Buscaré tu nombre en las estrellas

ROSAS CON ESPINAS

El seis de julio fue decisivo en su verano de ensueño. Estaba siendo una hipócrita al decirle a Rodrigo que mantuviera los pies en la tierra cuando ella misma estaba en las nubes. Tenía una licenciatura que concluir, una familia en otro país y una vida que continuar. El tiempo en México no era más que una pausa, un deslinde de sus responsabilidades y las malas experiencias. El mensaje recibido esa mañana se lo restregó en la cara.

“Estimado (a) estudiante, le recordamos que debido a la implementación del nuevo plan de estudios, la inscripción al internado médico se realizará por medio electrónico el día domingo 8 de julio del año en curso. Las plazas se asignarán de acuerdo al promedio general, se adjunta el documento del horario en el que se podrá inscribir. Una vez concluido el intervalo de su inscripción, no podrá meter plaza quedando así, que no cursará el quinto año…”

Seguían una serie de instrucciones para la inscripción. Se presentaban las plazas disponibles en diversos hospitales no sólo de su ciudad, si no en todo el país. Recordó el mensaje que Diana envió semanas atrás en el que preguntaba por su decisión. La realidad es que no tenía idea, en tercero metió hospitales al azar, en cuarto se dejó llevar por Juan, pero el internado era un asunto diferente; era decisivo. No quería irse a un hospital sin recursos en donde no tenían ni suturas, pero tampoco quería estar cómoda y sin hacer gran cosa; quería aprender. Pero no tenía idea de cuál opción era la mejor. Su promedio era bueno, tenía chance de elegir primero, ese no sería inconveniente.

Su mundo color de rosa comenzaba a derrumbarse y nada podía hacer. Seguir adelante, como siempre, hacer algunos sacrificios, como siempre y tener éxito, como siempre.

No se atrevió a hablar con Rodrigo, al menos no ese día y tampoco el siguiente. Pero el domingo llegó y su hora de elegir plaza también. Lo bueno fue que la boda de Roxana se celebraría por la tarde y todos madrugaron para que el festejo saliera increíble. A las 5:30 de la mañana llegaron Ismael y su madre, terminaron los arreglos florales y charlaron sobre los últimos detalles de los preparativos.

Al dar las 9, lo que serían las 8 en su país, no pudo soportar más y se armó de valor para hablar con Rodrigo. Después de todo, dentro de quince minutos sería su turno de elegir plaza.

– Rodrigo –dijo para llamar su atención –. Escucha, hay algo muy importante que debemos hablar, es sobre el internado, tengo que volver y…

– Lo sé, lo sé –respondió impaciente, trataba de hacer un nudo al arreglo –. Pero no es el momento, podemos hablar luego –nunca antes le habló tan cortante –. Tía, ¿así está bien?

No presionó más, en su lugar, tomó el teléfono y se metió a la página. Se presentaron muchas opciones y no tenía idea de qué hacer. “¿Meterás Nicolás Navarro?” Fue como una señal del destino, si Diana mencionó el hospital, era probable que la chica lo eligiera, así que no dudó más y tomó la plaza.

Días atrás, la prima Pau se comunicó con ella para hablar sobre su vestuario. Nara confesó no tener un vestido formal para una boda, jamás se le pasó por la cabeza el asistir a una celebración de tal calibre en un país extranjero. “Impulsividad” La palabra se le vino a la mente y no pudo deshacerse de ella tan fácilmente. Paulina se portó increíble al ofrecerle en préstamo uno de sus varios vestidos formales. Llegó a casa de Rodrigo en punto de las once y tuvieron una extensa sesión de moda.

– Ese te queda perfecto –Pau sonreía orgullosa de su obra –. Lucirás divina.

Y era verdad. El vestido color lila contrastaba con su piel, la hacía lucir brillante. No era largo ni tan elaborado como el de las damas de honor, pero no se veía vulgar. Se veía hermosa y no sólo eso, se sentía hermosa.

– Gracias –dijo sinceramente –. ¿Por qué eres tan buena conmigo?

 

– Lo soy con todos –Pau rió –. Aparte, Ro está aquí después de mucho tiempo, aceptó que Lucino tocara en la boda y ha vuelto a ser el de antes. Te agradezco a ti.

La misa fue emotiva, debió admitir, mucho amor y frases bonitas. La iglesia no era tan grande, pero entraron todos sin problemas. Nara era católica, pero tiempo atrás dejó de creer. Evitó reírse en los momentos más graciosos de la misa. A su lado, Rodrigo tomaba su mano, tampoco se veía muy interesado en prestar atención a las palabras del sacerdote, se veía tan cansado, que creyó de un momento a otro caería dormido. Si eso ocurría, no podría contener la carcajada.




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