesta

-¿Cuándo terminaría la tortura? ¿Había alguna esperanza para ella en algún lugar? ¿Alguien se daría cuenta de lo que estaba pasando y la rescataría?- Estas preguntas retumbaban en su cabeza como un tren sin freno- con los pies descalzos llegó a su cama y se desplomó en su cama, exhausta tanto física como mentalmente.

Mientras ella había logrado tanto cerrar los Eve se sobresaltó al sentir un ruido sobre el pasillo. Su primer instinto fue alejarse, pero al darse cuenta de que había alguien cerca, se paralizó de miedo. Su corazón latía frenéticamente mientras intentaba desesperadamente ver quién estaba allí en la oscuridad. Aunque ya sabía quién estaba ahí, quién era esa persona.

Su cuerpo se tensó aún más, preparándose para el sufrimiento que seguiría, ya no quería seguir con eso, quería escapar de ese lugar. Sus ojos se adaptaron a la oscuridad y pudo ver la silueta familiar a lado de ella. Su corazón se aceleró aún más, y un escalofrío frío se apoderó de su ser.

El miedo inundó a Eve, paralizando, su mente se inundó de los recuerdos dolorosos de esos tantos recuerdos que quiere olvidar. El hombre siguió acercándose más, ella ya sabía lo que vendría a continuación y un terror abrumador la invadía, ya comprendí que quería ese hombre.

-Padre por favor vete de acá, el día de hoy no me siento mejor, por favor vete- Le pedía con lágrimas en los ojos, mirando arriba del techo.

El hombre se echó a su lado, mientras una de sus manos se dirigieron hacia ella, acariciando su piel como una araña enredada en su red,la presencia era aplastante, oscureciendo aún más el lugar. El miedo de Eve se volvió aún más tangible, aferrándose a ella con fuerza.

-No me iré de acá, hasta conseguir lo que quiero, tu sabes mi pequeñita que es lo que quiero, asi que quiero tienes que satisfacer mis necesidades- decía su padre,aquel hombre que en un momento de su vida lo veía como su superhéroe

Eve se encontraba en su pequeña habitación, sentada en la esquina más apartada y oscura. Su rostro demacrado y sus manos temblorosas reflejaban el estado de ánimo que siempre la acompañaba. Su padre había salido, lo cual era un pequeño respiro para ella. Sin embargo, la tensión que reinaba en la casa aún se sentía en el aire. Tenía miedo de que entrara a su habitación, no sabía cómo salir, ni qué excusas poner para salir de ese lugar.

Ella respiró hondo, tratando de calmar los latidos de su corazón que parecían resonar en sus oídos. Su mirada se deslizó por la habitación, deteniéndose en los únicos objetos que le brindaban un mínimo de confort: un viejo diario y un pequeño peluche. Ella los tomó en sus manos, aferrándose a ellos como si fueran un bote salvavidas en un mar tormentoso.

Con mucho cuidado, Eve dejó el peluche a un lado y abrió el diario. Las páginas estaban llenas de la letra clara y precisa de la joven, registrando sus pensamientos, emociones y experiencias a lo largo de los años. Ella hojeaba algunas páginas, deteniéndose en un dibujo que había hecho en uno de los bordes, una pequeña flor creciendo entre las grietas de una roca. Este pequeño gesto de rebelión contra la oscuridad de su vida le dio un rayo de esperanza.

-Un dia lograre salir de este infierno- repetía eve, mientras miraba aquella flor, cayendo pequeñas lágrimas de sus hermosos ojos




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