Buscaré tu nombre en las estrellas

AGONÍA

Respirar era punzar cada centímetro de sus vías respiratorias. Un enorme peso yacía sobre su pecho y le impedía vivir. Nara actuaba sin pensar, se hallaba muy lejos de su cuerpo, encerrada en una celda fría y apartada, se movía como autómata. Veía el techo blanco que parecía burlarse de ella. Sus sollozos hacía tiempo cesaron, pero las lágrimas escapaban vehementes. Los labios de Christian borraban cada gota de agua salada, pero nada eliminaba el agujero de vacío que sentía dentro de ella. Debí irme, ahora sólo lo arruiné más.

Cuando sintió que Christian llegaba al clímax, cayó en la cuenta del error cometido. No sólo folló con el idiota patán que tan mal la trató, si no que ese patán es amigo íntimo del que fue su novio una hora antes y con el que mantuvo una seria discusión que probablemente no tenía arreglo. Era traición, maldita sea, técnicamente no fue un engaño, pero era incorrecto cogerse al amigo de tu ex. Estaba escrito en la biblia, en los diez mandamientos, en las jodidas leyes de la moral. Hizo exactamente lo que Isela hizo con ella…maldita hipócrita.

– Mierda, la cagué –dijo Christian arrastrando las palabras mientras la miraba intensamente –. Y aún así, es de lo mejor que he tenido.

– No puede ser –Nara apartó la mirada de él –. ¡¿Qué madres hice?! Joder, soy la peor persona del mundo.

Se alejó lo más que pudo de Christian y fue a chocar contra la pared. El hombre ni siquiera pareció inmutarse. No negó que era muy apuesto, tan guapo como un semidiós, pero no sentía más que repulsión hacia él en ese momento.

– Nara, fue un error, pero no se sintió mal.

Pero estuvo peor que mal. Rebasó los límites del respeto y del amor y del noviazgo y de lo que fuera. Tanto dolor la cegó y se convirtió en una perra vengativa. Rodrigo no lo merecía.

las respiraciones de Christian se volvieron pausadas y profundas. Increíblemente, se quedó dormido al instante. Se acercó sólo para admirarlo una última vez. Por mucho tiempo fue su amor platónico, fantaseaba con tenerlo de cerca y poder besarlo, pero no así y ya no. Ahora veía que tanta admiración fue en vano, Christian no era más que un ser humano más. Igual de vulnerable y susceptible a cometer errores.

– Adiós, y perdóname.

Nara se vistió rápidamente, trató de parecer lo más discreta posible y salió de la habitación. Fuera estaba tranquilo, dos jóvenes se besaban sobre un sofá en el que se hallaba dormido un tipo gordo. Varias personas estaban en el suelo y no había rastro de Rodrigo o Ana Laura. Volvió a sentir la punzada, esa desolación no podría aguantarla por más tiempo.

Eran casi las 3 de la madrugada, la realidad es que apenas podía mantenerse en pie, pero logró armarse de valor para salir de la casa y enfrentarse al viento frío del exterior. Recordó que Dayana le dio su número telefónico el día del funeral, no le agradaba la youtuber, pero era eso o caminar sola por las oscuras calles de una ciudad desconocida. Contestó al sexto pitido, Nara se bloqueó al oír la voz a través del teléfono, no supo qué decir.

– Soy Nara –dijo titubeante –. La ex de Rodrigo, estoy en una fiesta en casa de Christian, creo que necesito ayuda.

Una hora más tarde, el chofer de Dayana las llevaba a casa de Rodrigo. Nara temblaba incontrolablemente en el asiento trasero. Su acompañante le prestó una sudadera, pero no fue de gran ayuda, el aire de la madrugada nada tenía que ver con su fría tristeza. Dayana llegó por ella y escuchó pacientemente el relato de cómo la relación entre Rodrigo y Nara se fue al traste. No comentó algo, simplemente asintió al ver que Nara concluía su triste historia y preguntó con voz cansada: “¿Qué quieres hacer?”Olvidar estos dos meses, dormir y al despertar volver al día en que Juan me cortó y jamás haber entrado al club nocturno. En su lugar sólo dijo que debía ir por sus cosas y tomar el primer vuelo que la llevara de vuelta a su país.

Así que ahí estaba, frente a la casa en la que vivió dos meses, por suerte para ella, el señor García no se encontraba presente, sería vergonzoso admitir que su hijo la había cortado.

Le tomó apenas veinte minutos cambiarse de ropa, lavarse los dientes y manos y tomar sus cosas para irse, después de todo, tenía preparadas las cosas cuando, unas horas antes, entró en pánico y pensó en huir. Revisó una última vez que nada se le olvidara y suspiró.

Tomó un trozo de papel y escribió una nota que dejó en la mesa. Lo que más agradecía Nara de ella misma, además de su inteligencia, era el conservar una buena y entendible caligrafía; cada palabra le dolió más que la anterior, plasmó con dolor cada sentimiento y dejó que el bolígrafo trazara libre una minúscula despedida. Al final, tomó los trozos de portada autografiada y los acomodó. Era tan viejo…cuatro años transcurrieron desde aquel entonces. Apenas eran legibles las palabras escritas por Rodrigo: “Para Nara, con amor, Lucino.”




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